La meridional región de Alentejo, una de las más pobres de Portugal, puede convertirse en el puerto de abrigo para unos 30.000 inmigrantes y trabajadores nacionales desempleados.
A primera vista, la necesidad de mano de obra foránea en una zona del país con alto índice de desocupación podría parecer paradojal, pero al hacer un estudio de las necesidades de grandes obras en la región se concluye que la mano de obra calificada es escasa.
Estas son las conclusiones principales a las que llegó Maria Ioannis Baganha, investigadora del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra.
El rostro clásico del desempleo en Alentejo es de sexo femenino, sin formación profesional en un oficio determinado y de edad avanzada.
Exactamente lo opuesto al perfil requerido en las ofertas de trabajo en grandes obras de construcción de represas hidroeléctricas, puentes, puertos, carreteras, aeropuertos, centrales solares y eólicas para la producción de energías alternativas renovables y el duro trabajo agrícola en vendimias, recolección de aceitunas y de naranjas.
Según la investigadora, las necesidades de mano de obra en esa región, ubicada al sur del río Tajo, que desemboca en el océano Atlántico en Lisboa, serán suplidas principalmente con extranjeros con residencia regular en Portugal, pero que debido a la "prolongada recesión económica de la construcción civil", habían cruzado la frontera hacia España en busca de trabajo.
Debido a que la crisis de la actividad llegó ahora también a España, los inmigrantes de los miembros más nuevos de la Unión Europea (UE) y de otros países de Europa central y oriental se encuentran de regreso en Portugal, en especial rumanos, que se destacan por ser los que más recorren el espacio comunitario para conseguir puestos laborales.
En gran parte, este regreso es motivado por las seguridades dadas por el primer ministro de Portugal, el socialista José Sócrates, en términos de que pese a la crisis económico-financiera mundial este país no dejará de cumplir su plan de obras públicas.
Al sur del Tajo, Sócrates garantizó que tal como está planificado, en 2009 se comenzará el trabajo para los mega proyectos de las construcciones de los nuevos aeropuertos de Lisboa y Beja, del Tren de Gran Velocidad (TGV, por sus siglas del francés), ampliación del puerto y refinería de Sines y los sistemas de regadío de la represa de Alqueva, el mayor lago artificial de Europa.
En el período 2008-2017, en todo el territorio nacional serán invertidos en grandes obras un total de 41.000 millones de dólares.
Las tajadas mayores irán para el TGV, con 9.750 millones de dólares, para carreteras y autopistas rápidas se destinará 9.000 millones, proyectos sobre Agua y Ambiente tendrán 7.200 millones, Energía Renovables, a las que les serán destinados 6.400 millones, y el Aeropuerto de Alcochete, Lisboa, que costará 4.000 millones de dólares.
En una conferencia sobre inmigración realizada a mediados de octubre en Beja, capital del Bajo Alentejo, se lanzó el alerta sobre probables tensiones sociales y la aparición de viviendas precarias con la llegada de los casi 30.000 inmigrantes que son esperados a corto plazo en la región para suplir las carencias de mano de obra, en su mayoría procedentes de Rumania, Ucrania y Bulgaria.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) divulgó en septiembre un informe con datos de 2006, en el cual señala que Portugal está entre los países que registraron mayor aumento de nuevos extranjeros en términos proporcionales, a la par de Dinamarca, Irlanda y Suecia.
En el caso de este país, el principal motivo no fue la búsqueda de trabajo sino reunirse con la familia que ya se encontraba en Portugal, una actitud que marcó en especial a los ucranianos, estima la OCDE, en la que se congregan todos los países industrializados junto a varios emergentes.
Entre los nuevos inmigrantes en busca de empleo se destacan en primer lugar los brasileños (uno de cada cuatro trabajadores extranjeros), seguidos por los ucranianos, caboverdianos y moldavos.
En 2006 estaban registrados oficialmente en el Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF) 435.000 inmigrantes documentados en Portugal, que tenía una población de 10,2 millones de personas.
Sin embargo, las asociaciones de solidaridad con los inmigrantes estiman que al unir a este número la cantidad de indocumentados, la cifra alcanza a unos 620.000, porcentualmente una de las más altas de Europa.
Las tres principales comunidades de inmigrantes, en orden descendiente, son la brasileña, la caboverdiana y la ucraniana.
También en Alentejo se repite este orden, ya que la mayor parte de los extranjeros son brasileños, una realidad que según los expertos reunidos en Beja tendrá una tendencia hacia el aumento y a los que se unirán portugueses desempleados de otras zonas del país
Según las cifras del SEF, tras la comunidad brasileña, la más representativa en el distrito son las colectividades ucraniana, rumana y búlgara.
El SEF sólo refiere números oficiales, ya que no es norma de un cuerpo de policía dependiente del Ministerio de Interior divulgar estimaciones sobre indocumentados, pero en últimas declaraciones al diario Público, de Lisboa, Alberto Matos, de la Asociación Solidaridad Inmigrante, sostuvo que a las cifras "legales" es necesario "juntar otro tercio".
Esta apreciación fue corroborada a IPS por el presidente de la Asamblea General de la Casa do Brasil, Eduardo Tavares de Lima. "No sólo con respecto a Alentejo, sino a todo Portugal, donde los números oficiales hablan de unos 80.000, pero en verdad, aquí residen unos 120.000 brasileños", afirmó.
Tavares de Lima recordó que, "debido a la facilidad del idioma común, la mayoría de los brasileños en Portugal tradicionalmente encontraron trabajo fácilmente en comercio y servicios, pero poco a poco fueron ampliando su espectro hacia la construcción civil y la agricultura".
En la reunión de Beja, Ioannis Baganha alertó sobre las consecuencias de un previsible choque cultural, que según la investigadora podrá "agravar la tensión social" entre los habitantes de la región y los inmigrantes, que podría traducirse en "un problema grave, de difícil solución".
La construcción de la represa y central hidroeléctrica de Alqueva, entre 1998 y 2005, ocupó mayoritariamente a inmigrantes africanos de lengua portuguesa, procedentes de Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, pero una vez concluidas la obra dejaron la zona hacia otras regiones de Portugal.
Antonia Baião, dirigente de una cooperativa de apoyo a los emigrantes en Alentejo, relató a Público que, a diferencia de los luso-africanos, muchos otros, provenientes de los países del desaparecido bloque socialistas de Europa, sobretodo rumanos, que "se quedaron viviendo en estos montes, seducidos por las oliveras y los naranjales".