RELIGIÓN-LÍBANO: Salafismo echa raíces

En el centro de una plaza de esta noroccidental ciudad libanesa se erigió un gran monolito con la palabra «Alá» (Dios, en árabe), que refleja el crecimiento local del salafismo, una vertiente radical del Islam sunita.

Este movimiento tiene su base en la creencia de que la forma más pura de la fe musulmana es la practicada en tiempos del profeta Mahoma (570-632).

Los hombres barbudos ataviados de dishdashás blancas que suelen concentrarse en la colina de Abi Samra son testimonio del arraigo del salafismo en esta ciudad. Llaman la atención, pues esas túnicas que llegan hasta los tobillos son muy inusuales en Líbano.

"El salafismo fue introducido en Líbano en los años 60 por el jeque Salem el-Chahal", recordó el jeque Bilal Chaaban, jefe del movimiento Tawhid, otra facción religiosa radical.

Tras la muerte de su fundador, el salafismo libanés se fracturó en varias facciones, una de las cuales está liderada por su hijo Dai Islam el-Chahal.
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"A lo largo de su vida, el jeque Said Chaaban, fundador de Tawhid, contó con apoyo salafista. Pero los movimientos se enfrentaron luego de su muerte. Tawhid siguió apegado al sueño de crear un Estado musulmán en el norte de Líbano", señaló el legislador Moustapha Allouch.

Otras pequeñas escuelas salafistas surgieron en Trípoli, como los movimientos Siraj Mounir Boukhari y Safwan Zoabi.

"Los salafistas creen en la estricta interpretación del Corán (libro sagrado del Islam) y en practicar el Islam a la usanza del profeta Mahoma y sus discípulos", explicó el jeque Omar Bakri, clérigo radical expulsado de Gran Bretaña en 2005 por sus supuestos vínculos con red extremista Al Qaeda.

El salafismo está basado sobre tres pilares fundamentales: creencia en un dios único, la 'daawa' o tarea misionera y la yihad, en este caso entendida como lucha por extender la fe, apuntó el clérigo.

"Pero la mayoría de los salafistas sólo aplican los dos primeros principios del verdadero Islam sin cumplir el tercero. El verdadero salafismo no existe en Líbano", añadió.

El salafismo libanés es de naturaleza doctrinal y misionera y pudo expandirse en este país gracias al diverso y complejo entramado religioso existente.

Este país de cuatro millones de habitantes reconoce oficialmente 18 comunidades religiosas.

Las facciones salafistas en Trípoli tienen una red de mezquitas, organizaciones no gubernamentales y escuelas que reciben financiación de naciones árabes como Arabia Saudita, Kuwait y Qatar.

Los guardias armados que rodean las sedes de algunas organizaciones islámicas y salafistas y la relativa opulencia de las residencias de algunos clérigos reflejan el crecimiento de esta comunidad en Trípoli.

"La lealtad de las facciones salafistas hacia las potencias extranjeras que las financian ha promovido divisiones internas, al reflejar las alianzas o los desacuerdos entre sus aliados fuera de Líbano", señaló Bakri.

El intrincado tejido político y social de los varios movimientos salafistas se caracteriza, como sucede con casi todas las comunidades religiosas y partidos políticos de Líbano, por profundas divisiones.

Las facciones islamistas de Trípoli son manipuladas por potencias extranjeras, además de ser títeres de los políticos locales que las usan para sus juegos políticos.

"Al radicalizar a sus simpatizantes, las facciones políticas pueden ampliar su base partidaria hacia las elecciones legislativas de 2009. Los salafistas, como muchos otros, se ven atraídos por falsos mesías", indicó el jeque Chaaban.

El religioso se refería al papel de los políticos en el actual conflicto en Trípoli entre sunitas, incluidos islamistas radicales, y la minoría pro-siria.

Los salafistas parecen revistar con el bloque gubernamental mayoritario, según diferentes fuentes consultadas por IPS, en tanto otras facciones sunitas radicales, como Tawhid, y patrocinadas por Irán o Siria, respaldan a la oposición.

"La mayoría de los salafistas son aliados de los sauditas y, por lo tanto, están alineados con la política estadounidense en Medio Oriente. Mantienen excelentes relaciones con el gobierno y con la familia Hariri", indicó Bakri.

Los Hariri son un poderoso clan político libanés de fuertes vínculos con Arabia Saudita.

Saad Hariri, hijo del asesinado primer ministro Rafik Hariri, lidera la mayoritaria coalición parlamentaria de Líbano.

Rafik Hariri, quien murió en febrero de 2005 en un atentado con bomba en Beirut, dirigió cinco gobiernos entre 1992 y 2004.

Muchos predicadores salafistas están en la nómina de empleados de embajadas árabes de Líbano, según una fuente que pidió reserva de su identidad dada la delicadeza del asunto.

El apoyo puede explicarse en parte por el creciente temor de los sunitas respecto de los chiitas libaneses, representados por el pro sirio Partido de Dios (Hezbolá).

Bakri cree que la organización islamista Fateh el-Islam pudo haber sido creada por la inteligencia siria, pero probablemente luego se la apropiaron facciones locales de ambos lados de la brecha política.

Fateh el-Islam se enfrentó al ejército libanés en el campamento de refugiados palestinos de Trípoli Nahr el-Bared durante tres meses en 2007.

"El hecho puede observarse con claridad en la serie de explosiones orquestadas por Fateh el-Islam: algunas fueron condenadas por el líder Chaker el-Absi, en tanto otras aprobadas, lo que demuestra el conflicto dentro de la organización", arguyó Bakri.

La posible influencia de Al Qaeda sobre el creciente movimiento salafista de Líbano se ve, de hecho, dificultada por el diversificado paisaje político y la tradicional lealtad de los sunitas hacia el gobierno.

La organización islamista pudo haber tenido muchos seguidores acérrimos que creen en la ideología que aboga, pero no logra necesariamente montar una infraestructura.

La mayoría de los movimientos salafistas de Trípoli tienen contactos regulares con la policía, el ejército o la inteligencia y reciben armas, según indicaron a IPS varias fuentes.

La mayoría de las facciones están ahora armadas, coincidió el legislador Moustapha Allouch.

A fin de reducir brotes de violencia, el parlamentario indicó que Saad Hariri se dedicó a convencer a los salafistas de contribuir con el proyecto de creación del Estado, pero su trabajo se vio obstaculizado por los acontecimientos del 7 de mayo.

Ese día, una manifestación organizada por los partidos opositores chiitas Hezbolá y Amal derivó en una semana de enfrentamientos que profundizó las divisiones entre las dos principales corrientes del Islam en Líbano.

"Muchos sunitas, conscientes de que Al Qaeda sólo conducirá a una espiral de violencia, creen necesitar un ejército para defenderse de Hezbolá", indicó Allouch.

Hezbolá es la única facción libanesa que, en la actualidad, tiene permiso oficial para poseer armas pesadas, y algunos salafistas creen que deben adquirir las suyas para defenderse.

El jeque Abou Bakr Chahal, hijo del jeque Salem Chahal, cree que el tercer pilar del salafismo, la yihad, puede practicarse en ciertas circunstancias de amenaza y con el argumento de legítima defensa.

"La repetición de acontecimientos como los del 7 de mayo pueden, por cierto, propiciar una nueva yihad", advirtió.

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