LÍBANO: Camino empedrado para acuerdo de paz

Los libaneses se polarizan cada vez más y siguen los enfrentamientos entre facciones que afectan a la población, a pesar del acuerdo de paz sellado en mayo en Doha.

La tensión se elevó a raíz del asesinato en febrero de 2005 del primer ministro sunita Rafik Hariri, de 61 años, en un atentado con bomba en Beirut, supuestamente a manos del régimen sirio.

Rafik Hariri dirigió cinco gobiernos entre 1992 y 2004. Este país, que cuenta con 18 comunidades religiosas, quedó dividido en dos tras su muerte.

La mayoría oficialista y antisiria está compuesta por el Partido Socialista Progresista de la comunidad religiosa drusa (PSP), las Fuerzas Cristianas Libanesas (denominadas "falangistas"), el partido Kataeb, también cristiano, y el Movimiento Futuro, liderado por Saad Hariri, hijo del asesinado jefe de gobierno.

La oposición dominada por los partidos chiítas Amal y Hezbolá (Partido de Dios) y sus milicias, apoyados por los gobiernos sirio e iraní.
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El conflicto llegó a su fin en los papeles en mayo, tras una semana de combates que dejaron 67 personas muertas.

Sin embargo, el frágil acuerdo de paz firmado el 21 de mayo en la capital de Qatar no contuvo los choques entre partidarios de la mayoría y de la oposición en varias regiones de este país de Medio Oriente.

El 28 de mayo se registró un tiroteo entre combatientes del opositor Hezbolá, chiita y prosirio, y miembros del PSP que dejó un soldado muerto en Aramoun, uno de los suburbios de la capital.

Otro sonado incidente fue el protagonizado por Imad Zaghloul, herido por hombres no identificados el 6 de este mes en Bir Hassan, en el sur de Beirut.

Las primeras noticias mencionaron que los agresores vestían uniformes de la seguridad del parlamento, y las facciones progubernamentales se apuraron a acusar a la oposición de fomentar la violencia porque el plenario está presidido por Nabih Berri, líder del movimiento chiita Amal.

El 8 y 9 de este mes hubo combates violentos entre Hezbolá y la mayoría sunita del Movimiento Futuro en las aldeas Saadnayel y Taalabeya en la zona de Bekaa.

"Toda comunidad de la sociedad libanesa tiene sentimientos subyacentes hacia un segmento u otro. Esos sentimientos se agitan cuando hay un conflicto y son exacerbados por el discurso político y la cobertura de prensa tendenciosa", señaló el sociólogo de la Universidad Estadounidense de Beirut Nabil Dajani.

Las fricciones entre las comunidades sunitas y chiitas fueron propiciadas por el asesinato de Hariri en 2005, y, desde entonces, las relaciones entre ambas facciones son inestables.

"Nuestros vecinos y amigos de la comunidad chiita, con quienes convivimos en armonía estos últimos 30 años, no nos apoyaron contra los sirios, y desde entonces actúan como ocupantes", señaló Mohamad Moheidine, dueño de un comercio ubicado en la aldea de Saadnayel.

Moheidine se refería a la alineación de Hezbolá y Amal con Siria y a su posterior retiro del gobierno en protesta por el tribunal internacional creado para juzgar a los asesinos de Hariri.

La aparente paz del valle de Bekaa, exuberante tapiz de campos cultivados con granos y vinos, se quebró por el duro intercambio verbal entre las facciones.

"Haremos lo que podamos para protegernos contra ellos y poner fin a su comportamiento arrogante", señaló Mohiedine, refiriéndose al presunto intento de partidarios de Hezbolá de secuestrar a tres jóvenes sunitas el sábado en uno de los cafés locales.

En otra calle, el propietario de un comercio de pintura dio una versión diferente de los enfrentamientos del 8 y 9 de este mes.

"Un conductor chiita de la familia Dandach fue insultado por un grupo de jóvenes sunitas y respondió disparando al aire con su rifle Kalashnikov", relató Ali Diab. "Fue perseguido por unos aldeanos que dispararon a su casa. La mía también recibió disparos porque es la única residencia chiita de la zona".

Las rivalidades se originaron en diferencias políticas, pero desde entonces adquirieron una dimensión sectaria, señaló el comerciante.

"Creo que Hezbolá no actuó mal. Al contrario, pidió a sus seguidores ser pacientes. Sólo respondemos cuando sentimos que los (partidarios sunitas del Movimiento Futuro) nos van a matar", indicó.

Los líderes religiosos y políticos libaneses avivan los sentimientos sectarios en vez de tratar de construir puentes entre las distintas comunidades, según el sociólogo Dajani.

"Algunos pobladores venden sus muebles o las joyas de sus esposas para comprar armas", indicó Mohiedine. "Estamos dispuestos a morir defendiéndonos y protegiendo nuestra tierra de quienes nos la quieren robar".

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