Los cadáveres de cinco jóvenes baleados fueron encontraron en un auto en una ruta del este de Venezuela, un turista francés es abatido en su yate en la costa caribeña, adolescentes mueren en medio de un tiroteo entre bandas en la capital del país y un taxista es asesinado en cualquier urbe.
Los casos se suceden en un calidoscopio que siembra el escalofrío en las familias de este país. "Ocho de cada 10 personas temen ser atacadas por la delincuencia en cualquier momento", dijo a IPS el sociólogo Roberto Briceño-León, director del no gubernamental Observatorio Venezolano de la Violencia.
Una encuesta del Observatorio realizada en 21 de las 24 estados de Venezuela mostró que "el miedo se ha generalizado, al punto de que 62 por ciento de las personas consultadas no se sienten seguras cuando están en su casa, 80 por ciento de ellas se consideran inseguras en la calle y 83 por ciento viajan con miedo en el transporte público", dijo Briceño-León.
La barriada de 23 de Enero es una combativa zona del oeste caraqueño, cuyo espinazo son medio centenar de edificios de viviendas de 15 pisos cada uno, dispersos entre colinas y hondonadas. Un sábado, a media tarde, murieron varios vecinos y otros resultaron heridos porque un presunto delincuente, para detener a contrincantes, lanzó una granada desde el piso 8.
En 23 de Enero se exhiben y hasta desfilan grupos con armas cortas y largas que se reivindican de izquierda e imponen su ley en sectores del barrio. En uno de ellos se erigió recientemente un busto al fallecido líder guerrillero colombiano Pedro Antonio Marín, conocido por su nombre de combate "Manuel Marulanda" o Tirofijo (1930-2008).
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Al otro lado de Caracas, en el humilde barrio La Dolorita, los vecinos incendiaron a fines de septiembre el módulo de la Policía Metropolitana, indignados porque un joven recibió tres disparos en el rostro cuando transitaba junto al establecimiento.
En el vecino barrio Carpintero, las motocicletas de tres policías fueron quemadas por enardecidos vecinos ante la indolencia policial frente a un caso de jóvenes heridos.
"Cuando queman un módulo, de alguna manera están linchando al gobierno. Es una reacción de grupos irascibles de la sociedad ante el problema de inseguridad, que se les fue de las manos a la autoridad", opinó Pablo Guzmán, un ex jefe de la policía judicial.
Una encuesta de la firma Keller de septiembre, concretada en 62 ciudades, mostró que para 46 por ciento de los consultados la delincuencia es el problema más grave, seguido del costo de la vida y del desempleo con distantes 16 y 15 puntos porcentuales.
Los homicidios son el más vistoso indicador de la inseguridad en este país de 27 millones de habitantes. En los primeros nueve meses de este año se registraron 9.653 asesinatos, según fuentes de la policía judicial, pero de esa cifra estarían excluidos los crímenes de violencia doméstica y los abatidos por "resistirse a la autoridad", según las fuentes.
Las cifras oficiales consolidadas de 2007 son de 13.156 homicidios para los nueve primeros meses de 2007, más 1.579 muertes por resistencia a la autoridad y otros 4.264 casos colocados bajo "averiguación", lo cual dio un total de 18.999 muertes por violencia.
"Si se suman todos los caídos, tenemos más de 60 asesinatos por cada 100.000 habitantes, y más de 95 por ciento de las muertes son causadas por balazos", advirtió ante IPS Luis Cedeño, investigador del no gubernamental Instituto de Investigaciones de Convivencia y Seguridad Ciudadana.
La disponibilidad de armas y municiones es uno de los factores que facilita y agrava la delincuencia.
Guzmán citó informes de la organización humanitaria Amnistía Internacional según los cuales puede haber seis millones de armas de fuego en manos de la población venezolana, y de ellas sólo 1,5 millones con tenencia legal.
También hay facilidad para hacerse con municiones. Muchos crímenes con visos de ajustes de cuentas se ejecutan con 30, 40 o más balazos sobre un individuo.
"Esas muertes con decenas de balazos muestran no sólo patologías o influencias de drogas, sino una actitud sumamente desafiante ante la ley y la impunidad reinante", dijo a IPS la criminóloga y ex jueza Mónica Fernández.
La policía allanó una fábrica clandestina de municiones este mes en el este de la capital e incautó miles de proyectiles.
Caracas tiene una tasa de 130 homicidios por 100.000 habitantes, pero si se computan todas las categorías de muertes por violencia, su tasa es superior a 160, según Cedeño.
La revista estadounidense de política internacional Foreign Policy escogió este mes como ciudades emblemáticamente peligrosas en el mundo a Caracas, en primer lugar, seguida de Ciudad del Cabo, la sudoriental estadounidense Nueva Orleans, Moscú y Port Moresby.
Cedeño compiló series históricas de estadísticas policiales y encontró que en los últimos 10 años en Caracas los homicidios se han incrementado 106 por ciento y los robos de automóviles en 143 por ciento, pero los delitos totales han bajado cerca de 20 por ciento y los robos en general en 21 por ciento.
"La explicación debe estar en las cifras negras. Los homicidios dejan su evidencia y los robos de vehículos se denuncian para cobrar el seguro y como previsión ante su uso para otros delitos, pero los pequeños hurtos y robos o los asaltos en un transporte colectivo o en una esquina son cada vez menos denunciados, por la impunidad reinante", opinó Cedeño.
En correspondencia con los estudios de Briceño-León, que dan cuenta de una generalización del delito y el miedo en el país, Cedeño muestra cómo la tasa de homicidios y robo de vehículos se ha incrementado por ejemplo en las plazas turísticas de la caribeña isla de Margarita y del andino estado de Mérida, en el sudoeste del país.
"La exclusión social, las drogas y el auge de las armas de fuego explican que la tasa se mantenga, pero el notorio exceso tiene su explicación en factores institucionales y políticos ", sostuvo Briceño-León.
En su opinión, "la tolerancia a la impunidad anima la permisividad". "A los potenciales delincuentes no se les hace saber que frente a un delito habrá una respuesta" y, además, "el lenguaje confrontacional, agresivo y, más recientemente, soez, del presidente Hugo Chávez, contribuye como una referencia".
Para Magaly Huggins, profesor de psiquiatría y psicología en la Universidad Central de Venezuela, "la violencia es una suerte de líquido amniótico en el que flota Venezuela. Ha recrudecido y se nutre, en primer lugar, del discurso confrontacional del presidente". "Mientras ese discurso guíe la vida venezolana, la violencia seguirá escalando", añadió.