Mientras la justicia juzga a violadores de los derechos humanos de la última dictadura de Argentina, una nueva investigación echa luz sobre una secuela menos visible de ese régimen. Se trata de los problemas de integración de los hijos de exiliados que decidieron vivir en este país.
"Ser hijo de padres que decidieron escapar del terrorismo de Estado es ya una carga difícil de llevar, pero ser hijo del retorno es peor aún, sobre todo si esos hijos no nacieron en el país del que sus padres debieron exiliarse, pues no hubo decisión propia", señala el libro que recoge la investigación.
"El retorno de los hijos del exilio", publicado este mes en Buenos Aires, indaga en un tema que quedó relegado en los estudios migratorios o de impacto social de la dictadura, que transcurrió de marzo de 1976 a diciembre de 1983.
"De la situación de los exiliados al retornar se sabía poco, pero de su familia directa no había nada", cuenta a IPS el sociólogo Roberto Aruj, uno de los autores del trabajo.
Aruj atribuye el vacío al contexto social y político. "La sociedad argentina tiene una deuda con estos procesos", señaló. Según su visión, "se oculta mucho de esa época", predomina la "poca memoria", y la "discriminación" hacia quienes fueron perseguidos en los años 70 y regresaron tras la caída del régimen.
En la actualidad se procesan varios juicios contra represores y otros responsables de la dictadura y casi cada mes se conocen nuevas sentencias condenatorias por las torturas, asesinatos y en particular por las desapariciones forzadas de personas en esa época, que suman más de 10.000 casos documentadas y que organizaciones de derechos humanos elevan a unos 30.000.
"Uno de los efectos de esos crímenes por los que se juzga hoy a los militares fue el exilio con todo lo que eso implicó para sus hijos e hijas, que debieron irse o volver sin decidirlo nunca ellos", remarcó el autor.
Junto con su colega Estela González, Aruj realizó unas 40 entrevistas para el libro a hijos de exiliados que viven en Argentina. "Algunos conservan el temor de que les ocurra a ellos lo mismo que a sus padres y muchos se negaron a participar de la investigación", narró el sociólogo.
De los encuestados, sólo 18 por ciento respondió que volvió "por decisión propia". Los "hijos" acusan problemas de desarraigo, de adaptación, y muchos ocultan las verdaderas causas de su doble migración. Los entrevistados que aceptaron hablar para el libro tienen menos de 37 años.
"Estos jóvenes, que intentan integrarse a una sociedad que no les pertenece directamente, que han heredado, sienten que la derrota que pesa sobre sus familias también los ha influido y los marca con ciertas características que deben ocultar para evitar dar explicaciones sobre su vida particular", resume el libro.
"Muchos de los hijos de exiliados retornados dicen no haber vivido situaciones de discriminación", señala el libro. Sin embargo, "la mayoría, de acuerdo a lo extraído en las entrevistas, en caso de que le pregunten, dan como causa de su crianza en el exterior los estudios de los padres", revela.
Los investigadores remarcan que no hubo "programas concretos y eficaces" favorables al retorno de la familia de los exiliados. Los trámites de revalidación de títulos o de obtención de documentos llevaron mucho tiempo y no hubo ayuda a nivel de empleo o vivienda para que se reinstalen quienes dejaron todo de un día para otro.
El libro no aporta datos nuevos sobre la cantidad de personas que se vieron obligados a exiliarse, pero cita fuentes que estiman que entre 1970, cuando comenzó la represión masiva, a 1985 salieron de Argentina casi medio millón de personas con destino a otros países de América Latina, Estados Unidos, Canadá, Australia y a Europa, sobre todo a España.
En cambio no hay datos acerca del retorno posdictadura. "Los hijos de exiliados en Argentina constituyen una nueva comunidad de inmigrantes", dice el libro.
No son inmigrantes en el sentido usual y tampoco retornados. Comparten una historia migratoria similar y un lugar que les es paradójicamente familiar y hostil a la vez, señala.
Muchos de los exiliados se habían ido con hijos pequeños o nacieron durante el destierro. Cuando resolvieron volver tras la recuperación de la democracia éstos ya eran adolescentes o jóvenes en la mayoría de los casos y en general no pudieron torcer la voluntad de sus padres.
Entre las secuelas del exilio y el retorno, los autores remarcan que las familias se desmembraron. Las entrevistas revelaron que 77 por ciento de los hijos e hijas del exilio tienen a sus padres separados, la mitad de ellos lo hicieron durante el exilio y el resto una vez que regresaron al país.
También se observa que no siempre retornó la familia completa. Algunos lo intentaron, pero uno de sus miembros se volvió al país de acogida. En 31 por ciento de los casos analizados, el padre se quedó en su lugar de exilio o volvió a él tras un tiempo en Argentina, en ocho por ciento lo hizo la madre y en tres por ciento algún hermano.
"El retorno fue una nueva migración forzada para muchos de los hijos del exilio", asegura Aruj, profesor e investigador de la estatal Universidad de Buenos Aires. Nacieron o se criaron en el exterior y, una vez adaptados al desarraigo propio o de sus padres, debieron dejar todo para regresar a Argentina por decisión ajena.
Los autores de la investigación explican que en Argentina la nacionalidad legal se deriva del suelo, o sea del lugar de nacimiento ("ius solis"). En cambio en varios países europeos donde se radicaron cuando se exiliaron rige el "ius sanguinis", que indica que la nacionalidad es la de los padres. Así, hubo niños en el exilio que "quedaron como apátridas", dicen.
Suecia otorgó la nacionalidad sueca a niños que nacieron en ese país y eran hijos de exiliados argentinos, pero haciendo una excepción a su propia ley.
En las entrevistas, 17 por ciento de los hijos de exiliados se definieron "sin nacionalidad". Hay otro 13 por ciento que se considera "de ambas", o sea de Argentina y del país de acogida, cinco por ciento dijo tener la nacionalidad del país de exilio y tres por ciento se define como "latinoamericano".