La falta de alimentos y la incertidumbre sobre su futuro inquietan a un centenar de familias bolivianas de esta ciudad y El Alto que se vieron obligadas a dejar sus viviendas a causa de las fuertes lluvias, mientras las autoridades realizan labores de rescate en el oriental departamento de Santa Cruz.
Mientras el carnaval de cuatro días concentra la atención de gran parte del país, los equipos de emergencia continúan asistiendo a la población afectada, pero la pausa de los feriados ha comenzado a generar preocupación entre los damnificados.
En El Alto, contigua a La Paz y a 3.850 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), unas 50 familias de la zona Tejada Alpacoma permanecen en 24 tiendas de campaña de tela impermeable que delatan fragilidad ante los fuertes vientos de la zona y las bajas temperaturas.
La urbanización de familias pobres está ubicada en el borde mismo de un profundo abismo desde donde se domina una parte de La Paz, y las lluvias han humedecido la orilla que metro a metro pierde solidez y cae convertida en barro líquido al precipicio.
La zozobra es permanente para los vecinos que miran impotentes la pérdida de terreno y el borde avanzando hacia sus casas como si amenazara con devorarlas.
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Pero otro riesgo se ha sumado a la preocupación del vecindario en emergencia. Un embovedado recolector de aguas de El Alto, ubicado exactamente debajo de sus viviendas, ha perdido parte de su estructura y varias casas comenzaron a hundirse lenta y dramáticamente, relató a IPS Johnny Rojas, uno de los damnificados.
En un intento por salvar las modestas construcciones, colocaron soportes de madera, pero con el paso de los días nuevas grietas se advierten y anuncian una inminente caída.
La alcaldía sólo atinó a evacuar a las familias frente al peligro de derrumbes y las cobija en un campo cercano, donde reciben atención médica de especialistas cubanos, algo de comida y ropa donada por otros habitantes.
Pero la improvisada cocina no funcionó en la víspera porque se quedaron sólo con dos bolsas pequeñas de azúcar, un poco de habas y algunas cebollas, explicó a IPS Teresa Coronado, una mujer que aguarda la ayuda del propio presidente de Bolivia, Evo Morales.
Rojas debió abandonar su trabajo como costurero en una pequeña fábrica para cuidar los bienes que le quedan y, por ello, pierde un salario equivalente a unos 13 dólares por semana.
Enfermedades respiratorias y dolores en articulaciones se presentaron en las últimas horas, indicó discretamente una de las dos médicas cubanas asignadas al puesto de asistencia instalado por el Ministerio de Defensa Civil.
En tanto, Coronado siente la ausencia del gobierno, de los dirigentes del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) y con tristeza recuerda que trabajó durante la campaña electoral en apoyo del actual presidente.
Hasta ahora, la alcaldía de El Alto sólo ha evacuado a las familias, pero no enfrentó el problema de la reparación del embovedado y todo indica que la solución está lejana, debido a las intensas lluvias que dificultan alguna obra de emergencia y los 20 metros de profundidad del canal colector.
Las 150 personas ahora cobijadas en las tiendas de campaña aguardan una respuesta rápida del municipio y anuncian su disposición de volver a las viviendas, a riesgo de perder la vida, e iniciar una huelga de hambre.
Unos kilómetros abajo, en la zona de Alpacoma y sobre la misma estructura geológica caracterizada por su inestabilidad, otras 13 familias viven en tiendas de campaña y son testigos de una silenciosa lucha entre el municipio de La Paz y el vecino de Achocalla.
Las dos alcaldías instalaron tiendas y se encargaron de hacer notar su presencia con letreros e inscripciones sobre los bienes donados, en otro capítulo de la disputa por tierras y jurisdicción en la montañosa e inaccesible zona que comprende a 70 por ciento de superficie no apta para construcciones del distrito.
A 30 kilómetros al sur de La Paz en una zona ubicada a 2.400 m.s.n.m., las consecuencias de las precipitaciones pluviales son preocupantes para los agricultores de verduras y hortalizas por la destrucción de unas 90 hectáreas de sembradíos que abastecen de alimentos a la sede de gobierno.
La región conocida como Río Abajo, el sitio donde confluyen las aguas de las altas montañas de La Paz y El Alto, soporta cada año la crecida del río principal que invade los campos de cultivo y sepulta con lodo y arena las lechugas, tomates, cebollas y las flores.
Una mujer acompañada por sus hijos habló con IPS en aymara y relató que los pocos sembradíos de maíz que tiene quedaron sumergidos bajo las aguas y presurosa recogía lo poco de las mazorcas para alimentar a su familia.
Hemos perdido toda la cosecha de principios de año, y para volver a cultivar tendremos que retirar el lodo y arena que ha quedado sobre la superficie, dijo.
Muy cerca del lugar, otra mujer agricultora recogía con dificultad las lechugas cubiertas por el lodo, y estima que perdió unos 263 dólares de la primera cosecha del año y aún no encuentra una solución para volver a cultivar en los campos afectados.
En la zona de Carreras, allí donde la superficie forma un playón y dispersa las aguas del río, los pobladores asumen con sentido humanitario la tarea de buscar y rescatar los cadáveres arrastrados desde La Paz.
En camillas improvisadas con ramas de árbol, los campesinos recuperan los cuerpos y los entregan a sus familiares, que muchas veces no reportan el rescate a la policía por temor a seguir rigurosos trámites y la autopsia de rigor.