Un informe del Ministerio de Defensa de Australia, sobre maltratos de civiles afganos por parte de soldados de este país, socava los esfuerzos occidentales para ganar las mentes y los corazones de esa nación ocupada militarmente y devastada por la guerra.
"Nuestra gente esta patrullando muy lejos de su base", afirmó el ministro de Defensa australiano, Joel Fitzgibbon, en respuesta a las críticas generadas por el informe sobre los abusos de civiles afganos.
"Es lamentable que haya algunas sensibilidades culturales, pero estamos en guerra en Afganistán contra gente que no se detendrá ante nada para reinstaurar un régimen en el que los derechos humanos no existen", agregó Fitzgibbon.
Australia es uno de los países que sumó tropas a la coalición occidental liderada por Estados Unidos que invadió Afganistán y desplazó del poder a las milicias islamistas Talibán en 2001, tras los atentados que acabaron con 3.000 vidas en Nueva York y en Washington el 11 de septiembre de ese año.
El 29 de abril, tras un combate para "limpiar" un complejo en la provincia de Oruzgan, cuatro hombres, supuestamente combatientes talibanes, fueron tomados prisioneros.
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Según las denuncias contenidas en el informe, los detenidos, entre ellos un hombre de 70 años y otro con su pierna izquierda amputada a la altura de la rodilla, fueron empujados contra un muro dos o tres veces y golpeados con un palo.
Soldados afganos declararon que los detenidos "fueron desnudados, golpeados y maltratados".
El coronel australiano D.K. Connery, quien estuvo a cargo de la investigación, señaló, sin embargo, que la pesquisa "no encontró evidencia creíble sobre abuso de prisioneros".
Connery sugirió que los soldados afganos "se oponían a que 'infieles' trataran a musulmanes y que no creían que un anciano y un hombre con una pierna amputada pudieran ser miembros del Talibán".
Asimismo, indicó, los afganos podrían haberse sentido más indignados por el hecho de que las tropas australianas mantuvieran a los prisioneros en corrales "que habían sido empleados antes para guardar perros".
Este detalle indignó a la comunidad musulmana en Australia, ya que su religión considera que los perros son "impuros".
El portavoz del Alto Consejo Islámico de Australia, Mohamed Mehio, condenó esa práctica, argumentando que corrales para perros no son aceptables para musulmanes o seguidores de otras creencias.
El embajador de Afganistán en Australia, Amanullah Jayhoon, también se quejó.
Fitzgibbon afirmó que las acciones de las tropas australianas no violaron las disposiciones de la Convención de Ginebra. También puso en duda que el lugar de detención hubiera sido utilizado con anterioridad como alojamiento para perros, a pesar de lo señalado en el informe.
Pero, señalan algunos observadores, prácticas que pueden resultar aceptables en Australia son vistas con otros ojos por los afganos, cuando las conducen, fundamentalmente, fuerzas de ocupación.
El informe se conoció en un momento especialmente tenso entre las autoridades afganas y las fuerzas de ocupación.
El país está sufre el periodo más sangriento desde el derrocamiento del régimen talibán, como consecuencia de la invasión de 2001. El gobierno del presidente Hamid Karzai acusó a las fuerzas de ocupación de matar a más de 500 civiles en lo que va del año.
A fines de agosto hubo protestas públicas en Kabul, la capital afgana, que incluyeron bloqueos de carreteras, por la muerte de una familia de cuatro miembros, que incluía a dos niños. Otros cuatro niños murieron en un ataque de artillería de las tropas occidentales, que también dejó siete heridos.
Estos incidentes se sumaron a informes sobre un gran número de bajas civiles durante un ataque aéreo a la localidad de Herat.
El gobierno de Karzai señaló que docenas de civiles murieron, mientras que, según la Organización de las Naciones Unidas, alrededor de 90 personas perdieron la vida, entre ellas 60 niños. Para Estados Unidos, el número se limita a cinco.
Analistas señalan que las fuerzas occidentales afrontan una dura batalla para ganar las "mentes y corazones" de los afganos. Creen que las diferencias culturales deben ser tomadas en cuenta cuando se libra una guerra de guerrillas como la que está en curso en Afganistán.
Opinan, asimismo, que ganar las "mentes y corazones" de los civiles será un punto clave para legitimar al gobierno afgano que cuenta con el apoyo de las potencias occidentales.