George W. Bush dispuso, pocas semanas antes de dejar la presidencia de Estados Unidos, un paquete de asistencia de 17.400 millones de dólares para las compañías automovilísticas Chrysler, Ford y General Motors.
La resolución fue aprobada no sin un intenso debate en el gobierno del Partido Republicano, acosado por la enorme desilusión pública ante el gasto multimillonario de la guerra en Iraq y la crisis financiera que se propagó desde Estados Unidos hacia todo el mundo.
El Centro de Investigaciones Automovilísticas (CAR, por sus siglas en inglés) estimó, en un informe publicado mientras se desarrollaba el debate sobre el rescate, que el cierre de esas empresas (conocidas como "las Tres Grandes de Detroit") sería funesto para la economía.
"Un cierre completo de la producción de las 'Tres Grandes' en Estados Unidos tendrá un gran impacto en la economía nacional en términos de salarios perdidos, aumento de egresos y reducción de ingresos al fisco en concepto de seguridad social y de impuesto a la renta", explicó el economista jefe de CAR, Sean McAlinden, quien condujo el estudio.
"El gobierno se arriesgaría a perder 60.000 millones de dólares en el primer año, y bastante más de 156.000 millones en tres años", agregó.
Bush lanzó su plan de asistencia para la industria automotriz el viernes 19, con lo que marcó el fin de una semana de ansiedad en el sector. Este mismo mes, anunció, se desembolsarán 13.400 millones de dólares para General Motors y Chrysler.
Pero el paquete, que tiene como objetivos estabilizar las operaciones de la industria, mantenerla activa y asegurar el pago de salarios por los próximos tres meses, tiene algunos fuertes condicionamientos.
Uno de ellos, a instancias del propio Bush, es la negociación de un convenio colectivo más "competitivo" entre el sindicato United Auto Workers (UAW) y las compañías. Eso, según la organización de trabajadores, implicaría más recortes de salarios en medio de una crisis económica.
La UAW considera, además, que en los últimos años ya había hecho grandes concesiones al negociar los convenios vigentes.
"El tiempo de tomar decisiones difíciles para darle viabilidad (a la industria) es ahora, pues de lo contrario la única opción será la quiebra", dijo Bush. "Los fabricantes y sindicatos deben comprender lo que está en juego y tomar decisiones difíciles pero necesarias hacia una reforma."
El presidente de UAW, Ron Gettelfinger, desacreditó la exhortación presidencial a concesiones sindicales, y anunció que reclamará la remoción de las condiciones al gobierno entrante, que encabezará Barack Obama, del hoy opositor Partido Demócrata.
"Nos desilusiona que el presidente Bush haya agregado condiciones injustas para los trabajadores", dijo Gettelfinger. "Trabajaremos con la administración de Obama y con el nuevo Congreso legislativo para asegurarnos de que esta injusticia se termine."
Además, dijo, "nos reuniremos en los próximos meses con todos los participantes en la actividad del sector con el fin de crear un futuro viable para la industria automotriz".
No tiene sentido que el gobierno siga pidiéndole sacrificios a los trabajadores, advirtió Gettelfinger.
La senadora Debbie Sabenow, del Partido Demócrata y del estado de Michigan (donde se encuentra Detroit, centro de la industria automotriz), informó a la prensa que hará gestiones para que los sindicatos no paguen el costo del rescate.
"No es justo" y "le pediré al nuevo presidente flexibilidad para hacer cambios", anunció Stabenow. "Fijarle a nuestros trabajadores objetivos de corto plazo tan específicos es uno de los aspectos desalentadores" del paquete, evaluó.
Otro legislador de Michigan, el representante John Dingell, calificó de "irresponsable" el reclamo de rebaja salarial formulado por Bush.
"Todos queremos unas 'Tres Grandes' reestructuradas y competitivas, pero es irresponsable que la Casa Blanca insista en tiempos de crisis que los trabajadores sufran más recortes salariales tras las concesiones que ya hicieron", dijo.
"Nadie le pide a los ejecutivos que reduzcan sus salarios a niveles similares a los de sus contrapartes japonesas", declaró. "Urjo a Obama a revisar este asunto como prioridad cuando asuma la presidencia, de modo que la asistencia sea suministrada de manera justa hacia los trabajadores."
Obama, que triunfó con un firme respaldo sindical, dijo en la primera entrevista que concedió luego de las elecciones, al programa "60 Minutes" de la cadena televisiva CBS, que apoya la asistencia a la industria automotriz siempre que proteja también a trabajadores y proveedores.
Luego de conocido el paquete de Bush, el gobierno de Canadá anunció que suministrará a las subsidiarias de las firmas de Detroit en su territorio 2.700 millones de dólares en préstamos de emergencia.
Obama exhortó a los ejecutivos de las compañías a trabajar por la restauración de la industria, y les advirtió que a los contribuyentes se les acabó la paciencia ante el rescate de empresas quebradas.
Su prioridad, recordó, es crear más de dos millones de empleos, y especificó que la industria automotriz debe hacer algo al respecto.