La segunda isla más grande de Venezuela, La Tortuga, sobre el mar Caribe, puede convertirse en área de preservación si progresan esfuerzos de ambientalistas y parlamentarios.
La isla "tiene importancia estratégica, científica, geográfica, con un ecosistema único y frágil, que puede ser devastado por la acción humana comercial o turística", dijo a Tierramérica Alberto Boscari, presidente de la Fundación La Tortuga, una organización ambientalista consagrada a la defensa del área marítima venezolana.
Para eso se propone "crear la figura de área de preservación, más allá de la de monumento natural, para resguardar no sólo su belleza escénica y geológica, sino también los ecosistemas", señaló Julio García Jarpa, vicepresidente de la Comisión de Ambiente de la Asamblea Nacional (parlamento).
La declaratoria de área de preservación depende de la Asamblea, donde hay apoyo. Pero esa figura no está prevista en la Ley del Ambiente, por eso la Comisión espera el resultado de reuniones con entidades gubernamentales involucradas.
La Tortuga, de 155 kilómetros cuadrados, a 72 kilómetros de tierra firme y a mitad de camino entre Caracas y la nororiental isla de Margarita, la mayor del país, es una formación de la era cuaternaria, con predominio de rocas calizas de origen coralino, vegetación xerófila y sin población permanente o actividad económica propia.
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El nombre de la isla se debe a que los conquistadores europeos de la expedición de Alonso de Ojeda y Américo Vespucio en 1499 observaron en sus costas gran cantidad de tortugas. Quinientos años después, todavía es zona de desove y refugio de estos quelonios y su forma, vista desde el aire, se asemeja a la caparazón de una tortuga.
El biólogo Pedro Vernet dijo a Tierramérica que las cuatro especies propias del Caribe sur visitan sus playas: carey (Eretmochelys imbricata), cardón o laúd (Dermochelys coriácea), verde (Chelonia mydas) y caguamo (Caretta caretta), todas en peligro de extinción.
Pescadores artesanales improvisan enramadas para acampar brevemente en la isla, donde se detienen también pescadores deportivos. Por contraste con Margarita, principal destino turístico de Venezuela y con abundantes áreas verdes, La Tortuga nunca tuvo albergues permanentes, por estar deshabitada y carecer de agua dulce.
El Ministerio de Turismo la incluyó en planes de desarrollo en los últimos años. En 2005, autoridades turísticas llevaron a la isla al vicecanciller italiano de entonces, Giampaolo Bettamio, para interesarlo en orientar inversiones hacia allí.
Un plan del Ministerio preveía construir en el sur de la isla un muelle, un aeropuerto, vialidad, servicios básicos, una planta desalinizadora, red para aguas servidas, tanques de almacenamiento, incineradora de desechos, un centro poblado, 50 unidades turísticas sustentables, 200 habitaciones en hoteles y 100 en posadas.
Algunos funcionarios hablaron del potencial de la isla para instalar un campo de golf.
Eso "significaría sencillamente la destrucción de la isla, por cuanto se dinamitarían o destruirían las formaciones calizas y se afectaría los frágiles ecosistemas, la flora de su superficie y costas y la fauna endógena, así como la riqueza de tortugas, peces y mariscos en sus cercanías", apuntó Boscari.
Pero el Ministerio archivó ese plan y no ha vuelto a considerarlo, señaló a Tierramérica una fuente de ese despacho. Además, desde que se hicieron esos estudios cambió la titularidad de la cartera.
En La Tortuga "detectamos 57 especies vegetales, algunas endémicas y restringidas (como el cactus Opuntia curassavica), que pese a las adversidades climáticas, como la acción desecante y abrasiva de los vientos alisios y las lluvias escasas, se han adaptado, florecen, fructifican y sirven de hábitat a especies animales", dijo Boscari.
La formación de manglares es esencial para fijar las arenas, aunque algunas áreas presentan las llamadas dunas vivas o en formación constante, albergar nidos de aves acuáticas, producir alimento para especies marinas y criaderos de esponjas, moluscos y peces, señaló la Fundación en un informe a la Asamblea.
En la isla se identificaron 33 especies de aves, algunas migratorias, incluida el cuclillo norteamericano (Coccyzus americanus) y una endémica, el perico cara sucia (Aratinga pertinax tortuguensis). El pelícano pardo (Pelecanus occidentalis) anida allí en temporada distinta a sus congéneres del continente.
Otro biólogo de la Fundación, Alfredo Morales, destacó que las playas son "un ambiente marino costero no estabilizado, formado por la acumulación de material coralino (corales muertos), restos de conchas, moluscos y piedras, con una dinámica que no debería ser alterada" si se pretende su preservación.
"Cualquier desarrollo turístico, con la fragilidad del ecosistema, provocaría emigración de la fauna y no permitiría la llegada de las tortugas marinas. Estamos contra esa propuesta de uso porque La Tortuga debe explotarse con fines científicos", agregó.
El turismo de pequeñas embarcaciones recreativas "podría regularse y controlarse con alguna presencia militar" en la isla, matizó.
Los ambientalistas también llamaron la atención sobre restos arqueológicos que atestiguan el paso por la isla de pobladores americanos desde hace unos 1.800 años, y sobre la pesca excesiva en áreas marinas adyacentes.
La isla confronta la Fosa de Cariaco, depresión marina en el oriente venezolano de varios miles de kilómetros cuadrados y 1.435 metros de profundidad, cuyas aguas carecen de oxígeno bajo los 250 metros.
La Fosa es una formación única en el mundo porque actúa como contenedor donde es posible la cuantificación de materia orgánica y el intercambio de carbono en la columna de agua con la atmósfera y el fondo.
"Nuestra búsqueda de preservación para La Tortuga se orienta por la noción de que los sistemas marino-costeros son en definitiva los más impactados por la actividad humana", aseveró Boscari.
García Jarpa apuesta por acuerdos entre las autoridades que permitan una nueva norma destinada a proteger la isla.
* Este artículo fue publicado originalmente el 30 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.