«Triunfó el proteccionismo», sintetizó el vicepresidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, José Augusto de Castro, al evaluar el fracaso de la Ronda Doha de negociaciones comerciales, reconocido el martes en Ginebra.
Brasil perdió porque le interesaba una apertura comercial y ahora se queda sin los acuerdos multilaterales, que eran su prioridad, y sin los bilaterales, que había dejado de negociar. La consecuencia es el "aislamiento", dijo Castro a IPS.
Pero "no es el caos, la vida sigue, y conviene tomar un tiempo de reflexión para todos", según Pedro de Camargo Neto, que preside la Asociación Brasileña de la Industria Productora y Exportadora de Carne Porcina.
Ya "hubo fracasos similares" y el avance brasileño en el mercado agrícola mundial no dependió del acuerdo anterior, la Ronda Uruguay, concluida en 1994 con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), recordó Camargo a IPS.
Mejorar el sistema de sanidad agropecuaria y la infraestructura, y superar trabas legales y burocráticas es el camino para que el país siga conquistando nuevos mercados, sostuvo Camargo, quien inició en 2002, cuando era alto funcionario del Ministerio de Agricultura, los exitosos procesos que concluyeron con condenas de la OMC a los subsidios practicados por Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
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Brasil obtuvo el derecho de imponer a Estados Unidos un castigo de 4.000 millones de dólares a consecuencia de sus subsidios al algodón, mientras la UE debió cambiar su política en materia de azúcar.
El colapso de la Ronda de Doha, iniciada por la OMC en noviembre de 2001 en la capital de Qatar, representa asimismo pérdidas políticas para Brasil, al dividir al Grupo de los 20 países en desarrollo (G-20) del que era uno de los líderes, y también al Mercado Común del Sur (Mercosur), por haber adoptado una posición discrepante de Argentina.
"Las alianzas cambian", el G-20 venía mostrando sus inconsistencias desde antes, por los intereses divergentes entre Brasil, China e India, observó Camargo. Mientras a este país sudamericano le interesa abrir los mercados agrícolas, sus dos socios hicieron hincapié en proteger a sus pequeños agricultores.
El G-20 fue relevante cuando emergió en la Quinta Conferencia Ministerial de Cancún, promovida por la OMC en esa ciudad mexicana en 2003, ante el intento de Estados Unidos y la UE de imponer condiciones desfavorables al mundo en desarrollo. Pero ahora la división era "inevitable", concluyó.
Al adoptar en Ginebra una posición conciliadora con las propuestas del mundo industrializado para salvar el acuerdo, Brasil aceptó reducir la protección a su industria, en contradicción con Argentina.
El Mercosur —del que son miembros también Paraguay y Uruguay, mientras Venezuela está en vías de ingreso— "salió arañado", sin beneficios de contrapartida, ya que "los subsidios y el proteccionismo fueron mantenidos", criticó Castro, reconociendo que sanar las heridas del bloque sudamericano exigirá gran esfuerzo.
André Nassar, director general del Instituto de Estudios de Comercio y Negociaciones Internacionales, que asesora al gobierno y al agronegocio, admitió que el mecanismo especial de salvaguardias, la posibilidad de elevar la protección ante súbitos aumentos de las importaciones, distanció a los miembros "defensivos y ofensivos" del G-20.
Muchos preveían que esas diferencias estallarían en el momento decisivo. India defendió su derecho de elevar los aranceles agrícolas ante un súbito aumento de 10 por ciento en las importaciones, mientras la propuesta aprobada por el mundo rico y por Brasil reconoce ese derecho sólo en caso de un incremento de 40 por ciento.
Brasil busca abrir los mercados ricos, pero también los de China e India, con sus inmensas poblaciones y fuerte crecimiento económico.
Sería importante ahora "salvar los muchos puntos acordados", como las reglas para la reducción de subsidios y aranceles y la ampliación de cuotas de importación, señaló Nassar, pero reconoció a IPS que es muy difícil, ante la ruptura de las negociaciones.
Para que la OMC consiga un acuerdo debe haber consenso en todos los puntos. El fracaso se debió a una "cuestión agrícola menor", la de las salvaguardias, después de siete años de esfuerzos para acercar y conciliar intereses, lamentó el martes el canciller brasileño Celso Amorim.
Su conducción de las negociaciones, como representante de Brasil y portavoz permanente del G-20, enfrentará ahora una nueva oleada de críticas, en especial por haber insistido en la Ronda de Doha como prioridad casi exclusiva, así como en la alianza con países "emergentes" como China e India, pese a las evidentes divergencias.
Dar prioridad a Doha era natural, como único ámbito en el que se podrían reducir los subsidios agrícolas, justificó el ministro. Ahora habrá nuevas prioridades, como las negociaciones comerciales entre el Mercosur y la UE, anunció.
El colapso de la Ronda de Doha deja muchas incertidumbres, pero su desenlace apunta a un reordenamiento del mundo tras la "la polarización entre Estados Unidos, de un lado, y China e India, del otro", vaticinó Nassar.
Tantas lamentaciones no son compartidas por la Vía Campesina, una red mundial de movimientos rurales. "Felizmente parece que Doha fracasó", dijo a IPS Pedro Stédile dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, que hace parte de esa alianza en Brasil.
"La OMC y sus ministros no tienen ningún mandato, ni de las Naciones Unidas ni de sus pueblos, para negociar nada en relación a los alimentos", que son un derecho de todos, no una mercancía, arguyó.
La posición brasileña fue "ridícula, servil a los intereses del agronegocio y las transnacionales", al canjear su mercado industrial y de servicios por una mayor exportación de productos agrícolas y materias primas, de menor valor agregado, criticó.
El Mercosur está "sin futuro", agregó Stédile, que defiende una unión económica y política de América del Sur, "más allá de aranceles comerciales".