La madrugada del 1 de enero de 1994 miles de indígenas del sureño estado mexicano de Chiapas declararon la guerra al gobierno e informaron que avanzarían hacia la capital para instaurar el socialismo. Ahora, esos rebeldes perviven con escaso protagonismo y en un territorio que se mantiene violento y pobre.
Los simpatizantes del insurgente Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) celebraron el 15 aniversario con diversos actos culturales en la capital de México durante las dos últimas semanas de diciembre, en los que hubo escasa asistencia. Además, se anunció que del 2 al 5 de enero se realizarán varias mesas de debate en la ciudad colonial de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, bajo el título "Otro mundo, otro política" y a la que asistirán expositores de otras países de América Latina.
Aunque los políticos, los medios de comunicación y muchos otros siguen denominando guerrilla al EZLN, ese grupo izquierdista no realiza acciones armadas desde la segunda semana de 1994, cuando los enfrentamientos con el Ejército se detuvieron tras amplias movilizaciones sociales y partidarias que desembocaron en un proceso de diálogo con el gobierno, suspendido en 1996.
De su primera proclama de guerra que hablaba de socialismo y revolución, el discurso del zapatismo mudó a uno que reivindica la movilización social pacífica contra el neoliberalismo y la lucha a favor de los derechos de los pueblos indígenas. En sus albores, el grupo fue considerado uno de los impulsores del llamado movimiento altermundista.
El EZLN mantiene interrumpida toda forma de comunicación con las autoridades y un marcado distanciamiento de los partidos políticos con representación parlamentaria, incluido el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), al que ha denostado en numerosas ocasiones. En la actualidad es nula su presencia en el mundo de la política institucional.
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La zonas de influencia del grupo, que según diversas estimaciones corresponde a 15 por ciento de Chiapas, un estado de 75.634 kilómetros cuadrados de extensión, se mantienen como las más pobres del país a pesar de que el Estado ha gastado allí desde 1994 cerca de 1.000 millones de dólares en programas sociales y obras de infraestructura.
En esa región de cañadas y selva, muy cerca de la frontera con Guatemala, conviven formas de gobierno autónomas ejercidas por los zapatistas con otras reconocidas y apoyadas por el Estado, campesinos en continua pugna y la presencia de grupos armados irregulares, así como de unos 10.500 soldados repartidos en cerca de 120 destacamentos.
Manuel Camacho, ex comisionado para la Paz en Chiapas y quien fue el encargado de dialogar con la guerrilla en 1994, advirtió que se mantienen las condiciones de pobreza y marginación que dieron origen al levantamiento armado y que no deberían descartarse a futuro nuevas "reacciones sociales radicales".
El no gubernamental Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, que trabaja en Chiapas, sostiene, por su parte, que en la zona de influencia del EZLN se sufre el acoso de los militares, intentos oficiales por dividir a los indígenas y las acciones de grupos paramilitares ultraderechistas contrarios al zapatismo y que son tolerados por las autoridades.
Ernesto Ledesma, director del no gubernamental Centro de Análisis Político e Investigaciones Sociales y Económicas (Capise) de Chiapas, comentó a IPS que los zapatistas afrontan una presión militar sofocante, que se traduce en persecución y detenciones arbitrarias.
El activista afirma, además, que paramilitares, que son también indígenas, trabajan junto a policías, militares y autoridades, en diversas estrategias dirigidas a mermar la fuerza del EZLN.
El Capise, que estudia la situación en la zona desde hace cinco años, señala que las autoridades utilizan los programas sociales para dividir a las bases sociales de apoyo zapatista y promover los enfrentamientos entre ellas.
En cambio, el gobierno del estado de Chiapas comandado por Juan Sabines, del PRD, así como el nacional del presidente conservador Felipe Calderón aseguran que la paz reina en el territorio zapatista y que muchas comunidades, que antes rechazaban la ayuda del Estado por ser parte del grupo armado, ahora la aceptan.
"El EZLN y el Estado siguen dividiendo, pero todos reconocen que sin el primero (el grupo insurgente) la situación de injusticia en que viven los indígenas jamás hubiera sigo expuesta en toda su crudeza y que tampoco el país hubieran dado los giros políticos históricos de los últimos años", dijo a IPS Lucio Contreras, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El levantamiento indígena en Chiapas tuvo amplia repercusión internacional en su momento, entre otros motivos porque se dio cuando entraba en vigencia el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que reúne como socios plenos a este país, Estados Unidos y Canadá, instrumento que según el gobierno mexicano señalaba el ingreso de su país al "primer mundo".
Luego que terminaron las escaramuzas militares y se dictó en 1995 una ley para el diálogo y la pacificación en Chiapas, aún vigente, el EZLN organizó varias reuniones nacionales e internacionales en su territorio con el afán de movilizar a personas y grupos contrarios al neoliberalismo y a favor de la democracia.
En 2000, el partido de gobierno contra el que había luchado, el Revolucionario Institucional (PRI), fue derrotado por primera vez en elecciones presidenciales luego de siete décadas de ejercer el poder sin interrupciones.
El presidente elegido fue el conservador Vicente Fox (2000-2006), quien ofreció a la guerrilla reestablecer un diálogo directo y sin condiciones.
El grupo respondió que eso sólo sería posible si se aprobaban reformas constitucionales sobre derechos indígenas con base a los acuerdos firmados en 1996 sobre esa materia con el último gobierno del PRI, encabezado por Ernesto Zedillo (1994-2000).
En 2001, la comandancia del EZLN llegó a la capital del país para promover esas reformas y fueron recibidos en el parlamento. Sin embargo, los cambios aprobados no fueron de su satisfacción por no definir con claridad los derechos de autonomía para los indígenas. Desde ese momento, cortaron toda comunicación con el Estado.
El subcomandante Marcos, jefe y portavoz del EZLN, recorrió el país desarmado en 2006 y 2007, con la venia del gobierno, llevando a cabo "La otra campaña", un intento de aglutinar fuerzas políticas no electorales y presionar por la redacción de una nueva constitución. Pero el recorrido pasó casi desapercibido para la mayoría de mexicanos.
En sus últimas comunicaciones escritas de 2007, los rebeldes, en su gran mayoría indígenas liderados por Marcos, un mestizo que cubre su identidad con un pasamontañas pero al que autoridades identifican como el ex profesor universitario Rafael Sebastián Guillén, dijeron que no volverían a emitir pronunciamientos y advirtieron que si son atacados responderán.
El presidente Calderón, en funciones desde diciembre de 2006, no ha mencionado a la guerrilla en ninguno de sus discursos.
La gubernamental Coordinación para el Diálogo y la Negociación en Chiapas, creada en 1998, es ahora una oficina que se dedica a gestionar apoyos y programas sociales para las zonas de influencia del EZLN. Por esa entidad han pasado 14 jefes y ninguno de ellos se reunió con delegados del grupo.
De tener un presupuesto de más de 230.000 dólares al inicio de la década, esa coordinación recibió este año poco más de 58.000 dólares.