Largas filas de puestos a cargo de mujeres han surgido junto a muchas autopistas de Zimbabwe, en los que se venden miel, leche, hongos, tomates, cebollas y pollos. Sus clientela de las ciudades cercanas crece debido a que ofrecen precios más accesibles en el marco de una inflación sin precedentes en el país.
Este precario modo de supervivencia involucra trabajo infantil y expone a las comerciantes a peligros que van desde el mal tiempo a las enfermedades, además de robos y de ser atropelladas por automóviles.
Los niños trabajan a la par de las adultas para ganarse el sustento. Los más pequeños, de incluso tres años, se ocupan de vender las mercaderías. Hay quienes justifican esto alegando que así se les permite cultivar un espíritu empresarial y poder trabajar por sí mismos.
Habitualmente, los lugares donde se comercia no cuentan con refugios o instalaciones sanitarias, exponiendo a la gente a las inclemencias del tiempo y las enfermedades.
El comercio que se realiza al costado de las carreteras también puede ser peligroso por otros motivos. Varias de quienes lo practican han sido atropelladas por automóviles mientras intentaban adelantarse a una competidora para llegar a otros potenciales clientes a ambos lados del camino.
[related_articles]
Además, corren el riesgo de que los mismos automovilistas a los que buscan servir les roben sus ganancias.
"Somos conscientes de estos peligros, pero no hay nada que podamos hacer. Es como un casino: vivimos cada día cuando éste llega", dijo a IPS Mai Chingwe, que vende sus mercaderías junto a la carretera.
Otra comerciante, que se negó a ser nombrada, expresó a IPS que las ventas carreteras le permitieron dar un nuevo giro a su vida.
"Cuido a mis cuatro hijos y a los tres que dejó mi hermana, fallecida hace cinco años. Al vender cosas a lo largo de esta carretera me las he arreglado para enviarlos a la escuela y comprar unas pocas cabras. Todo lo que estoy pidiendo es apoyo con insumos agrícolas y fertilizante del gobierno y la creación de lugares adecuados desde los que podamos operar", dijo a IPS.
Muchas de las mujeres solían viajar cientos de kilómetros casi diariamente, encaramadas en camiones muy cargados para vender sus mercaderías en el principal mercado de Harare.
"En estos días los negocios son mejores porque los automovilistas siempre atraviesan este lugar para recoger cosas, porque la carestía se adueño de la ciudad. Si llevo estos tomates al pueblo, el precio será elevado, porque tengo que pagar el transporte en dólares estadounidenses", explicó Alice Borerwa, quien vende verduras junto a la autopista Harare-Mutare.
Pero ¿dónde consiguen estas mujeres la tierra para la horticultura en un país donde ésta es una materia prima tan polémica y donde su propiedad depende de la autorización del Estado?
"En 2005 formamos una cooperativa y nos acercamos a nuestros parlamentarios, a quienes les pedimos tierra. Nos dieron una zona anegada que ahora logramos acondicionar para dedicarnos a la horticultura", dijo a IPS Borerwa, que tiene tres hijos.
Entonces describió un día típico en su vida y la de las otras 15 integrantes de su cooperativa Kubatana.
"Nos despertamos alrededor de las cuatro de la mañana y cosechamos los tomates maduros, las cebollas, zanahorias y otras verduras, antes de regar lo producido. Hacemos esto por turnos, así que o bien estamos en el jardín o bien vendiendo al costado de la autopista", relató.
"Afortunadamente, por estos días no hay necesidad de regar a causa de las lluvias. Habitualmente estamos junto a la carretera a las cinco de la mañana, y hasta las 10 de la noche", agregó.
Ahora, la mayoría de los automovilistas optan por salir del pueblo para comprar verduras, dado que los precios en las ciudades están fuera del alcance de muchos habitantes urbanos.
Allí, un saco de 10 kilogramos de tomates o cebollas cuesta 10 dólares, y cinco kilogramos de hongos valen 20 dólares.
Pero IPS supo que estos precios son negociables, dependiendo de la disponibilidad.
A menudo, los precios también son afectados por una fuerte competencia. En un área de comercio al costado de la carretera puede haber más de 50 mujeres vendiendo los mismos productos.
En las ciudades y los pueblos, los elevados precios son fijados de modo uniforme. "Me las arreglo para vender dando extras a quienes me compran más. Si alguien realiza compras por más de 20 dólares, le agrego gratuitamente verduras por valor de dos dólares", destacó Chingwe.
En algunas instancias, el comercio se efectúa por medio de trueques, dado que los comerciantes intercambian materias primas para utilizar en sus hogares, como jabón, aceite para cocinar o incluso vestimentas.
"Siempre intentamos medir qué es lo mejor para nuestras familias. Si alguien trae zapatos o ropas que mi hijo puede usar para ir a la escuela, estoy más que dispuesta a intercambiar esto por materias primas. Después de todo, el dinero no alcanza para comprar mucho cuando se va a los negocios", explicó Chingwe.
Las mujeres han usado los ingresos que obtienen del comercio carretero para mantener a sus hijos en las escuelas y para cuidarlos en un momento en que el país atraviesa una dura situación política y económica.
En la última década, millones de personas perdieron sus trabajos en este problemático país del sur de África, a consecuencia de cierres de empresas en los sectores de la manufactura, servicios, agricultura y minería.
Según el Congreso de Sindicatos de Zimbabwe, miles de ciudadanos del país deambulan por las calles tras perder sus trabajos. La entidad sitúa el desempleo en 90 por ciento.
En su Informe de Manufacturas 2008, la Confederación de Industrias de Zimbabwe señaló que las empresas que todavía están en funciones lo hacen a menos de 20 por ciento de su capacidad.
En el mismo reporte indicó que la mayor parte de la fuerza laboral ahora se desempeña en el sector informal, lo que incluye el comercio al costado de las carreteras.