Anwar Ibrahim no pudo ser candidato en las elecciones generales de este mes en Malasia, pero logró, de todos modos, un cambio radical en el escenario político con su participación en la campaña.
El líder de la oposición no pudo figurar en las listas de las elecciones del día 8 por haber estado preso, a pesar de que los cargos de corrupción y sodomía por los que fue condenado eran falsos.
Pero este ex viceprimer ministro (1993-1998) luchó por volver el centro de la política de este país del sudeste asiático y superar los 10 años de violenta propaganda oficialista en su contra. Logró, así, forjar una alianza y crear una oposición fuerte en el parlamento.
"Es claro que es el hombre del momento", anotó Steven Gan, editor del sitio independiente de noticias en Internet malaysiakini.com. "Reunió una oposición viable, creó una plataforma común y los llevó a la victoria."
La política de Malasia no será la misma después de las elecciones del sábado, en las que el multiracial Partido por Justicia Popular, liderado por de Ibrahim, ganó la mayoría de los escaños opositores en el parlamento.
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La alianza entre la agrupación de Ibrahim, el prochino Partido por la Acción Democrática y el Partido Pan-Malayo Islámico (PAS) obtuvo 82 de los 222 escaños en juego, 30 menos de los necesarios para formar gobierno.
Se trata del mejor resultado conseguido por la oposición desde la independencia de Malasia en 1957, y augura una nueva era de transparencia, responsabilidad y un gobierno limpio, promesas nunca cumplidas por el primer ministro Abdullah Badawi.
Los votantes lo castigaron, al rechazar la candidatura de sus ministros y los gobiernos de cinco de los 13 estados que componen el país.
"Ibrahim tuvo un regreso triunfal con el firme impulso que le dio a la política multiracial", remarcó Gan. "Ahora es posible un sistema político bipartidista, diferente del de partido único, corrupto y dictatorial."
El ex viceprimer ministro se comprometió, entrevistado por IPS, a defender y promover el libre mercado, la inversión extranjera y continuar con el proceso de desarrollo.
Pero enfatizó que, esta vez, la riqueza beneficiaría a los pobres y a los integrantes de todas las comunidades étnicas, y no sólo a los ricos y a la elite gobernante.
"Tenemos confianza de que con nuestro liderazgo y la estrecha colaboración con nuestros aliados comenzaremos a implementar políticas que garanticen una economía más fuerte y pujante en Malasia", aseguró.
"Nos aseguraremos que la confianza de los inversores se mantenga en el periodo de transición e identificaremos áreas problemáticas en que los gobiernos de nuestros estados se concentrarán en mejorar", añadió.
La oposición está dedicada a formar gobierno en los cinco estados en los que ganó, y promete una nueva agenda económica concentrada en acabar con la corrupción.
"Tendremos tolerancia cero para la corrupción, y eso tendrá un fuerte impacto en la reducción de los costos empresariales y en la construcción de la confianza de pequeñas y medianas empresas", juró Ibrahim.
"También prohibiremos a los funcionarios tener negocios con el Estado, a fin de reducir los incentivos al amiguismo", añadió.
Ibrahim estuvo seis años preso, condenado injustamente por corrupción y sodomía. Ahora se sabe que el proceso respondió a una conspiración política al más alto nivel en la que participaron jueces, empresarios adinerados y dirigentes políticos.
Ex activista estudiantil islamista devenido en nacionalista malayo, Ibrahim logró reinventarse como líder de todas las comunidades étnicas de Malasia, con una plataforma reformista.
"El resultado electoral es un testimonio de la aceptación de Anwar como líder de todos los malasios gracias a una plataforma política justa e incluyente de todas los grupos étnicos y, en especial, los pobres", remarcó el abogado de derechos humanos Ragu Kesavan.
Uno de los aspectos clave de su éxito, según analistas, fue convencer al PAS de que abandonara su reivindicación de instaurar un Estado islámico teocrático. La propuesta le privaba de los votos de la comunidad china, que representa 30 por ciento del electorado y prefería a la gobernante coalición Frente Nacional.
Otro paso importante fue armar una alianza laxa entre tres partidos bajo una plataforma común, en la que figuran como prioridades el abatimiento del precio de los alimentos y combustibles, el fin del amiguismo en favor de miembros de la oficialista Organización Nacional de Malayos Unidos (ONMU) y la igualdad entre los diferentes grupos étnicos..
El mensaje de cambio resonó en toda la población, independiente de su raza o religión, coincidieron numerosos analistas.
"Los ciudadanos votaron contra Badawi por su incapacidad de cumplir con las promesas de 2004 de combatir la corrupción, de reformar la policía, de ser el primer ministro de todos y de mejorar la función pública", explicó el politólogo Ong Kian Ming.
Chinos e hindúes, descendientes de inmigrante de la época del imperio británico que siempre se sintieron ciudadanos de segunda clase, abrazaron la consigna de Ibrahim: "Somos todos iguales".
Pero la oposición también cosechó votos entre malayos urbanos que no se vieron beneficiados con la Nueva Política Económica, que favorece a esa comunidad étnica mayoritaria pero se concentró en la elite.
Al inicio de la campaña, la población se mostró cautelosa respecto de la agenda reformista de Ibrahim y sus actos electorales casi nunca reunían más de 1.000 personas. Pero en los últimos 13 días, la concurrencia creció hasta llegar a superar las 30.000.
Ibrahim no fue candidato, pero es, de hecho, el líder de la oposición.
El ex viceprimer ministro no descartó aliarse a partidos menores hoy integrantes de la gobernante coalición Frente Nacional, siempre y cuando adhirieran a su plataforma.
Ibahim abrió así la puerta para que las pequeñas agrupaciones abandonen su lealtad hacia la debilitada coalición oficialista y se alíen con él.