La población de Uruguay es la más envejecida de América Latina, debido al aumento de la emigración de los adultos jóvenes y a una caída de la tasa de fecundidad en las mujeres, al punto de que podría verse reducida en el futuro, alerta un estudio presentado este martes.
Las cifras son claras: cada año hay 47.000 nacimientos en este país sudamericano de 3,2 millones de habitantes, y mueren unas 32.000 personas, mientras que 12.500 de las que están en edad activa se van del país en busca de un futuro mejor.
Así lo indica el libro titulado "Demografía de una sociedad en transición. La población uruguaya a inicios del siglo XXI", elaborado por el Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la estatal Universidad de la República (Udelar) en cooperación con el Fondo de Población de las Naciones Unidas, y en base a los datos de la Encuesta Nacional de Hogares Ampliada 2006.
"Estamos en una situación de emergencia demográfica, ya que la tasa de reemplazo es negativa. La sociedad tiene un problema que demanda políticas públicas urgentes", advirtió en la presentación del libro el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Enrique Rubio, quien anunció el objetivo de realizar un nuevo censo en 2010. El último fue realizado en 1996.
Las estadísticas indican que "desciende la presencia de los niños y niñas al mismo tiempo que aumenta la de viejos". Actualmente, 17,5 por ciento de la población uruguaya supera los 60 años, y se prevé que para 2040 los mayores de 64 serán más que los menores de 15. Esto supone una sobrecarga para el sistema de seguridad social en el futuro.
"El envejecimiento poblacional es una realidad que debe ser afrontada con las consecuencias que tiene a nivel económico, político, social y cultural. En no más de tres décadas, tendremos en el país más gente vieja que joven, y eso requiere de estrategias sociales específicas que atiendan esa realidad", señala el trabajo.
"Estas políticas no sólo deben atender las necesidades de la población adulta mayor, sino considerar su heterogeneidad y su especificidad para afrontar en el futuro una mayor cantidad de personas y sobre todo de mujeres— en las edades más avanzadas", agrega.
El informe alerta que, "si las tendencias observadas en los últimos años permanecen, la población habrá de estancarse o aun retroceder, con sus secuelas de impacto sobre la sociedad".
El primer factor de esta situación es la baja natalidad. Cada mujer tiene en promedio 2,04 hijos en su vida, cuando en 1975 tenía tres, señaló el demógrafo Juan Chackiel, quien prologó el estudio.
Esto significa que Uruguay alcanzó a partir de 1996 y por primera vez en su historia un nivel de reemplazo poblacional negativo. El reemplazo se refiere a la capacidad de una sociedad para sustituir a sus habitantes, y corresponde a una tasa estimada de fecundidad de 2,1 hijos por mujer.
Uruguay se ha caracterizado históricamente por una baja natalidad respecto del resto de América Latina. Este país registra un descenso de la fecundidad a partir de fines del siglo XIX y principios del XX, mientras que este fenómeno comenzó a producirse en el resto de la región sólo en los años 60.
El estudio también concluyó que las mujeres uruguayas en unión consensual o concubinaria tienen, al culminar su vida fértil, 27 por ciento más de hijos e hijas que las casadas. Además, las solteras, que hoy representan 38 por ciento de las mujeres, engendran menos hijos que las que tienen o han tenido algún vínculo conyugal.
En cuanto a la estructura de las edades, Uruguay se encuentra a medio camino entre Europa y África, según el estudio. La edad mediana uruguaya es de 31 años, bastante por encima del promedio latinoamericano (26 años), pero aún lejos de los países europeos (39 años). En África, la edad mediana se ubica en 19 años.
El estudio subraya que el crecimiento poblacional se produce sobre todo en los hogares pobres, que presentan la mayor cantidad de niños y jóvenes. "Esos niños y jóvenes serán los adultos de los que dependa, en el futuro, una población de adultos mayores en aumento", indica.
Rubio subrayó la necesidad de idear iniciativas para que Uruguay se convierta en un polo de atracción migratoria en la región.
Este país recibió gran cantidad de inmigrantes europeos en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, principalmente de España e Italia, pero desde los años 60, debido al estancamiento económico, con períodos de crisis acompañados de fuerte desempleo y descenso de los salarios reales, los uruguayos pasaron a engrosar los contingentes de latinoamericanos que se van a Estados Unidos y Europa.
El estudio titulado "Enviando dinero a casa", conducido por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2006, estimó que 12,6 millones de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos enviaron 45 billones de dólares en remesas para sus países de origen ese año. Sin embargo, el impacto en Uruguay calculado por el Banco Central es de apenas 0,5 por ciento del producto interno bruto.
Sólo 0,3 por ciento de los hogares uruguayos superan la línea de pobreza gracias al aporte de las transferencias económicas del exterior, y 36,4 por ciento de las familias pierden al menos un contribuyente al presupuesto del hogar y no lo compensan con lo que reciben del extranjero. Casi la mitad de los que envían remesas lo hacen desde Estados Unidos, y 34,8 por ciento desde España.
Solamente 25 por ciento de los uruguayos que emigran regresan luego a su país.
Un sector poblacional propenso a la emigración es el de los jóvenes que integran la llamada "nueva adultez". Esto es, personas entre 24 y 30 años que muestran un "retraso en la asunción de los roles adultos para dar paso a un nuevo período de experimentación y en el que se produce una acumulación importante de capital educativo".
Constituyen cerca de 50 por ciento de los jóvenes uruguayos. No han tenido hijos, aún viven con sus padres y tienen entre 11 y 23 años de estudios.
"Tenemos que entender que la pérdida de gente altamente calificada es una verdadera pérdida para el país, es una sangría", afirmó el rector de la Udelar, Rodrigo Arocena, en la presentación del estudio.
"Debemos pensar una educación que permita estudiar siempre pero que también garantice una inserción laboral, que permita convivir el trabajo con el estudio" añadió.