Los Juegos Olímpicos de Beijing arrojaron nueva luz sobre el trato que China le da a sus minorías. Canadá afrontará una controversia similar, menos ardua, como organizador en 2010 de los Juegos Olímpicos de invierno en Vancouver.
Muchas naciones indígenas de la provincia canadiense de Columbia Británica temen que el torneo reduzca aun más sus tradicionales territorios, abriendo vastas zonas al turismo y el desarrollo de infraestructura, con daño a las áreas de caza y pesca.
Si sus quejas no son atendidas con rapidez, dijo el líder de la Unión de Jefes Indígenas de esa provincia, los nativos realizarán marchas, actos públicos e iniciarán demandas judiciales para llamar la atención internacional sobre la pobreza y la falta de servicios sociales en sus comunidades.
El gran jefe Stewart Phillip dijo a IPS que si las negociaciones en marcha con el gobierno sobre la tierra fracasan "se verá una gran actividad política, manifestación de las frustraciones en muchas comunidades nativas".
Alrededor de 40 por ciento de los niños indígenas viven debajo de la línea de pobreza, el moho contamina casi la mitad de los hogares de las "primeras naciones" y cerca de 100 de sus comunidades carecen de agua potable, según un informe de 2006 realizado por varios grupos no gubernamentales.
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A medida que se aproximen los Juegos Olímpicos de invierno, "es probable que haya tensos enfrentamientos entre las comunidades aborígenes y el Estado", señaló Wenran Jiang, director del Instituto de China de la Universidad de Alberta.
A su juicio existen puntos de comparación entre la situación de Canadá y la de Tíbet, territorio anexado por China donde se reeditó el conflicto entre las autoridades nacionales y la población local este año..
"Hay sectores de población desfavorecidos, dominados por el grupo más numeroso. La diferencia es que las comunidades aborígenes canadienses fueron prácticamente eliminadas. Fue un verdadero acto de genocidio", dijo a IPS.
Pero la principal diferencia, que dificulta establecer comparaciones, es que Canadá, a diferencia de China, es una democracia.
El gran jefe Phillip no cree que Vancouver ofrezca una imagen similar a la de Lhasa, la capital de Tíbet, donde este año hubo protestas contra la ocupación por parte de la políticamente dominante etnia han, mayoritaria en China.
Pero algunos activistas aborígenes canadienses podrían adoptar una actitud más belicosa.
En marzo de 2007, miembros de la Sociedad de Guerreros Nativos con pasamontañas negros, arrancaron la bandera olímpica que ondeaba en el edificio del ayuntamiento de Vancouver para expresar su "solidaridad con todos los que luchan contra la destrucción causada por los Juegos Olímpicos" de invierno de 2010.
Una declaración entregada a la prensa por el grupo concluía con la consigna: "No a los Juegos Olímpicos en tierras nativas robadas."
El gran jefe Phillip se preocupa por aclarar que cuatro naciones originarias han establecido asociaciones con el comité organizador de los Juegos de invierno, para colaborar con sus actividades.
Muchos canadienses creen que los aborígenes reciben del gobierno una cantidad de dinero más que justa, pero que la gastan de forma poco inteligente. Es un pensamiento similar al que existe en China entre los miembros de la etnia han respecto de los tibetanos.
"El gobierno chino ha invertido dinero en Tíbet, pero la realidad es que la mayoría de los tibetanos han sido desfavorecidos y que el llamado desarrollo originó sentimientos encontrados: la mayoría disfruta un mejor estándar de vida, pero está preocupada por su estatus y por su libertad religiosa", señaló Jiang.
Los organizadores de los Juegos de invierno y los empresarios, tanto nativos como no nativos, tienen la esperanza de que el torneo atraiga inversiones extranjeras y nuevos desarrollos inmobiliarios y de infraestructura a Columbia Británica, a la que definen como "el lugar más hermoso sobre la tierra".
Un dólar canadiense fuerte y otros factores han prácticamente destruido la industria maderera de la región, que tiempo atrás fue el pilar de su economía.
Aunque la mayoría de los aborígenes están a favor de un mayor desarrollo, temen que la proliferación de nuevos hoteles, centros de esquí y autopistas arrasen con su estilo de vida tradicional.
"El balance ecológico natural se verá alterado y se perderá el hábitat animal como resultado del enorme incremento de la población e infraestructura urbana", afirmó Taiaiake Alfred, director del Programa de Gobernanza Indígena de la Universidad de Victoria.
"Esto hará casi imposible que las personas usen sus tierras para la caza, la pesca y propósitos ceremoniales", agregó.
En mayo de 2006, la policía arrestó a dos docenas de manifestantes, nativos y no nativos, que intentaron bloquear los trabajos de expansión de una autopista, en la que se invirtieron 600 millones de dólares, destinada al traslado de los atletas y sus equipos desde Vancouver hasta el centro de esquí de Whistler.
Jiang considera que los Juegos de invierno de 2010 son "una buena oportunidad para asumir que nuestras políticas hacia los aborígenes deben ser mejor entendidas y contar con medios más adecuados para ayudar a un grupo que se encuentra en una situación desventajosa".