POBLACIÓN: Derechos femeninos bajo fuerte ataque

El derecho de las mujeres a decidir sobre «cuándo, dónde, cómo y con quién tener hijos», afirmado en las conferencias sociales de la ONU de los años 90, sufre la presión concertada de fuerzas conservadoras en el mundo, que ya provocó retrocesos, denuncia la activista brasileña Telia Negrão.

Periodista con maestría en ciencia política, Negrão es la secretaria ejecutiva de la Red Nacional Feminista de Salud, Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos (RFS), creada en 1990 y que articula 266 organizaciones de Brasil en la celebración este viernes del Día Mundial de Población.

El acto, a realizarse en Brasilia, recuerda en todo el mundo que hace 40 años otra conferencia internacional de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) reconoció la planificación familiar como un derecho humano.

Además de la ola conservadora, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) fue "una desgracia" que devolvió a la sexualidad una carga negativa de "riesgo, enfermedad y muerte", destacó Negrão en la entrevista concedida a IPS.

IPS: —¿Qué se puede celebrar en Brasil en este Día Mundial de Población?
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Telia Negrão: —Desde la Conferencia del Cairo (sobre Población y Desarrollo en 1994) el tema de población ganó un nuevo paradigma, se ve como un campo de derechos para hombres y mujeres, involucrando derechos sexuales y reproductivos, la posibilidad de vivir la sexualidad con placer y salud, el ejercicio de la reproducción como se desea, conciente y planificado.

En Brasil se cuenta con instrumentos importantes, como la ley de Planificación Familiar de 1996. La Constitución aprobada en 1988 ya reconocía el derecho a la información e insumos necesarios.

Debemos hablar de derecho a la planificación reproductiva, y no familiar, porque no siempre se trata de familia, hay hijos fuera del matrimonio, de mujeres solas, como ocurre casi siempre con madres adolescentes.

Contamos con otros documentos fundamentales, con normas para humanizar el parto, de la gestación al puerperio, y para el acceso legal al aborto, en casos de violencia sexual y riesgo de vida. Queremos ampliar ese derecho a casos de fetos con anencefalía y discutir con la sociedad la interrupción voluntaria de la gestación como cuestión de salud pública.

—¿Pero todos eses avances no están amenazados por una ola conservadora?

La ola conservadora es mundial, vinculada a los dos mandatos del presidente (George W.) Bush, quien redujo la ayuda de Estados Unidos a programas de población y la condicionó a la ausencia del aborto y homosexualismo en los proyectos.

Otra acción concertada entre el Vaticano y el nuevo gobierno italiano propone una moratoria (suspensión del derecho legal) del aborto, aprovechando el empuje del movimiento por la moratoria de la pena de muerte.

—¿Y en Brasil también se manifiesta esa corriente conservadora?

—Hay una oleada de represión a las clínicas de aborto y sus registros se usan para incriminar mujeres. Fiscales están procesando mujeres acusadas de practicar aborto en varios estados brasileños. También la anticoncepción de emergencia (la llamada píldora del día siguiente) tiene su distribución pública cuestionada en 29 municipios.

El Congreso Nacional (legislativo) vive un clima conservador. Diputados presentaron 30 proyectos de ley buscando anular derechos sexuales y reproductivos. Algunos quieren eliminar las excepciones que permiten el aborto.

Una de esas iniciativas propone una ayuda a mujeres para que no interrumpan el embarazo producto de estupro, ya llamada "beca-estupro", otra quiere poner el aviso "aborto es crimen" en los envases de leche.

Este parlamento amenaza conquistas de las mujeres, pero no refleja la opinión de la sociedad, que es mas democrática y asimiló la idea de derechos, como el de abortar en casos de violación sexual y riesgos de muerte.

—¿Qué problemas provoca la penalización del aborto?

—El aborto está entre la segunda y la cuarta causa de muertes de mujeres, en algunos lugares alcanza el primer lugar. La ley restrictiva hace que más de un millón de abortos se hagan en Brasil cada año de forma insegura, clandestina, causando muerte y cárcel.

—¿En esas condiciones podrá Brasil reducir su elevada mortalidad materna en la proporción fijada por los Objetivos de Desarrollo para el Milenio?

—Hay un pacto nacional, entre gobierno y sociedad para cumplir la meta de reducción de la mortalidad materna y neonatal en 75 por ciento hasta 2015, pero será difícil cumplirla.

Es un tema más complejo que la mortalidad infantil, invisible hasta hace poco tiempo, porque morir en el parto era considerado normal y aceptable. Pero la ciencia y la Organización Mundial de la Salud comprobaron que 92 por ciento de esas muertes son evitables con medidas sanitarias, como capacitación profesional, acompañamiento prenatal, investigación de óbitos y creación de comités para tratar el asunto.

Pero hay otros factores que, si no son afrontados, impiden la reducción. Es el caso de la violencia doméstica y suicidios que, sumados constituyen la mayor causa de decesos en el período de gestación, pero que no entran en los índices de la materia porque se identifican como "causas externas".

En Brasil se mata más mujeres embarazadas que las que mueren de otras causas, exigiendo una fuerte política de combate contra la violencia familiar.

Además se debe incluir en ese rubro el aborto y los fallecimientos causados por el sida, ante la feminización de la epidemia. Hace 10 años había una mujer portadora del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causantes del sida) por 17 hombres. Hoy la enfermedad los afecta por igual.

—¿Qué impacto tuvo el VIH en los derechos sexuales?

—Fue una desgracia. Poco más de una década después que la píldora anticonceptiva hiciera posible separar sexo y reproducción, como método barato y accesible y permitiendo a la mujer conquistar más autonomía sobre su cuerpo, el VIH restableció la visión del sexo como riesgo y no como placer.

Se volvió a encarar el sexo, no por su aspecto positivo, sino el negativo, de riesgo, enfermedad y muerte.

El VIH surgió como un mal de homosexuales, dando paso a programas que no consideraban vulnerables a las mujeres, un descuido que hizo crecer la epidemia entre ellas. Al aparecer como "enfermedad que mata" y pandemia consumió muchos recursos que deberían ser invertidos en salud, no en enfermedad.

Además diseminó más el uso de condones que ponen en manos del hombre el control de la sexualidad y la prevención, sometiendo a las mujeres al riesgo. Ellas necesitan conquistar control y poder en las relaciones sexuales, pero como sexo involucra emociones, sentimiento y placer, no necesariamente la razón, lo cual hace más difícil enfrentar la epidemia.

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