DESARME: Comienzo del fin para bombas de racimo

Cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) menciona a los «territorios ocupados por Israel» suele referirse a Cisjordania, la franja de Gaza, Jerusalén oriental y las Alturas del Golán, anexados por ese país tras la guerra árabe-israelí de 1967. Pero no son los únicos.

Para muchos libaneses, las aldeas fronterizas del sur del país son, de hecho, "tierra de nadie" tras la miríada de bombas de racimo lanzadas por Israel durante las cuatro semanas que se enfrentó con Hezbolá (Partido de Dios) en 2006.

Para todo fin y propósito, señaló un diplomático árabe al ampliar la definición de la ONU, esas aldeas fronterizas minadas también son "territorios ocupados por Israel".

"El devastador legado dejado por el Estado judío vive en esas aldeas libanesas, algunas de las cuales ahora son inhabitables por la cantidad de sub-municiones sin explotar que dejaron", añadió.

El diplomático no tiene claro de qué forma el nuevo tratado que prohíbe las bombas de racimo, firmado por 94 países el jueves en Oslo, puede resolver el problema de los "territorios ocupados" dentro de Líbano.
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La ONU señaló que "millones" de bombas de racimo, dentro de las cuales hay cientos de sub-municiones, fueron lanzadas en más de 48.000 kilómetros cuadrados en Líbano entre julio y agosto de 2006, matando y dejando más de 300 civiles heridos.

Cientos de miles de sub-municiones que no explotaron con el impacto y que permanecen en el suelo, en los techos de las casas y en zonas agrícolas sin explotar terminan ocasionando la muerte de civiles.

En Laos, las operaciones de limpieza que llevan más de 30 años, tras el fin del conflicto, dejó 75 millones de sub-municiones sin explotar y dispersas por todo el país, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Hace exactamente 11 años, gobiernos, organizaciones internacionales, parlamentos y sociedad civil se pusieron de acuerdo para firmar la histórica convención que prohibió las minas antipersonal, recordó el secretario general del foro mundial, Ban Ki-moon.

La Convención sobre Bombas de Racimo "sumó un nuevo capítulo a la legislación humanitaria, de desarme y de no proliferación, y es un gran ejemplo de cómo el sentido de convicción y de determinación compartido puede traducirse en medidas concretas capaces de salvar vidas", reza una declaración de Ban Ki-moon, leída en la ceremonia de firma por Sergio Duarte, alto representante de la ONU para Asuntos de Desarme.

"Además, sus disposiciones vinculadas a la asistencia a las víctimas y a la limpieza de bombas de racimo permitirán mejorar la vida de los sobrevivientes, sus familias y las comunidades afectadas por el arma", añadió.

La firma de la Convención también significa un triunfo histórico para los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales que la promovieron, señaló William D. Hartung, director de la Iniciativa de Armas y Seguridad, de la Fundación New America, con sede en Washington.

"Queda mucho trabajo por delante, como lograr el apoyo de Estados Unidos, Rusia y China, pero el tratado dicta normas contra la venta y el uso de esas armas, que será difícil de hacer retroceder", indicó.

Es una esperanza, señaló Hartung, "que el presidente electo, Barack Obama, haya accedido a reconsiderar la actual política de Estados Unidos con vistas a evaluar unirse a la prohibición de las bombas de racimo".

"Aun sin firmar, hay muchas cosas que Estados Unidos puede hacer, como dejar de exportarlas y disminuir su uso hasta destinar más dinero a ayudar a limpiar las municiones sin explotar, lo que daría, de hecho, un apoyo a la prohibición", añadió.

Lo más importante ahora es que activistas y políticos tomen conciencia del paso histórico que esto representa, al que seguirán grandes esfuerzos para lograr que se sumen las grandes potencias, sostuvo Hartung.

La Convención sobre Bombas de Racimo fue adoptada por 107 países en una conferencia realizada en Dublín en mayo de este año y firmada por 96 gobiernos. El tratado vinculante, sólo ratificado hasta ahora por seis estados, prohíbe el uso, la producción, el acopio y la transferencia de esa arma.

Al menos 15 países y otros actores no estatales, en su mayoría organizaciones militares, utilizaron bombas de racimo en al menos 32 estados o territorios, según la ONU.

Treinta cuatro países fabricaron más de 200 tipos de bombas de racimo, en tanto habría miles de millones almacenadas en 75 naciones.

El hecho de que tantos países hayan firmado la Convención borra una categoría entera de armas y "es otro gran triunfo para el desarme, alcanzado por una única coalición de organizaciones de la sociedad civil y países", dijo a IPS Jayantha Dhanapala, ex subsecretario para Asuntos de Desarme.

"Es una acusación contra el marco establecido para la negociación de los tratados internacionales sobre desarme y contra las grandes potencias, cuyo obstruccionismo no logró detener la poderosa corriente de la opinión pública mundial", apuntó.

"Tenemos muchas montañas por escalar, en especial la eliminación de las armas nucleares. Esta victoria, que incluye un elemento tan importante como la asistencia a las víctimas, debe ser un espaldarazo" en ese sentido, añadió.

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