COLOMBIA: Moncayo defiende beligerancia para las FARC

El odio o la rivalidad entre líderes guerrilleros de Colombia y el presidente Álvaro Uribe aumenta el calvario de buscar un acuerdo que libere a los cautivos por causa del conflicto armado colombiano, dijo a IPS el caminante Gustavo Moncayo, padre de un soldado que lleva 10 años en manos de la insurgencia.

Gustavo Moncayo y una de sus hijas. Crédito:
Gustavo Moncayo y una de sus hijas. Crédito:
Moncayo cree que puede dársele estatuto beligerante a la guerrilla si eso contribuye a que accedan a liberar más de 40 rehenes y prisioneros de guerra, y aboga porque se constituya un comité internacional que vigile la situación de los cautivos, comenzando por constatar sus condiciones de salud.

El caminante recorrió 1.492 kilómetros entre Bogotá, de donde partió el 19 de noviembre de 2007, y Caracas, a donde llegó el jueves 17, y fue recibido por el presidente venezolano Hugo Chávez justo cuando escalaba una guerra de declaraciones y comunicados con Colombia, que analistas comienzan a ver con inquietud como prólogo de un conflicto mayor.

Al cruzar la provincia venezolana y en las calles de la capital, la gente lo saluda, se arremolina a su paso, y jóvenes como Carmen Rosales lo detienen para fotografiarse con él. "Es un hombre de paz. El alcalde Freddy Bernal (quien le entregó las llaves de Caracas este viernes) tiene razón al llamarlo el Gandhi sudamericano", comentó.

El maestro Moncayo dijo a IPS que "yo no perseguí la gloria, como dice la canción", que canta el catalán Joan Manuel Serrat con versos del sevillano Antonio Machado, pero "todo se hizo complejo cuando comencé las caminatas y mi vida cambió. De ser un profesor de pueblo, de provincia, me veo convertido en un icono, reconocido por doquier".
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Pablo Emilio, el hijo mayor de Moncayo, era un cabo del ejército de 19 años de edad cuando fue capturado por las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) el 21 de diciembre de 1997. En manos de la guerrilla desde entonces, figura en la lista de "canjeables" por varios cientos de guerrilleros presos en cárceles del Estado colombiano.

El profesor ha recorrido casi 3.000 kilómetros en Colombia, Francia y Venezuela abogando por su causa. Tostado por el sol, viste una camiseta con la foto de su hijo, pantalón y zapatos deportivos, lleva cadenas del cuello a los antebrazos para simbolizar la opresión de sus seres queridos y se apoya en un bastón que le regalaron indígenas.

IPS: — Al cabo de estas largas caminatas, ¿ve más cercana la libertad de su hijo?

GM: — Realmente estamos buscando la llave perfecta, la que abra la puerta grande de este laberinto. El presidente Hugo Chávez encontró la llave de una de las puertas, la de las pruebas de supervivencia y la liberación de dos ciudadanas (Clara Rojas y Consuelo González).

Pero hace falta encontrar la llave para abrir las puertas grandes de donde se encuentra el resto de compatriotas privados de libertad, entre ellos mi hijo, Pablo Emilio. Pero creo que sí, que este esfuerzo de alguna manera llega.

— ¿Cómo distribuye usted la responsabilidad por la suerte de su hijo? ¿De cuál lado ha percibido más ayuda y de cuál más obstáculos?

— Hablamos de un aspecto muy álgido: ambos lados hacen intentos y gestos de apoyo, pero al mismo tiempo colocan impedimentos. Nosotros estamos en medio de ese juego. Para superarlo hace falta voluntad política y humana. Que se anteponga el bien común a los intereses particulares. Se puede lograr todo sin aumentar el sufrimiento.

Pero muchas personas llegan al poder y se obnubilan. Siguen una línea que creen correcta, mientras que para la gran mayoría no lo es.

— En medio de un enfrentamiento político entre Colombia y Venezuela y sus presidentes (Álvaro) Uribe y Chávez, Caracas propone que la guerrilla colombiana tenga estatus beligerante y no sea considerada terrorista. ¿Usted cree que eso contribuye a que las FARC cedan en su posición?

— Si hay organismos como la Cruz Roja Internacional, independiente y apolítico, que emite un concepto del estado de beligerancia y de cómo puede contribuir a este proceso, pienso que hay necesidad de replantear y mirar en qué sentido se puede tomar ese estatus.

Si concedemos estatus de beligerancia a un grupo alzado en armas no quiere decir que estemos entregándoles el país. Si Uribe abrió puertas para diálogos con el ELN (el también guerrillero Ejército de Liberación Nacional) y los paramilitares (de ultraderecha), pues que abra una tercera para dialogar con las FARC.

Es triste y duele ver que antes que pensar en algo positivo para las personas que hoy están en secuestro, se trata más de una cuestión personal que de fondo entre dos personajes hoy en contienda (Uribe y el líder de las FARC Pedro Antonio Marín, "Manuel Marulanda"), con sus vidas marcadas por el odio o el deseo de venganza. Esas personas abusan también, porque llevan a toda una generación a una crisis emocional, al incrementar sentimientos de aversión y fomentar conflictos.

— ¿Qué hará ahora, qué viene después de esta marcha?

— Vamos a ver cuáles otras actividades hacemos. Una posibilidad es conformar un equipo grande internacional, que sea el veedor de cómo se cumplen todos los cánones que tienen qué ver con el cumplimiento de los derechos humanos.

— ¿Inserta allí la visita de equipos médicos para constatar la salud de los prisioneros?

— Es fundamental. Estamos en mora con eso. No es posible que mientras nuestros familiares están muriéndose por allá en la selva, nosotros discutamos tecnicismos, por unas palabras.

Aquí se trata de vidas, de seres humanos, y tristemente tal vez nosotros, Dios no lo quiera, tengamos que partir sin la dicha de haber visto a nuestros seres queridos.

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