Los líderes de las 20 mayores economías mundiales reivindicaron como exitosa su cumbre del fin de semana en la capital de Estados Unidos, convocada para atender la crisis financiera internacional. En ámbitos clave aún reina el escepticismo.
La cumbre del Grupo de los 20 (G-20) acordó usar el gasto público para combatir la recesión, afianzar el control sobre los mercados, atacar el proteccionismo y reanimar las negociaciones hacia un acuerdo multilateral de comercio, hoy bloqueadas.
Los avances en la materia deberán ser analizados muy pronto, a fines de marzo próximo.
Los jefes de gobierno reiteraron sus compromisos con los Objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio y con la modernización de las instituciones financieras internacionales, en las que se deberá asignar más poder a países hoy con escasa representación.
Pero de la cumbre en Washington no surgió ninguna indicación sobre lo que significarán estas promesas, en un contexto de caos financiero y caída en picada de la asistencia internacional al desarrollo del Sur pobre.
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La delegación liderada por el presidente George W. Bush salvó su prestigio: el grupo de 20 naciones ricas y pobres evaluó, en la declaración final, que la catástrofe desatada desde Estados Unidos se debió a fallas en la regulación de los mercados en "algunos países avanzados".
El presidente francés Nicolas Sarkozy afirmó que tanto él como el resto de los gobernantes de la Unión Europea (UE), bloque que presionó por la celebración de una cumbre, obtuvo "virtualmente todo" lo que pretendía de la reunión.
La UE y sus miembros procuraban una mayor regulación de las empresas financieras. En ese sentido, la cumbre acordó instalar un "colegio de supervisores" para que los organismos de control de los países intercambien datos sobre firmas bancarias y de inversión que operan a través de las fronteras.
Sarkozy sugirió que el resultado de la cumbre va mucho más allá de sus resultados concretos: "Estados Unidos es aún la potencia mundial número uno. Pero, ¿es la única? No", dijo en una conferencia de prensa al cabo de la reunión.
El mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente en ejercicio del G-20, tuvo oportunidad de decir más o menos lo mismo sobre el Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia).
"Hablamos del G-20 porque el G-8 ya no tiene ninguna razón de ser. Las economías emergentes deben tomarse en cuenta en el mundo globalizado de hoy", dijo Lula.
Brasil y China derrotaron la oposición de algunos países occidentales y lograron el compromiso de aumentar el poder de decisión de las economías emergentes en el Foro de Estabilidad Financiera con sede en Suiza, en el que participan ministros de finanzas y representantes de bancos centrales.
La cumbre del G-20 también reafirmó las promesas de dar a los países en desarrollo más poder en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial.
Las deliberaciones del fin de semana ofrecieron a Bush la oportunidad de limpiar algo su imagen internacional, manchada por años de unilateralismo.
Sarkozy había propuesto considerar la crisis financiera en una cumbre del G-8, pero el presidente estadounidense reclamó abrir el diálogo hacia las economías emergentes y propuso celebrar una del G-20, que representa 80 por ciento de la economía mundial y dos tercios de la población.
"La primera decisión que debí tomar fue quién vendría a la reunión. Y, obviamente, decidí que debía ser el G-20", dijo a la prensa.
"Con tantas naciones de seis diferentes continentes, que representan distintas etapas de desarrollo económico, ¿sería posible alcanzar acuerdos, acuerdos sustantivos? Me complace informar que la respuesta a esa pregunta es: por supuesto", agregó.
No todos se mostraron convencidos al respecto.
"A pesar de los intentos de Bush, no debe sorprender a nadie que la cumbre de emergencia haya logrado pocos resultados en términos de soluciones sustantivas a problemas que van más allá de la amenaza inmediata al crecimiento global", consideró en su editorial el diario económico Business Standard, que se publica en Mumbai (ex Bombay), capital financiera de India.
"El Banco Mundial, el FMI, la Organización Internacional del Comercio (OMC), el Banco de Pagos Internacionales (BIS) y el Foro de Estabilidad Financiera son los cuerpos que deben atender estos problemas y tomar decisiones rápidamente", agregó el periódico indio.
"Y la OMC ha estado paralizada por los desacuerdos, y el FMI el Banco Mundial andan escasos de recursos. El BIS alertó sobre esta crisis, pero nadie escuchó. El G-20 puede tener un papel de amplia gama, dando buenas ideas, pero no puedo sustituir el trabajo" en esas instituciones, sostuvo Business Standard.
Por su parte, el diario madrileño El País consideró en su editorial que la declaración final de la cumbre "sólo propone principios genéricos de reforma del sistema financiero y líneas muy generales de actuación económica".
The Telegraph, de Londres, indicó que "la admisión de culpabilidad financiera del G-20 puede ser el primer buen paso para muchos".
El portavoz de la organización humanitaria Oxfam Internacional Gawain Kripke urgió a que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) asumiera un papel más activo. "Hay algunos vacíos importantes en el plan de acción" surgido de la cumbre, advirtió Kripke.
La ONU "debería jugar un papel de liderazgo en el desarrollo e implementación de propuestas para dar a esas medidas una base más profunda de transparencia, asunción de responsabilidades y representación", consideró.
Las negociaciones en la ONU ingresarán en una nueva fase la semana próxima, con su conferencia sobre financiamiento para el desarrollo en Doha, Qatar.
La próxima cumbre del G-20 se celebrará en abril. Para entonces, el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, estará instalado en la Casa Blanca y Gran Bretaña habrá asumido la presidencia del grupo.
