«La sociedad chilena no está por el perdón y el olvido, está por la justicia» para las violaciones a los derechos humanos, dijo en entrevista con IPS el historiador y politólogo Claudio Fuentes, autor de un estudio que compara la percepción de los chilenos sobre sus Fuerzas Armadas entre 1991 y 2007.
El libro "Instituciones cautivas. Opinión pública y nueva legitimidad social de las Fuerzas Armadas", fue presentado el 15 de este mes en la sede de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) en la capital chilena, con la asistencia del comandante en jefe del Ejército, general Óscar Izurieta.
Los responsables del estudio son también los sociólogos Augusto Varas y Felipe Agüero, junto con Fuentes, director de Flacso Chile y doctor en ciencia política de la estadounidense Universidad de Carolina del Norte.
En 1991, apenas comenzada la transición a la democracia tras 17 años de dictadura conducida por el general Augusto Pinochet (1973-1990), Flacso realizó una encuesta acerca de la imagen que tenía la población de las Fuerzas Armadas y del orden, cuya represión dejó unas 3.000 personas asesinadas y desaparecidas y otras 35.000 torturadas durante el régimen.
Tres meses después de la muerte de Pinochet, en diciembre de 2006, Flacso repitió el sondeo, analizando los cambios de percepción ocurridos en 16 años de gobierno de la centroizquierdista Concertación de Partidos por la Democracia.
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Las encuestas, realizadas en la Región Metropolitana de Santiago, indican, por ejemplo, que aumentó la proporción de personas que piensan que es improbable o imposible un nuevo golpe de Estado (44 por ciento en 1991 y 70,1 por ciento en 2007).
Como los mayores responsables de los atropellos a los derechos humanos, los encuestados colocan a los altos oficiales de las Fuerzas Armadas y de seguridad (78,7 por ciento) y entre las instituciones lidera la lista el ejército (92,5 por ciento), seguido de Carabineros (policía militarizada).
Para Fuentes, una de las principales conclusiones del estudio es que "la sociedad chilena no está por el perdón y el olvido, está por la justicia", y aunque no hubo una pregunta específica sobre la muerte de Pinochet, el politólogo cree, a la luz de los resultados, que ésta contribuyó a despolitizar a las Fuerzas Armadas.
"A principios de la transición, las Fuerzas Armadas eran percibidas con bajo compromiso democrático, como un obstáculo para la democracia y muy asociadas a la figura de Pinochet", indicó el politólogo.
"Hoy aparecen como más profesionales y se ven elementos nuevos. Por ejemplo, se incrementa el atributo negativo de 'errores humanos' asociado a las FFAA", apunta Fuentes, lo que a su juicio se explica por la tragedia de Antuco, en mayo de 2005, cuando 45 jóvenes conscriptos murieron mientras realizaban un ejercicio de entrenamiento en la nieve.
Las Fuerzas Armadas han hecho un esfuerzo por modernizarse, proceso en el que se destaca la incorporación de la mujer en sus distintas ramas y la creación del programa de soldado profesional, sostuvo.
No obstante, un índice preparado por los autores con base en las respuestas de los encuestados en 2007 muestra que sólo 7,5 por ciento estimaron que el compromiso democrático de las Fuerzas Armadas es "muy alto", mientras que 46 por ciento pensaron que aún es "muy bajo".
En respuesta, el comandante Izurieta dijo en la presentación del libro que las Fuerzas Armadas tienen un compromiso "completo" y "sin regresión" con los derechos humanos y la democracia, agregando que "los países institucionalmente sólidos como Chile no necesitan que sus instituciones armadas declaren diariamente su adhesión al sistema democrático".
Claudio Fuentes habló de éste y otros temas con IPS.
IPS: — ¿Cuánto ha cambiado la percepción de los chilenos sobre las Fuerzas Armadas en los últimos 18 años?
