Nadie duda de que el lago Titicaca, fuente hídrica y cuenca compartida por Bolivia y Perú, está contaminado. Pero medio siglo después de que los dos gobiernos lo advirtieron, no hay estudios integrales de la situación de sus aguas.
Seis son los sitios más dañados, entre ellos la Bahía de Cohana, en el occidental departamento boliviano de La Paz, y la peruana Bahía Interior de Puno, en el departamento homónimo.
Se trata de enormes estanques naturales llenos de un cóctel de aguas servidas, contaminación orgánica y residuos de industrias y minas.
La falta de tratamiento de aguas servidas se ha convertido a su vez en una amenaza para las poblaciones cercanas.
"Nosotros sólo utilizamos el agua para lavar ropa", dice a Tierramérica Sonia Copa, cerca de la comunidad de Argachi, a una hora de automóvil de la Bahía de Cohana. "No le damos ni a los animales porque a veces viene roja, otras es negra, con mal olor".
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Desde Argachi las familias han optado por cavar pozos para obtener agua. "Tenemos miedo de enfermarnos, animales se han muerto tomando agua del río", asegura Felipe Chura, dueño de un pequeño hato de ganado.
A pesar de numerosas investigaciones, el problema no ha sido abordado de forma sistemática, por tanto las verdaderas condiciones ambientales y el impacto futuro son una incógnita, dijo a Tierramérica el ingeniero Alberto Giesecke, del Consejo Nacional del Ambiente de Perú.
Según Giesecke, el principal problema en Perú son los efluentes y residuos sólidos de las comunidades. Del lado boliviano, corren aguas contaminadas desde los occidentales municipios de Viacha, Laja, Pucarani y de la ciudad industrial de El Alto, cercana a La Paz, un conjunto que suma casi millón de habitantes.
El Titicaca —"roca del jaguar" o "roca del felino" en lengua aymara— se encuentra en la zona fronteriza de las dos naciones sudamericanas, escoltado por la cordillera de los Andes. Es el lago navegable más alto del mundo, con 3.810 metros sobre el nivel del mar.
Sus aguas son transparentes y azules en la mayor parte de sus 8.562 kilómetros cuadrados, 3.790 en territorio boliviano y 4.772 en suelo peruano. Entre su fauna nativa se cuentan varias especies de patos, peces como el amenazado suche (Richomycterus rivulatus), el karachi (del género Orestias) y la endémica rana gigante del Titicaca (Telmatobius culeus).
Entre la vegetación acuática están la totora (Scirpus californicus), la yana llacho (Elodea potamogeton) y la lenteja de agua (Lemna sp.).
Más de 25 ríos desaguan en él. La contaminación habría afectado a "un pequeño porcentaje" de ellos, dice a Tierramérica Luis Alberto Sánchez, coordinador en Bolivia de la Autoridad Binacional del Lago Titicaca (ALT).
Entre la información de instituciones diversas y la percepción de los habitantes, se ha ido armando una suerte de rompecabezas.
"Lo que se hace involucra a instituciones públicas, académicas y privadas, pero los sistemas de monitoreo no son continuos ni sostenibles, de tal manera que la información no es única", afirma Giesecke.
"Tal vez hay que introducir una postura más modesta, practicar un monitoreo esencial. Como dijo un autor, contentarnos con llegar a un nivel de ignorancia óptima y no buscar conocer todo lo que se debe conocer", sugiere.
Para abordar ese problema, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) impulsa un plan binacional para establecer una red oficial de monitoreo ambiental, "que uniforme la información con un solo protocolo", explica a Tierramérica la bióloga Evelyn Taucer, del Centro de Posgrado en Ecología y Conservación de la estatal Universidad Mayor de San Andrés de La Paz (UMSA).
"Estamos identificando seis puntos para la ubicación de las estaciones de monitoreo, a partir de los cuales haremos un control físico, biológico y químico de las aguas y de la biodiversidad acuática", explica, pues se necesita "que los esfuerzos se canalicen a una sola red que proporcione información oficial para la toma de decisiones".
Tanto en Bolivia como en Perú actúan alcaldías y gobernaciones, ministerios y viceministerios, además de la ALT, entre otras entidades no necesariamente interrelacionadas.
La Bahía de Cohana está a cuatro horas de La Paz, en la región del lago Menor de Bolivia. No hay que ser experto para advertir que el río Sewanka, que acompaña parte del camino a este pueblo ganadero de unos mil habitantes, está sucio y que el lago huele mal.
Según el limnólogo Roberto Apaza, del Laboratorio de Calidad Ambiental de la UMSA, los sedimentos, la proliferación de la lenteja de agua y la consecuente reducción de espacios para aves y peces son un hecho con el que deben convivir los habitantes.
De esto ya se escucha hablar en las escuelas. "Nos enseñan sobre la contaminación", confirma Lucio Pari, de 14 años, quien sabe que la lenteja y la totora tienen altas concentraciones de cadmio, plomo y arsénico, según diagnóstico realizado por el Laboratorio de la UMSA.
La que más contaminantes absorbe es la lenteja sobre la que retozan las wallatas o gansos andinos (Chloephaga melanoptera). Esta planta es utilizada como abono, mientras la totora sirve de alimento para el ganado.
"Una considerable cantidad del ganado no se faena en los mataderos municipales, sino en mataderos a cielo abierto y clandestinos", y los restos "son vertidos directamente al río Katari", escribió el investigador Francisco Fontúrbel en su trabajo "Relevamiento ecoturístico rápido de la Bahía de Cohana, lago Titikaka".
Esto contribuye a diseminar el parásito fasciola hepatica. Con él se habrían infectado y muerto más de tres personas en la zona, según Esteban Zapana, ex autoridad municipal.
Algunas propuestas de solución vienen de organizaciones no gubernamentales.
Por ejemplo, la "tecnología de biodigestión anaerobia", un proceso de fermentación de excrementos humanos y animales y de desechos agrícolas para generar biogás, explica a IPS Oliver Campero, director del proyecto Tecnologías en Desarrollo, que tiene estaciones experimentales en Tiwanaku, a unos 70 kilómetros de Cohana.
La Prefectura de La Paz se propone descontaminar la bahía en un 25 por ciento y potabilizar las aguas que consume la población.
Es inminente el resultado de una licitación de las obras para captar el agua de una vertiente, tratarla y canalizarla, explica Ramiro Villarroel, director de Recursos Naturales y Medio Ambiente de La Paz.
Si la contaminación no se revierte, señalaba el pronóstico de Fontúrbel, la cuenca lacustre "podría comenzar a colapsar, interrumpiendo la cadena alimentaria y empantanando las orillas del Titicaca".
* Este artículo fue publicado originalmente el 31 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.