La práctica del periodismo se ha vuelto crecientemente riesgosa en Etiopía en los últimos años. Severas restricciones a la prensa, impuestas luego de las disputadas elecciones de 2005, continúan resonando en el país, mientras que algunos profesionales recibieron condenas de muerte.
En julio de 2007, los periodistas Andualem Ayele Legesse, Mesfin Tesfaye Gobena, Wonakseged Zeleke Tessema y Dawit Fasil Woldeselassie, fueron sentenciados a la pena capital acusados, entre otros cargos, de traición, en conexión con los disturbios que siguieron a los comicios de 2005.
Aunque luego fueron amnistiados, las sentencias tuvieron un efecto de intimidación sobre sus colegas y actuaron como una restricción a la libertad de prensa, señaló en una entrevista con IPS Leonard Vincent, responsable del departamento africano de la no gubernamental Reporteros Sin Fronteras, con sede en París, dedicada al fomento de la libertad de expresión.
— La decisión de imponer la pena de muerte a periodistas debió sacudir a RSF.
— Sí, porque se trataba de algo muy serio. Pero, por otro lado, nunca pensamos que el gobierno iba a ejecutarlos. La condena fue utilizada como una herramienta de intimidación, una forma de poner a los periodistas en su lugar y asegurarse de que comprendieran las consecuencias de desafiar a las autoridades. Aunque éramos conscientes de esto y de que el gobierno estaba sobreactuando, tratamos el caso con la mayor urgencia.
— ¿Qué efecto tuvo sobre los medios de prensa en Etiopía?
— Un gran impacto. La autocensura es un estilo de vida para los periodistas etíopes, especialmente para aquellos que viven y trabajan en la capital, Addis Abeba. Cualquier crítica al presidente o al gobierno puede provocar amenazas telefónicas, intimidaciones o incluso el arresto y penas de prisión.
Sin embargo, dos de los periodistas condenados volvieron a lanzar diarios independientes en Addis Abeba hace un par de meses. Por supuesto, se encuentran bajo estricta vigilancia y les ha sido muy dificultoso obtener una licencia, pero están logrando con esfuerzo superar esas dificultades.
— ¿Los periodistas en Etiopía están atemorizados por la pena de muerte?
— No existe un temor real. Se trató de circunstancias excepcionales relacionadas con los episodios de 2005. Todos son conscientes de eso y también lo es RSF. Existe un mayor temor a ser arrestados. Las cárceles en Etiopía tienen muy mala reputación. Hay celdas con 120 personas y una sola letrina y los derechos de visita están restringidos.
— ¿Hubo otros casos de periodistas condenados a pena de muerte en África, recientemente?
— No, que yo sepa. Algunos artistas han sido condenados a muerte, pero no periodistas, al menos en los últimos 10 años, aunque sí hubo casos de sentencias a cadena perpetua.
En Níger, el periodista Moussa Kaka fue arrestado en septiembre, acusado de complicidad en un ataque a la autoridad del Estado. Le imputan haber estado en contacto con los insurgentes que actúan en el norte del país. Moussa enfrenta la posibilidad de ser sentenciado a prisión perpetua, pero aún no ha sido juzgado. Dos periodistas franceses fueron detenidos y amenazados con la pena de muerte, pero los liberaron en enero.
— ¿En dificultoso, en general, para los periodistas africanos escribir sobre la pena de muerte?
— Sí, comentar las sentencias judiciales es un tema delicado en muchos países. En algunos, ni siquiera está permitido hacerlo. El mes pasado, en Níger, el editor de la publicación independiente L'Eveil Plus, Aboubacar Gourouza, fue condenado a un mes de prisión por un artículo en el que comparaba la decisión de liberar provisionalmente al alcalde de la ciudad de Maradi con la de mantener bajo arresto al alcalde de la capital, Niamey. Ambos han sido acusados de fraude.
— ¿Qué dificultades encuentra RSF cuando intenta poner de relieve estos problemas?
— En algunos países, las autoridades tienen muchos prejuicios respecto de nosotros. En Ruanda, por ejemplo, sospechan que RSF está financiada por el gobierno francés, otros creen que recibimos dinero de los servicios de inteligencia estadounidenses, lo cual es obviamente falso. Tratamos de abrir el debate con las autoridades y hablar con ellas sobre la libertad de prensa. A veces funciona, otras no.