El asunto candente de estos días en las negociaciones de la Ronda de Doha en la OMC son los productos tropicales, un renglón de interés básico para los países más pobres, asentados primordialmente en esas áreas.
Esa particularidad justifica el reclamo de los países en desarrollo de una liberalización más ambiciosa que en el resto de las tratativas agrícolas, arguyó un negociador latinoamericano que pidió reserva de su nombre.
En estrecha vinculación con los productos tropicales, el comité de agricultura de la OMC (Organización Mundial del Comercio) discute también sobre la erosión de las preferencias arancelarias, un fenómeno que aparece cuando la disminución de este tributo o la eliminación de barreras comerciales reducen los beneficios otorgados a países especialmente favorecidos.
Tal relación se aprecia nítidamente en el caso del banano, un producto tropical que simboliza las demandas de liberalización comercial de muchos países de América Latina.
En contraste, esa probable apertura comercial amenaza con erosionar las preferencias concedidas a otros tantos países del bloque África, el Caribe y el Pacífico (ACP), también productores de banano, que hasta ahora ingresan al mercado europeo con aranceles favorables. Esas naciones demandan compensaciones por esas pérdidas.
La Unión Europea, que a causa de las preferencias del banano mantiene un litigio comercial de varias décadas con los países latinoamericanos, figura como actor principal en las dos negociaciones, de los productos tropicales y de la erosión de las preferencias.
El vínculo entre los dos rubros de la negociación ha causado una superposición que impide la presentación de listas de productos. Muchas de las mercancías agrícolas erosionadas por la caída de las preferencias son también tropicales, observó la fuente.
El presidente del comité de negociaciones agrícolas, el neocelandés Crawford Falconer, estimó en febrero pasado que la cuestión de la liberalización del comercio de los productos tropicales debería prevalecer sobre el tema de la erosión de las preferencias, recordó el informante.
Los países interesados en estas dos cuestiones discutirán esta semana fórmulas para acomodar la superposición en las listas. También tendrán que resolver sobre la jerarquía entre ambos asuntos.
Aún con esos dos casos abiertos, Falconer aseguró que proseguirá con la redacción de un nuevo borrador de las modalidades que deberán fijar las condiciones para la fase final de las negociaciones de agricultura, que a su vez son el eje sobre el que gira toda la Ronda de Doha.
El negociador neocelandés espera entregar ese texto a los representantes de los 150 países miembro de la OMC el próximo fin de semana o a comienzos de la venidera. El documento reflejará "lo que yo creo que es, en este momento, el punto al cual ustedes han llegado" en las negociaciones, dijo Falconer a los diplomáticos.
Luego de un lapso prudencial para que las partes evalúen las conclusiones del borrador, Falconer volverá a convocar al grupo negociador para escuchar las reacciones.
Clodoaldo Hugueney, el negociador de Brasil, dijo a IPS que un período adecuado, para que los delegados Estados miembro reflexionen, sería de una semana.
La organización del programa de sesiones no es una cuestión superflua para muchos delegados y miembros de la secretaría de la OMC, que está embarcada en una carrera contra el tiempo para concluir la Ronda de Doha durante este año.
Otra dilación, en un proceso que en noviembre cumplirá siete años de su lanzamiento en la capital de Qatar, amenaza con un aplazamiento prolongado de las negociaciones, a causa de los cambios de gobierno que se avecinan en países clave, como Estados Unidos e India.
Pero otros países pretenden que las negociaciones privilegien el contenido en lugar de las fechas. El representante de Egipto preguntó si la intención original de la Ronda de Doha, de dejar que "la sustancia" determine la marcha de las negociaciones, ha sido superada por un impulso por cumplir plazos.
Con todo, los temas pendientes de acuerdo, solamente en agricultura, son varios y fundamentales. Falconer admitió que todavía no hay unanimidad en una cuestión básica como son los productos sensibles, una variedad en que los países industrializados pretenden mantener aranceles más altos, como forma de proteger a la producción local menos eficiente.
En compensación, esos países importadores aceptarían el ingreso de un contingente (cuotas) de esos productos a aranceles inferiores.
Para discutir sobre el volumen de esos contingentes, los negociadores reclamaron datos confiables sobre el consumo de los productos que podrían entrar en la categoría de sensibles.
Un grupo de estados miembro, conformado por Australia, Brasil, Estados Unidos. Japón y la Unión Europea, elaboró un método para establecer las estimaciones de consumo.
Pero esa modalidad no obtuvo la unanimidad, como dijo Falconer. Argentina dijo que ese método no sirve de base para determinar el consumo y se mostró reticente, confió la fuente. Otros países objetaron la metodología que se adoptaría por cada producto.
Fuentes comerciales reconocieron que la cuestión es muy compleja pues obliga a disponer de datos minuciosos sobre el consumo. Por ejemplo, en el caso de las carnes bovinas es necesario llegar a contar hasta con datos de la demanda de los cortes más finos.
Por otro lado, cuando las negociaciones llegan a este nivel surge el problema de la transparencia de los datos, dijo la fuente. Será una discusión ardua, vaticinó.