Las cárceles de Birmania se han llenado de monjes budistas. Al menos 136 están hoy tras las rejas, la mayoría en la tristemente célebre prisión de Insein, en Rangún.
Es la mayor cantidad de monjes que hayan sido mantenido presos al mismo tiempo por el régimen militar, según activistas exiliados.
Las autoridades tratan a los monjes como a cualquier otro preso, señaló Aung Kyaw Oo, de la Asociación de Ayuda a los Prisioneros Políticos en Birmania, integrada por ex presos políticos que controlan las actividades dentro de la vasta red de cárceles del país.
También hay informes de torturas, señaló Aung Kyaw Oo entrevistado por teléfono desde Mae Sot, poblado tailandés en la frontera con Birmania donde tiene su sede la Asociación.
"Muchos de los monjes que han protestado por el tratamiento recibido han sido pateados y golpeados con palos y con los puños. Algunos tienen sus tobillos con grilletes de hierro", relató.
[related_articles]
Las autoridades los acusan de convocar las protestas pacíficas contra el gobierno por las calles de Rangún y otras ciudades en septiembre de 2007. En total, 1.004 personas fueron arrestadas por razones políticas desde las manifestaciones, una cantidad sin precedentes en los últimos dos decenios.
Hasta las protestas, de las cuales esta semana se cumple un año, había 1.150 prisioneros políticos, algunos de ellos por cargos falsos o incluso desde 1989, según la organización Amnistía Internacional. "Ahora hay más de 2.100. Se duplicaron en un solo año", señaló.
Las protestas se desataron luego que la junta militar gobernante elevara repentinamente en agosto de 2007 los precios del combustible, agregando otro motivo de padecimiento económico a la población.
Durante casi una semana de septiembre del año pasado, miles de monjes lideraron una procesión en la que entonaron la plegaria "metta sutta", o Himno del Amor Universal.
Pero el 26 de septiembre, la junta reprimió con ferocidad, lanzando a las fuerzas de seguridad contra los monjes y las multitudes a las que éstos lideraban.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que al menos 31 personas fueron asesinadas y 74 resultaron desaparecidas. Pero organizaciones de la oposición sitúan la cifra de víctimas en cientos, monjes incluidos.
No son nuevos los abusos de la junta contra el clero, a pesar de la profunda tradición budista del país, donde 85 por ciento de la población sigue esta fe.
Los monjes budistas ya fueron víctimas de una brutal ofensiva en 1990, cuando salieron a protestar luego que el régimen se negara a reconocer el resultado de las elecciones generales de ese año. Desde entonces, 212 monjes fueron encarcelados.
Un patrón similar también está actuando en los juicios secretos a los que se comenzó a someter a los monjes presos.
Estos se realizan en los tribunales especiales instaurados dentro de la prisión de Insein. Hasta ahora, 46 monjes han comparecido en estos juicios, lejos del escrutinio público. Entre los acusados figura U. Indika, abad del monasterio Maggin de Rangún, punto álgido de la actividad disidente el año pasado.
"U. Indika y otro monje comparecieron en la prisión Insein de Rangún (el viernes 19), según familiares de los clérigos detenidos. Afrontan numerosos cargos penales por su involucramiento en las protestas", informó The Irrawaddy, revista de actualidad publicada en el norte de Tailandia por periodistas birmanos exiliados.
Los monjes, algunos de los cuales carecen de acceso a abogados, fueron acusados bajo la Sección 295 del código penal por "acto deliberado y malicioso de ultrajar los sentimientos religiosos" e "insultar las creencias religiosas". La Sección 505 del código penal culpa a los monjes de emitir "declaraciones que inducen a la agitación pública".
"Lo que está ocurriendo es una gran violación de los derechos de los monjes presos", sostuvo Aung Htoo, secretario general del Consejo de Abogados de Birmania.
Habitualmente "a los monjes se les permite usar sus togas y seguir sus rituales en prisión. Pero esto no está ocurriendo, porque han sido forzados a despojarse de sus togas y a usar el uniforme carcelario, y no están recibiendo los alimentos que necesitan en el momento correcto", agregó.
"Las autoridades violan las normas procesales y las penitenciarias. Necesitamos presionar al régimen para por lo menos cumplir con las leyes nacionales, aunque ignore los derechos humanos consagrados a nivel internacional", señaló en una entrevista.
"Estas violaciones ocurrieron antes, pero se hizo poco para desafiarlas. No podemos ignorar la actual situación porque nunca hubo tantos monjes presos como ahora", añadió.
Los militares de Birmania, que gobiernan al país con mano de hierro desde 1962, están sembrando indignación entre el público por su abuso del clero. Muchos "quieren hacer algo. El régimen será maldecido por esto", dijo un maestro residente en Rangún que pidió no ser identificado.
La junta, sintiendo la posible indignación reinante para señalar la ofensiva contra los monjes durante la protesta del año pasado, responde con una mayor seguridad en Rangún y otras ciudades que tienen un clero políticamente activo.
Después de todo, el clero budista birmano, constituido por unos 400.000 monjes, sigue siendo la única institución en el país con poder de desafiar a las gobernantes fuerzas armadas, que tienen una cantidad similar de soldados.
"La seguridad en torno de importantes pagodas y monasterios en Rangún y Mandalay ha sido reforzada. Hay más tropas controlando el movimiento de la gente. La situación se ha vuelto tensa. La junta está preocupada de que pueda ocurrir algo de nuevo, liderado por los monjes", dijo el experto en seguridad Win Min, que da clases en una universidad del norte de Tailandia.