Suman Tamang, que nació en Nepal con órganos sexuales femeninos, recuerda cuán culpable se sentía por desear ser hombre. Disfrutaba actividades consideradas masculinas, tenía más amigos varones que mujeres y ellas lo atraían sexualmente.
"No sabía entonces que yo era un 'transgénero'", dice ahora, con 26 años de edad. Era torpe, y me daba cuenta de que era diferente a los demás."
Hoy, Suman vive con su pareja de 21 años, Anusha, en Katmandú. La conoció en un curso de danza en el poblado donde vivían, Jhapa. Cuando decidieron casarse, sus familias no lo aceptaron. Por lo tanto, se mudaron a la capital de Nepal.
"Hay más posibilidades de empleo en Katmandú, y, como pareja, nos sentimos más seguros", dijo Tamang.
Ninguna ley reconoce en Nepal el derecho de Suman y Anusha al matrimonio, pero ya se perciben algunos cambios políticos favorables a la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).
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La Corte Suprema declaró en diciembre que toda norma discriminatoria contra los LGBTI debe ser rechazada por el gobierno, el cual, además, debe tomar medidas para que se reconozca la condición de los transgénero e intersexuales en los documentos oficiales.
Nepal es el único país de Asia meridional que reconoce estos derechos.
Esta conquista insumió "un montón de presiones, discusiones, organización y diálogo", dijo Sunil Babu Pant, fundador de una de las instituciones que los reúne, la Sociedad Diamante Azul.
"Ahora no sólo se reconoce al 'tercer género', sino que el Partido del Congreso, el Partido Comunista maoísta y el Partido Comunista Unido reconocen en sus manifiestos los derechos de las minorías sexuales", agregó Pant, quien alcanzó las portadas de la prensa al ser elegido como primer miembro de la comunidad LGBTI en el colegio electoral del país..
Los derechos de estas minorías sexuales han avanzado lentamente en Nepal. En febrero, un banco imprimió formularios de crédito que incluían la opción "otros" en cuanto a género.
La Sociedad Diamante Azul y la Corte Suprema de Justicia están ahora dedicadas a crear la formación de un comité de siete miembros que analizará la admisión legal del matrimonio de personas del mismo sexo.
La mayoría de los miembros de la comunidad LGBTI proceden de áreas alejadas de la capital. Más de 120.000 de ellos están en contacto con las oficinas que la Sociedad Diamante Azul montó en 25 distritos. Según líderes de la comunidad, en el país de casi 27 millones de habitantes viven unos 900.000 LGBTI.
Alex Chamling, de 27 años, es homosexual y católico. Vive en Katmandú con su familia. "Cuando les dije que era gay, fue un shock para ellos, pero cuanto más hablaba con ellos, más me comprendían, y lentamente llegaron a aceptarme.
Ghamling, quien se apresta a viajar a Australia para estudiar en la universidad, trabaja con la Sociedad Diamante Azul desde su creación.
Esta actividad le hizo ganar confianza, le ayudó a procesar sus dudas sobre su propia sexualidad y le alentó a luchar por sus derechos. Todavía asiste a misa todas las semanas, y cree que el amor no es un pecado.
Al margen de pequeñas victorias, la comunidad LGBTI aún se enfrenta con graves actos de discriminación. Policías suelen irrumpir en los recintos donde sus miembros socializan y golpean a transgéneros.
El ejército destituyó el año pasado a dos militares lesbianas que se habían desempeñado durante cuatro años como instructoras de cadetas. Las acusaron de practicar vínculos íntimos indecentes.
A una de ellas, Bhakti Shah, la confinaron en solitario 60 días antes de su destitución. En julio último, la Corte Marcial de Apelaciones del ejército rechazó un recurso presentado por la mujer.
"Esta decisión contradice el espíritu del veredicto emitido en diciembre por la Corte Suprema. El gobierno debe reformar estos procedimientos antidemocráticos. De otro modo no habrá diferencia entre el Nepal de ayer y la democracia de hoy", dijo Pant.
De todos modos, el activista muestra optimismo, pues recuerda los tiempos en que los LGBTI no podían ni siquiera salir de sus hogares.
"Hemos recorrido un largo camino. Ahora nos mostramos en público y reclamamos el reconocimiento de nuestros derechos", dijo.
Otra veterana de la Sociedad Diamante Azul, Manisha Bista, aún siente temor cuando sale de su casa con ropa de mujer. Los cambios han sido lentos, dijo, pero hacia delante.
"Ya hay más organizaciones de LGBTI, los donantes nos apoyan, estamos comprometidos en diversas campañas, en especial contra el VIH/sida, y hasta nos consultan policías", dijo.
"Somos gente compasiva y trabajadora", dijo Pant. "Con leyes y un Estado que nos apoye, podremos demostrar que no somos una minoría patética y vivir como ciudadanos libres."