El pequeño Portugal no resistió las fuertes presiones de las potencias que impulsaron y garantizan la independencia de Kosovo y este miércoles sumó su reconocimiento a la declaración de esta provincia serbia de constituirse como un nuevo Estado enclavado en el mosaico multiétnico de los Balcanes.
La postura inicial de Lisboa, tras la proclama de Kosovo del 17 de febrero, fue de oposición a cualquier "declaración unilateral de independencia, contraria al derecho internacional", una visión compartida, entre otros, Chipre, Eslovaquia, España, Grecia y Rumania, todos socios en la Unión Europea (UE).
Entre los 192 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 144 no han reconocido la independencia de la provincia rebelde serbia, entre las que se cuentan Rusia, China, Brasil y España, estos dos últimos determinantes en la política externa lusa.
Los analistas y directores de los principales periódicos del país, hacen en sus columnas de este miércoles especial hincapié en que el gobierno de Portugal, si bien durante ocho meses se mostró contrario a la disgregación de Serbia, no podía seguir resistiendo a las presiones ejercidas sin tapujos por Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia y Gran Bretaña.
El presidente luso, el conservador Aníbal Cavaco Silva, en varias oportunidades se mostró contrario a reconocer la independencia, pero su opinión fue desestimada en la víspera, cuando el canciller Luís Amado explicó el cambio de postura porque "es de interés del Estado portugués proceder al reconocimiento del Kosovo".
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Desde comienzos de este mes, los analistas locales comenzaron a vaticinar que el primer ministro socialista José Sócrates no podría resistir a las fuertes presiones ejercidas por Estados Unidos y las cuatro mayores potencias económicas de Europa.
Durante un debate parlamentario que se prolongó hasta la noche del martes, visiblemente molesto por las críticas de varios diputados, que inclusive pidieron al canciller "contención verbal" en sus respuestas, Amado calificó de "insinuaciones insidiosas" las acusaciones de ceder a presiones internacionales.
Como argumento para este súbito viraje, Amado recordó que la independencia del Kosovo es "irreversible" y que ya había sido reconocida por 47 países, y que 21 de ellos son miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de la UE.
Kosovo fue formalmente provincia de Serbia, aunque administrada por la ONU, hasta que un gobierno local apoyado por la mayoría albanesa del territorio declaró la independencia el 17 de febrero.
Sin embargo, lo que el canciller calificó de "insinuaciones insidiosas", este miércoles son el condimento esencial de la prensa de referencia.
"La cuestión del Kosovo, lejos de ser consensual en la sociedad portuguesa, confirma entretanto, que en la política europea las naciones dominantes se sobreponen a los pequeños países como Portugal", apunta el editorial de Diario de Noticias, decano de la prensa lisboeta.
Según el periódico, de esta forma queda patentado que "el principio de la igualdad, que consta en los tratados (de la UE), se han ido transformando en letra muerta".
"El reconocimiento de la independencia unilateral del Kosovo por el gobierno portugués, le retira fuerza argumentativa para cuestionar la acción militar emprendida por Moscú en el Cáucaso, de la cual resultaron otras dos independencias unilaterales: la de Osetia del Sur y Abjasia", añade, en referencia a las dos territorios separatistas de Georgia.
El común denominador de los varios análisis indica que el Kosovo crea un precedente para la multiplicación de situaciones peligrosas semejantes de un extremo a otro de Europa, en especial en la vecina España, con la explosiva cuestión de las nacionalidades.
Desde el fin de la guerra de la OTAN contra Serbia en 1999, el equilibrio en esa región se obtuvo merced de reglas básicas del derecho, permitiendo a un país ser independiente en un contexto de consenso inequívoco de la comunidad internacional.
A este respecto, Diario de Noticias asevera que "no es eso lo que ha ocurrido en Kosovo, ya que la requerida independencia no fue reconocida por la ONU" .
