EEUU: Efecto bumerán de la obsesión de Bush con Iraq

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, responsable por la fortaleza y salud de las fuerzas militares de este país, se encuentra frente a dos opciones igualmente riesgosas y cuestionables.

Por un lado, debe responder a los deseos de su jefe, el presidente George W. Bush, quien está obsesionado con Iraq y se opone decididamente a cualquier medida que pueda poner en riesgo los avances realizados en los últimos seis meses para reducir la violencia sectaria y establecer una imagen de estabilidad en ese país.

Cuando el comandante de las fuerzas de ocupación, el general David Petraeus, insistió que reducir el número de tropas por debajo de los 130.000 hombres sería una amenaza para las posibilidades de lograr la "victoria", Gates se hizo eco de esa preocupación, aunque previamente había favorecido la idea de dejar en Iraq sólo 100.000 soldados para fines de este año.

El lunes, luego de reunirse con Petraeus en Bagdad, Gates anunció por primera vez que apoyaba la idea de una "pausa" en el retiro de tropas en julio, cuando se llegará al nivel existente antes de la "escalada" dispuesta el año pasado por Bush, que incrementó la presencia militar en 30.000 hombres.

Por otro lado, Gates debe hacer frente a la creciente convicción de los máximos jefes militares y los expertos en seguridad nacional, quienes advierten que las fuerzas terrestres de Estados Unidos se encuentran peligrosamente sobrecargadas y que mantener 130.000 hombres en Iraq resultará insostenible en el tiempo.
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El jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, general George Casey, han expresado en las últimas semanas su preocupación acerca de que Iraq está transformando sistemáticamente a la maquinaria militar estadounidense en una "fuerza hueca".

"¿Debemos poner el futuro de Iraq por encima del futuro de nuestras fuerzas armadas", se preguntó el ex comandante de la Armada, Harlan Ullman, en su columna semanal publicada por el diario Washington Times.

Este punto también está siendo planteado por los jefes militares en actividad, aunque de manera más diplomática. "Nuestros hombres en servicio, en particular los de las fuerzas de tierra, y sus familias, se encuentran bajo una fuerte tensión", dijo Mullen la semana pasada.

También remarcó que el tiempo que deben pasar actualmente en la zona de combate, 15 meses, es demasiado extenso y debe reducirse a un año, en forma urgente. "Los recursos son abundantes, pero no infinitos", advirtió.

El ex jefe del Estado Mayor Conjunto durante la época de la Guerra del Golfo (1991) y posteriormente secretario de Estado (canciller), Colin Powell, también señaló durante una entrevista televisiva que incluso el nivel de tropas previo a la "escalada" no puede mantenerse "indefinidamente".

Pero los expertos no están preocupados sólo por los efectos en la moral y capacidad de las fuerzas de tierra. Mullen, entre otros, plantea el creciente peligro representado por los insurgentes de la milicia islamista Talibán en Afganistán y Pakistán, un país que cuenta con armas atómicas. Señala que Washington podría enfrentar amenazas más serias que las existentes en Iraq.

"No debemos permitir que los desafíos de hoy nos impidan estar preparados para las realidades de mañana", dijo Mullen la semana pasada. "Existe el riesgo de que no seamos capaces de responder rápidamente a futuras amenazas a nuestro interés nacional", agregó. Esta parece ser la opinión compartida por los expertos y Gates seguramente coincide con ella.

Existe un creciente consenso acerca de que Afganistán y Pakistán, especialmente la convulsionada zona fronteriza entre ambas naciones, se han convertido en el frente principal de la "guerra contra el terrorismo" de Bush, aunque el presidente estadounidense sigue creyendo que será ganada o perdida en Iraq.

Las agencias de inteligencia estadounidenses, un ámbito en el que Gates pasó la mayor parte de su carrera, han pensado desde hace mucho tiempo que Iraq era una distracción en la campaña antiterrorista, un punto que dejaron en claro en la Evaluación Nacional de Inteligencia (NIE, por sus siglas en inglés) publicada en julio de 2007.

La NIE concluyó que la organización terrorista Al Qaeda se había recompuesto de su expulsión de Afganistán hace seis años, con la reconstitución de su organización central y algunas de sus capacidades operativas en los "paraísos seguros" en la zona fronteriza entre ese país y Pakistán.

El director de inteligencia nacional, almirante retirado Mike McConnell, fue aún más allá al testimoniar la semana pasada ante el Congreso legislativo en Washington: señaló que Al Qaeda se encontraba nuevamente en condiciones de concretar ataques en territorio estadounidense.

Mullen ratificó ese punto de vista, planteando que en su opinión un próximo ataque a Estados Unidos se originaría con Al Qaeda operando desde la frontera entre Afganistán y Pakistán.

Mullen viajó a Pakistán para entrevistarse con el presidente Pervez Musharraf y el jefe del ejército, general Ashfaq Parvez Kayani, según se informó para comunicarles la preocupación de Washington por la expansión de la insurgencia talibán y reiterar las ofertas no sólo de una mayor cooperación militar y de inteligencia sino de realizar "operaciones conjuntas" en el lado paquistaní de la frontera.

Su visita se sumó a varias anteriores de delegaciones de alto nivel, una muestra de la importancia que los expertos en seguridad nacional otorgan a la región.

Aunque Gates se alineó con Petraeus en el tema de la "pausa" en la retirada de tropas de Iraq luego de julio, sugirió que la obsesión de Bush con Iraq tiene un alto costo diplomático y militar, tanto en lo que hace al combate contra Al Qaeda y la milicia Talibán como para el futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

"Me temo que para muchos europeos las misiones en Afganistán e Iraq son confusas", dijo a los periodistas para explicar la reticencia de los aliados a enviar más tropas a Afganistán, a pesar de los pedidos de Gates en ese sentido.

"Creo que muchos de ellos tienen problemas con nuestra intervención en Iraq y proyectan esos sentimientos a Afganistán, sin entender que se trata de dos clases diferentes de amenazas", señaló Gates.

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