Nada indica que la extradición del serbio Radovan Karadzic, acusado de genocidio y crímenes contra la humanidad en la guerra de Bosnia-Herzegovina (1992-1995), conduzca a la reconciliación de los Balcanes.
Los ultranacionalistas de Serbia realizan protestas contra el flamante gobierno preeuropeo, que el 21 de julio arrestó a Karadzic y lo entregó al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY, por sus siglas en inglés), que funciona en La Haya, Holanda.
En cambio, en la capital bosnia, Sarajevo, la población celebró el arresto.
Haris Silajdzic, hoy al frente de la presidencia rotativa de Bosnia-Herzegovina, dijo por televisión que "ahora no se debe permitir que sobreviva el proyecto de Karadzic (y su comandante Ratko) Mladic, particularmente a la luz del genocidio".
Silajdzic se refería a la República Serbia de Bosnia (Republika Srpska), una de las entidades confederadas en la Bosnia-Herzegovina de post-guerra junto con la Federación Croato-Musulmana.
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Ambas fueron creadas por los acuerdos de paz de Dayton, Estados Unidos, los cuales pusieron fin a la guerra con patrocinio internacional.
La República Serbia de Bosnia y la Federación Croato-Musulmana se definieron según criterios étnicos establecidos en la guerra. Sus nombres aluden a la comunidad mayoritaria en cada una de ellas.
La Bosnia-Herzegovina anterior a la guerra, federada en la antigua Yugoslavia, era completamente diferente.
El ICTY acusa a Karadzic y Mladic de la masacre genocida de 8.000 niños y hombres musulmanes en la oriental localidad bosnia de Srebrenica, el 11 de julio de 1995. Mladic continúa prófugo.
Entre los crímenes contra la humanidad que, por otra parte, se le atribuyen figuran el sitio de Sarajevo y otras ciudades, desalojos y la creación de campamentos de detenciones para no serbios.
Durante la guerra, cientos de miles de personas —bosnias musulmanas, croatas y serbias— fueron desalojadas de sus hogares. Pocas regresaron. Más de 100.000 fueron asesinadas.
La reconciliación, alentada por los organismos de la comunidad internacional que supervisa la pacificación y el desarrollo en Bosnia-Herzegovina, parece estar más distante que nunca.
"En el interés de la reconciliación, los políticos de la Republika Srpska deberían reconsiderar o distanciarse de las acciones emprendidas o iniciadas por Karadzic", dijo el profesor universitario de Sarajevo Kasim Trnka a la Radio B92 de Belgrado.
Pero los serbios de Bosnia se resisten, en general, a admitir la responsabilidad por los crímenes de Karadzic y Mladic.
"Sarajevo hierve de deseo de venganza. Allí, la elite política intenta presentar a bosnios musulmanes como las únicas víctimas de la guerra, lo que les da, según ellos, derecho a la venganza y el odio", declaró el primer ministro de Republika Srpska, Milorad Dodik, entrevistado por el periódico Política, de Belgrado.
"Las reacciones de odio étnico manifestadas en foros de Internet entre antiguos enemigos son muy desalentadoras. No hay tolerancia, sino sólo una enorme cantidad de malas intenciones", dijo a IPS el profesor Ivan Sijakovic, de la Universidad de Banja Luka.
Las heridas de la guerra en Bosnia-Herzegovina se abrieron en Serbia tras el arresto y la extradición de Karadzic.
Las protestas fueron encabezadas durante varios días por ultranacionalistas que respaldaron la guerra, como los del Partido Radical Serbio (SRS), cuyo líder Vojislav Seselj es juzgado en el ICTY.
Las manifestaciones se tornaron violentas. Hubo ataques contra periodistas y camarógrafos. Un camarógrafo resultó con una pierna fracturada.
La semana pasada, la policía serbia disolvió una protesta mientras varios cientos de jóvenes comenzaban a causar disturbios en el centro de Belgrado. Ochenta personas fueron heridas en los choques. Las manifestaciones están suspendidas, por ahora.
"El SRS, que perdió en las elecciones presidenciales de febrero y en las parlamentarias de mayo, trata de explotar el nacionalismo. Luego de los breves brotes de violencia en febrero, Kosovo ya no es prioridad para ellos. Pero esperan reanimar el extremismo del pasado para recuperar popularidad", dijo a IPS el analista Dusan Pavlovic.
La meridional ex provincia de Kosovo, que estaba administrada por la comunidad internacional desde fines de los años 90, declaró unilateralmente su independencia de Serbia el 17 de febrero. "Admitir la culpa por los acontecimientos de la década del 90 sería un acto responsable. Pero los ultranacionalistas no quieren hacer eso. La victimización de la nación es la herramienta favorita de todas las comunidades de los Balcanes", dijo a IPS la activista de derechos humanos Natasa Kandic.
Las guerras de los años 90 dividen profundamente a los serbios, y muchos todavía creen que sus familiares en Bosnia-Herzegovina y Croacia "se estaban defendiendo a sí mismos", como planteaba entonces la propaganda oficial yugoslava.
Una encuesta de la Agencia de Mercadeo Estratégico muestra que 50 por ciento de los serbios entrevistados no apoyan las extradiciones, un tercio cree que Karadzic fue un héroe de guerra y 86 por ciento considera que el ICTY es antiserbio.
El profesor de derecho de Sarajevo Zdravko Grebo dijo que se ha hecho poco por la reconciliación en la región.
"Perdimos un tiempo precioso desde 1995. La división entre diferentes grupos étnicos en Bosnia-Herzegovina ahora es aun mayor. En teoría política hay daños reparables e irreparables. Me temo que en Bosnia y sus alrededores tenemos de los últimos", declaró Grebo al canal B92 de Belgrado.