Luisa Meireles, analista de temas internacionales del semanario Expresso, de Lisboa, señala en la edición electrónica de este miércoles que "se deduce que son claras las fuertes presiones sufridas" y las razones de Amado "derivan del pragmatismo y de la más pura real politik"
No obstante, "confieso que me gustaba más la otra faceta de la diplomacia portuguesa: aquella en que durante siete meses pudo proclamar su independencia de espíritu, mostrando con su no reconocimiento que no había concordado con el proceso".
Pero el complicado ajedrez de la diplomacia siempre se ha jugado en más de un tablero.
El canciller desde el inicio del proceso de separación de Kosovo de Serbia "dijo que, a su tiempo, Portugal sabrá evaluar la situación. Fue ahora, se acabaron las ilusiones", concluye Meireles.
En términos duros, el historiador José Pacheco Pereira, ex diputado del Partido Socialdemócrata, de orientación conservadora pese a su nombre, fustiga a su propio partido y al gobernante Partido Socialista por consentir "el reconocimiento de la independencia del Kosovo, una decisión errada, en una secuencia desastrosa de decisiones erradas".
En amplio artículo que ocupa una página completa del diario Público de Lisboa, el político y académico asevera que este tipo de decisiones "conducen a un callejón sin salida y a agravar las condiciones de inestabilidad en Europa central y oriental".
Cuando se reconoce a Kosovo, se está en verdad reconociendo "un protectorado de Estados Unidos y de la UE, otro país independiente, sin viabilidad económica, sin autonomía política en relación a sus patrones, centro de uno de las más prolíferas encrucijadas de tráfico de todo: mujeres, drogas, armas, mercenarios para todos los terrorismos, sede de todas las mafias que comercian esos productos".
Todo comenzó con el desmembramiento de los Balcanes, en la primera parte de la década del 90, con la gran responsabilidad que cabe a Estados Unidos y a Alemania, sostiene Pacheco Pereira.
"Fue Alemania que decidió unilateralmente reconocer a los países que se separaron de Yugoslavia, retomando además lazos tradicionales que venían de la Segunda Guerra Mundial", en alusión a la República Croata de Ante Pavelic, protegido de Adolf Hitler. La decisión de Alemania "precipitó la guerra civil y las limpiezas étnicas, que un poco en todos lados, se verificó con las masacres que las acompañaban, incluida la poco recordada limpieza étnica de los serbios de Krajina, y no de croatas, de bosnios o de kosovares: como se trató de serbios, a nadie le importó un bledo".
El historiador es contrario al reconocimiento de Kosovo, "porque en los Balcanes, estas heridas pueden conocer momentos de aparente cicatrización, pero también tienen una larga historia de supurar de nuevo".
Otra voz crítica es la de André Freire, profesor universitario de Ciencias Políticas y columnista habitual de Público, para quien Kosovo es "el colapso de una cierta idea de Europa".
El reconocimiento de la independencia de Kosovo "inaugura una nueva era de la política externa europea, donde además de los valores fundamentales como la legalidad internacional, se une el sentido del hard power (del más fuerte), lo que no me parece un camino adecuado para proyectar Europa en el mundo", explica el académico.
Freire rebate los argumentos de mayoría étnica que justifiquen la independencia, que sólo se explican con una razón de fuerza: Kosovo como instrumento de Estados Unidos para debilitar la influencia de Rusia en los Balcanes.
En cuanto a las raíces de la nacionalidad mayoritaria en esa región, "desde los siglos XIII y XIV, fue la vieja Serbia y solo a fines del siglo XVIII , durante las guerra entre Austria -Hungría y Turquía, dejó de ser habitada por una mayoría de serbios, obligados a huir de las embestidas de los otomanos", que instalaron allí a los albaneses.
Con el reconocimiento a Kosovo puede decirse que la política de la UE "entra en una nueva era, anclada sobretodo en la fuerza y no más en la legalidad y en los valores", concluye Freire.