La crisis financiera iniciada esta vez en Estados Unidos evidencia, más que cualquier otra anterior, la distancia que separa el mundo del capital del ciudadano común, especialmente en los países en desarrollo.
El grueso de la población en los países sudamericanos aún no siente los efectos del pánico que cunde entre los que poseen inversiones en las bolsas de valores, en grandes empresas o en el exterior. Pero los noticieros asustan a todos, por la magnitud de los datos y las experiencias ya vividas.
En Brasil, la moneda local (real) se devaluó 31,6 por ciento desde agosto y la Bolsa de Valores de São Paulo acumula una caída de 20 por ciento en octubre y de 44,2 por ciento desde el comienzo de este año. Algún día, según los expertos, tales índices se convertirán en inflación, desempleo y agravamiento de llagas sociales.
Se repite así en Brasil la enorme volatilidad de crisis anteriores. Parte de la caída de la bolsa se debió a que empresas industriales también especularon con otros valores, especialmente en el mercado cambiario.
Tres grandes firmas industriales divulgaron pérdidas de 4.900 millones de reales (unos 2.200 millones de dólares) por haber apostado a la continuidad de la sobrevaluación del real. Se teme que otras empresas tengan su solidez desmentida por esas dañosas operaciones.
[related_articles]
La aventura se debió en buena parte a la política cambiaria del Banco Central de Brasil, que favoreció una fuerte sobrevaluación monetaria local, lo cual redujo la competitividad de la industria brasileña.
De casi cuatro reales por dólar a mediados de 2002, cuando la inminencia del triunfo electoral del entonces izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva atemorizó el mercado, el tipo de cambio pasó a 1,56 reales por cada dólar el 1 de agosto pasado. Desde entonces, el real se devaluó aceleradamente y hoy el dólar se cotiza en este país a 2,31 reales por unidad.
Esa volatilidad se debe a la "excesiva valorización anterior", debido a la elevación también excesiva de las tasas de interés fijadas por el Banco Central, que atrajo mucho capital especulativo al país, explicó a IPS Carlos Thadeu de Freitas, ex director de esa misma entidad emisora.
El vuelco cambiario de los últimos meses, una "corrección" según muchos economistas, restablece la competitividad de la industria, pero aumentará la inflación que está en 6,25 por ciento anual, casi en el límite de tolerancia de la política de metas al respecto adoptada por el gobierno.
Se teme que, por eso, el Banco Central siga aumentando su tasa de interés, actualmente en 13,75 por ciento, la más alta del mundo, acentuando la desaceleración de la economía. De todos modos, los especialistas aún prevén un crecimiento del producto interno bruto de tres a 3,5 por ciento en 2009, frente a cinco por ciento este año.
El agravamiento de la crisis en todo el mundo industrializado hizo que el presidente Lula reconociera finalmente que este país sufrirá daños, después de desdeñarlos inicialmente y sostener que sería poco afectado. Su par de Venezuela, Hugo Chávez, también admitió, después de festejar la decadencia del capitalismo, que tampoco "somos inmunes".
La contaminación de los países latinoamericanos puede ocurrir por variadas vías. México, el Caribe y América Central son obviamente vulnerables por la gran dependencia respecto de Estados Unidos, ya sea por el comercio o por las remesas de dinero que envían sus emigrantes, que se reducirán rápidamente.
En Venezuela, el talón de Aquiles es el petróleo. "Si el precio del crudo no se estabiliza en un entorno mínimo de 80 dólares por barril vendrá una severa reducción de ingresos" de divisas, advirtió a IPS el economista Pedro Palma, director de Metroeconómica, empresa de consultoría.
Pero el impacto de la crisis en la vida cotidiana de ese país tardará más que en otros lugares por la fuerte presencia estatal en la economía bajo gestión que prioriza aspectos políticos. Cuando ocurra, a mediano plazo, será grave porque las exportaciones petroleras, que suman unos 44.000 millones de dólares anuales, equivalen a 20 por ciento del producto bruto interno.
La menor disponibilidad de divisas forzará a "empresas, ahorristas y consumidores a volcarse hacia un dólar paralelo, hoy más caro, con impacto en la inflación", vaticinó Palma.
Actualmente la inflación en Venezuela llega a 30 por ciento anual, la más alta de América, y en el cambio paralelo el dólar cuesta cerca de cinco bolívares por unidad, mientras la cotización fijada oficialmente es de 2,15 bolívares.
Las dificultades venezolanas, además, pueden ampliar los efectos de la crisis en unas 15 naciones que reciben su ayuda petrolera, que llega a unos 200.000 barriles diarios a precios favorecidos. Si la crisis gana las dimensiones anunciadas "muchos de los planes de cooperación se vendrán abajo", advirtió Álvaro Silva, ex ministro de Energía de ese país.
En cuanto a Argentina, los impactos en cadena son los que más preocupan a los empresarios locales. Ese país será duramente afectado por la posible desaceleración económica de Brasil, su principal socio en el comercio y en el Mercado Común del Sur (Mercosur), que también comparten con Paraguay, Uruguay y Venezuela en proceso de adhesión plena.
La temida "invasión" de productos industriales brasileños, que ya provocó conflictos en el pasado, puede repetirse ante una depreciación del real mayor que la del peso argentino.
Eso agravaría el desbalance en el comercio bilateral, que ya era creciente. En enero-agosto de este año Brasil logró un superávit de 3.570 millones de dólares, 40 por ciento superior al del mismo período de 2007.
Pero "Argentina no aparece como un país directamente afectado" por la crisis financiera mundial, ya que su "economía real" no muestra ningún dato adverso, evaluó Mariano Lamothe, de abeceb.com, una consultora económica de Buenos Aires. "Brasil devaluó (su moneda), pero no nos va a dejar de comprar ni dejará de crecer de un día para el otro", señaló a IPS.
Lamothe admitió, empero, "malas expectativas y una gran incertidumbre", con aumento de las tasas de interés y depreciación del peso, y el encarecimiento del crédito que reducirá el consumo y las exportaciones. Sin embargo, mantuvo su convicción de que no hay el "riesgo de una corrida" (retiro masivo de depósitos) a los bancos ni la temida "invasión de (productos) importados".
Reconoció que, en el campo de las ideas, esta crisis "rompió toda lógica" y que "la ingeniería financiera falló y la ortodoxia no está dando soluciones". "Hay una gran desorientación", concluyó.
* Aporte de Marcela Valente (Argentina) y Humberto Márquez (Venezuela)