El Grupo de los 20 (G-20) que se reunirá este sábado y el domingo en Brasil puede tener un papel más decisivo en el reordenamiento mundial que el logrado por las alianzas nacidas en las variadas negociaciones globales, como el otro G-20, el de países en desarrollo en la comercial Ronda de Doha.
El G-20 que aterrizará ahora en Sao Paulo nació en 1999 con un carácter financiero, ya que reúne a los ministros de Hacienda o Economía y a los presidentes de los bancos centrales del Grupo de los 7 (G-7) países más industrializados y de 12 naciones emergentes. El vigésimo miembro es la Unión Europea como bloque.
Los miembros del G-7, foro creado a mediados de los años 70 y de gran influencia en los rumbos económicos del mundo pese a su informalidad, son Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
En los últimos años se incorporó Rusia a sus reuniones, pasando a llamarse Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos, pero una nueva y mayor ampliación es ahora considerada inevitable ante el nuevo cuadro económico mundial, ahora desnudado por la crisis financiera iniciada en Estados Unidos.
"Es cada día mas difícil negar a las economías emergentes y en desarrollo una participación más relevante en las decisiones mundiales", sostuvo el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mántega, anfitrión del encuentro de este fin de semana, en un artículo publicado el jueves en el diario local Folha de São Paulo.
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"El G-7 no tiene más sentido" y eso queda evidente al tener Italia como miembro y no a China, señaló a modo de ejemplo ante la consulta de IPS Luis Alfonso Lima, presidente de la Sociedad Brasileña de Estudios de Empresas Transnacionales y de la Globalización Económica (Sobeet).
El G-20 financiero, discreto hasta septiembre, fue "descubierto" como una posible ampliación y actualización del G-8 con la inclusión de los principales países emergentes. Su reunión anual de autoridades financieras y monetarias ganó una importancia sin precedentes, a causa de la crisis.
Además se convirtió en un encuentro preparatorio de la cumbre promovida por el saliente presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que se concretará el 15 de este mes en Washington. Por primera vez se reunirán los jefes de gobierno de esos 20 países como un grupo de concertación de esfuerzos, en el caso actual, para aderezar la crisis financiera.
Los países que se suman a los siete más ricos son Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Turquía, además de Rusia y de la propia Unión Europea.
Su composición, definida tras las crisis financieras de los años 90, como las originadas en México, en el sudeste asiático y en Rusia que contaminaron a muchos otros países en desarrollo, puede ser cuestionada. Sufre quizás un desbalance entre América Latina, con tres representantes, Asia y África.
Pero va en una dirección ineludible de reconocer el peso de los estados emergentes, que son ahora la parte más sana y financiadora de soluciones para la crisis, que empezó en las naciones ricas y se debió a fallas en sus sistemas financieros.
Esos países del G-20 concentran 90 por ciento del producto bruto mundial, 80 por ciento del comercio y dos tercios de la humanidad. El grupo es informal y no tiene sede, su presidencia es ejercida cada año por un país distinto. Esta vez le toca a Brasil.
"Es válido" recurrir a ese grupo para buscar soluciones coordinadas, superando las encontradas iniciativas de un mes atrás que "evidenciaron la necesidad de coordinación", incluyendo países desarrollados y emergentes, evaluó el presidente de Sobeet.
En su opinión, esa crisis mostró que es necesario el diálogo entre numerosos países y, por eso, la amplitud del G-20 "no es un problema" sino que indica el camino para buscar soluciones, al incorporar estados que por sus avances económicos ganaron peso en el concierto mundial.
La fase más aguda de la crisis financiera "ya pasó", pero ahora "vienen los efectos en la economía real" y a eso es que los ministros y presidentes de bancos centrales le deben poner toda su atención, acotó Lima.
Para cuestiones netamente financieras se creó también en 1999 el Foro de Estabilidad Financiera que comprende, además del G-7 a Australia, Hong Kong, Holanda, Singapur y Suiza y también los organismos multilaterales vinculados a la regulación y supervisión de las finanzas.
Ese Foro no responde aisladamente al desafío presente porque no contempla la participación de los países emergentes, que hoy contribuyen con la mayor parte del crecimiento económico mundial, observó el ministro Mántega.
Se necesitaría una ampliación para, junto con el G-20, impulsar una "nueva gobernanza económica y financiera global", concluyó el ministro en su artículo.
En cambio, João Pedro Stédile, uno de los dirigentes del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil y de la internacional Via Campesina, se manifestó contrario a la ampliación del G-20 porque entiende que representa la cooptación de países emergentes para mantener el poder de los ricos y los desequilibrios mundiales.
Esos grupos no proponen cambios ni soluciones para el mundo y, por tanto, ahora sería el momento de reactivar o impulsar un nuevo movimiento de no alineados, reuniendo a los países en desarrollo, sostuvo el líder del movimiento campesino.