Entre las misiones hoy atribuidas a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), organismo de la ONU que cumple este año 60 de trayectoria, figura la de contribuir a delinear una estrategia de desarrollo que aproveche la actual bonanza de la región.
Nacida el 25 de febrero de 1948 como comisión regional del Consejo Económico y Social de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), los expertos concuerdan en que la Cepal siempre ha intentado «pensar» a América Latina a partir de sus singularidades.
En tal proceso, este organismo ha sido fuente de importantes teorías, además de blanco de numerosas críticas.
El argentino Raúl Prebisch, secretario ejecutivo de la Cepal entre 1950 y 1963, planteó que el atraso de la región se explicaba por las desiguales condiciones de intercambio comercial entre el «centro» (el Norte industrial) y la «periferia» (las economías exportadoras de materias primas).
Más tarde, esta teoría se conocería como «desarrollismo» o «estructuralismo».
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Prebisch propuso la industrialización a través de la sustitución de importaciones, reforma que, según el economista, era una realidad antes surgir como concepto, pues fue la única forma de afrontar los estragos dejados por dos guerras mundiales y la Gran Depresión entre ellas. Esa industrialización suponía un rol activo del Estado.
«La Cepal ha sido desde el comienzo una institución de formación tanto del espíritu público como del conocimiento que los latinoamericanos y en particular los tomadores de decisiones necesitan para analizar y orientar tanto el presente como el futuro», resumió el sociólogo francés Alan Touraine en un seminario conmemorativo efectuado el 28 de abril en Santiago.
Emblemático es el caso del ex presidente brasileño por dos periodos consecutivos (1995-2002) Fernando Henrique Cardoso, quien como funcionario de la Cepal entre 1962 y 1979 formuló, junto con el sociólogo chileno Enzo Falleto, la teoría de la dependencia latinoamericana, continuadora del desarrollismo de Prebisch.
Según la revisión histórica del propio organismo, después de la industrialización de los años 50, la Cepal propuso «reformas para desobstruir la industrialización» en los 60 y la «reorientación de los estilos de desarrollo hacia la homogeneización social y hacia la diversificación pro-exportadora» en los 70.
En la década del 80, propuso la «superación del problema del endeudamiento externo mediante el ajuste con crecimiento» y en la del 90, la «transformación productiva con equidad».
En la última década, la Cepal, cuya sede permanente está en Santiago de Chile, concentró su atención en la desigual distribución de la riqueza.
Se destacan los documentos «La protección social de cara al futuro: Acceso, financiamiento y solidaridad» (2006) y «Cohesión social: inclusión y sentido de pertenencia en América Latina y el Caribe» (2007).
El primero destaca la necesidad de establecer sistemas de protección social solidarios universales, tanto de pensiones como de salud, a través de un pacto fiscal, es decir una reforma tributaria.
El segundo propone eliminar las brechas de acceso a la educación, la salud, la vivienda y las tecnologías de la información, así como fortalecer las instituciones públicas.
El primero de los dos grandes aportes de la CEPAL a la región fue «cuestionar el supuesto, común en sus inicios, de que el desarrollo económico se daba más o menos en forma automática según se dejara al mercado funcionar», dijo a IPS el ex decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Joseph Ramos.
«La Cepal enfatiza factores estructurales que pueden frenar el crecimiento como son la concentración de la propiedad, la falta de espíritu emprendedor y la falta de capital humano, y la concentración de las exportaciones en materias primas y no en conocimiento», añadió el experto.
«También contribuye a generar un conocimiento empírico sobre América Latina», señaló Ramos, quien dirigió la división de Desarrollo Productivo y Empresarial de la Cepal entre 1992 y 1998.
«Históricamente la Cepal ha hecho propuestas de desarrollo muy interesantes para la región», dijo a IPS Hugo Fazio, director del no gubernamental Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda).
Pero no ha estado exenta de críticas. La izquierda radicalizada de los años 60 vio a la teoría desarrollista como un «salvataje» al capitalismo, mientras que sectores de derecha han considerado que sus propuestas son proclives al «estatismo».
Fazio destaca los aportes del colombiano José Antonio Ocampo, secretario ejecutivo de la Cepal entre 1999-2003, en el debate sobre el impacto de la globalización de los mercados de capitales en la región.
«En los últimos años, al igual que ha sucedido con los organismos financieros internacionales, el papel de la Cepal ha sido limitado», acotó.
Los desafíos actuales no son menores. La gran demanda de productos básicos por parte de China ha beneficiado a muchos países latinoamericanos, especialmente a los exportadores de minerales, debido a las mejoras en los términos de intercambio.
Este año, las economías latinoamericanas completarán seis años de crecimiento continuado.
Ante este escenario, muchos esperan que la Cepal muestre caminos posibles de desarrollo para la región para al menos los próximos 25 años, respetando las múltiples diferencias políticas, económicas, sociales y culturales entre los países.
El actual secretario ejecutivo de la Cepal, el argentino José Luis Machinea, ya dio señales de que así será.
En el próximo periodo de sesiones de la Comisión, los 44 países miembros (todos los de América Latina y el Caribe más algunos de Europa y Asia) discutirán en junio el documento «Transformación productiva veinte años después. Viejos problemas, nuevas oportunidades».
«Hay que aprovechar las ventajas comparativas estáticas: si nos pagan más por los productos que exportamos tenemos que producir más de eso, pero con esos recursos tenemos que avanzar en procesos de transformación productiva que generen una estructura más diversificada. Ahí está el gran desafío de la región», remarcó Machinea.
Pero a su juicio hay dos interrogantes al respecto: «¿Cómo hacemos para apropiarnos de la renta de los recursos naturales? y ¿cómo invertimos bien los recursos?».
«Varios países lo están intentando, y en principio está bien. Hay un cambio extraordinario en los precios y tiene una lógica que los países traten de apropiarse de una parte de esa renta», indicó.
«Pero si no lo hacemos bien, si en el intento de apropiarnos de esa renta generamos incertidumbre para la inversión privada, vamos a tener un problema para crecer. Hay que apropiarse de la renta, pero manteniendo los incentivos a la inversión privada. No es una tarea sencilla ni desde el punto de vista político ni económico», reflexionó.
Por otra parte, para el colombiano José Antonio Ocampo, quien también intervino en el seminario de abril, la frustración histórica de la Cepal es la «integración latinoamericana».
«Actualmente la Cepal ya no es ‘el’ think tank (usina de ideas) de la región», se lamentó Ramos.
«A diferencia de 60 años atrás, cuando era ‘el’ centro de excelencia de análisis económico, hoy han surgido muchas universidades de calidad en la región, que la superan en la cantidad y calidad de sus investigadores», señaló.
«Por ello, la Cepal debe centrarse en dos funciones donde creo tiene ventajas: hacer los análisis comparativos de qué ocurre, qué funciona y qué no funciona en la región, pues las universidades tienden a centrarse en temas nacionales, y ser articulador, centro focal, en distintos temas centrales del desarrollo, reuniendo a los mejores centros de investigación», aseguró Ramos.