CLAUDIO FUENTES: — Ha cambiado en algunos aspectos y en otros se ha mantenido. Primero, las Fuerzas Armadas tienen bastante legitimidad en el ámbito propio de la defensa. Cuando uno le pregunta a la ciudadanía, ¿usted cree que las Fuerzas Armadas deben existir?, tanto en 1991 como ahora, dice que sí (88,4 y 87 por ciento, respectivamente). Se valora la disciplina, el profesionalismo. Eso en general tiende a mantenerse.
Creo que hay un cambio importante en el ámbito de los derechos humanos. Hay una tendencia a preferir opciones de justicia y de educación para la resolución de problemas vinculados a violaciones a los derechos humanos. A nuestro juicio esto se explica por las políticas de Estado relacionadas con este tema y por los casos que han aparecido ante la justicia.
Finalmente, hay un aumento de actitudes nacionalistas y de percepciones de amenazas con respecto a Argentina y Perú entre la población. Con Argentina se explica por (las restricciones a las importaciones de) gas natural (de ese país desde 2004), y con Perú por las frías relaciones (de los últimos años).
—¿Qué cambios específicos ha habido en materia de derechos humanos?
—En 1991, el porcentaje de personas que pensaban que había que buscar mecanismos de justicia en los tribunales, aunque éstos ocasionaran problemas con los militares, era más bajo que el de hoy día (30,8 por ciento en 1991 y 44 por ciento en 2007).
Por otra parte, los dos principales temas que aparecen cuando se le pregunta a la gente qué debería hacerse para evitar violaciones a los derechos humanos en el futuro son justicia y después educación.
Y finalmente hay una baja en el porcentaje de personas que piensan que la amnistía es una solución: pasó de seis por ciento en 1991 a 3,9 por ciento en 2007. En síntesis, hay una mayor percepción de que la justicia es un camino para resolver estos temas.
—¿Cuáles son los principales factores que contribuyeron a variar la imagen de las Fuerzas Armadas?
—Primero, la salida del general Pinochet de la comandancia del ejército en 1998, ya que la identificación de su régimen con las Fuerzas Armadas afectaba negativamente la percepción de la opinión pública.
En segundo lugar, creo que después de 1998 las Fuerzas Armadas hicieron un esfuerzo por cambiar su imagen, donde se insertan, por ejemplo, las operaciones de paz. Y por último están las políticas de gobierno, entre ellas, la campaña de servicio militar voluntario, que tiene un gran impacto en los estratos socioeconómicos bajos, que poseen una mejor opinión de las Fuerzas Armadas hoy día que en el pasado.
—¿Se analiza en el libro el gesto del segundo sucesor de Pinochet en la jefatura del ejército, Juan Emilio Cheyre, quien pidió perdón a nombre de la institución por los atropellos cometidos durante la dictadura?
—No hay ninguna pregunta vinculada a ese tema, pero quizás el mayor impacto que se ve en la encuesta es que en 1991 el ejército aparecía como la institución que le ponía mayores problemas a los gobiernos (de la centroizquierda) y en 2007 aparece como la institución más colaboradora.
—¿Qué análisis hace sobre el aumento del nacionalismo que muestra el estudio?
—Creo que ahí hay un gran desafío para la política pública. Por un lado, somos cada día más globalizados, internacionalizados y receptores de inmigrantes, pero por el otro tenemos sentimientos muy fuertes de superioridad.
Por ejemplo, los chilenos se consideran más ingeniosos, más responsables y con Fuerzas Armadas más capacitadas que sus contrapartes bolivianas, peruanas y argentinas. Creo que eso es preocupante porque tenemos que generar en la sociedad chilena una cultura de tolerancia hacia los extranjeros.
— Pero además, ¿los chilenos nos sentimos más amenazados, según el libro?
—Claro, es complicado cuando te sientes superior y amenazado. Pero afortunadamente los chilenos prefieren mayoritariamente soluciones pacíficas antes que confrontacionales. La política pública chilena ha hecho mucho en cooperación con Argentina, con Bolivia, pero eso la sociedad tiene que percibirlo.