Dos días de reuniones entre 80 jefes de Estado y de gobierno de Europa y África, marcados por un sinnúmero de declaraciones de buena voluntad, no bastaron para disipar las dudas sobre las futuras relaciones entre los dos continentes.
A pesar del optimismo de la Unión Europea (UE) y muy especialmente de su presidente de turno, el primer ministro portugués José Sócrates, la interrogante persiste por parte de los 53 gobiernos africanos, que desconfían de la presunta generosidad del bloque en cuanto a la relación económica y comercial.
El también portugués José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE, no logró convencer a los africanos, que el sábado y domingo decidieron en Lisboa rechazar los nuevos Acuerdos de Asociación Comercial (APE, por si sigla en inglés) propuestos por los 27 europeos comunitarios.
El presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, se encargó de lanzar el desafío al sostener que los líderes europeos estaban a punto de perder la carrera en África, en especial debido a la creciente influencia de China, no obstante el objetivo central de fijar una estrategia conjunta para abrir una "nueva era" en las relaciones políticas, económicas y comerciales.
Las "amenazas" al predominio europeo en un continente que colonizó por más de 500 años también surgen de Estados Unidos, de Rusia, India y también de Brasil, que irrumpió con fuerza en África desde que asumió hace casi cinco años la presidencia de ese país el izquierdista Luiz Inácio Lula de Silva.
En el rescaldo de la II Cumbre África-UE, siete años después de la primera, celebrada en 2000 en El Cairo, también por iniciativa de la anterior presidencia portuguesa, IPS consultó a dos conceptuados analistas para el balance de la reunión, cuyo objetivo central era fijar una estrategia conjunta para abrir una "nueva era" en las relaciones políticas, económicas y comerciales.
¿Cuáles son los propósitos de la UE en África? ¿Qué resultados espera?, preguntó IPS.
"A pesar de que ambas partes afirmaron al finalizar la cumbre que se viró una página en las relaciones entre los dos bloques, incluyendo el inicio de una sociedad de entre iguales, la verdad obliga a decir que Europa continuará teniendo un predominio económico absoluto sobre África", opinó Eugenio Costa Almeida, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Técnica de Lisboa.
El politólogo luso-angoleño se interroga sobre el verdadero interés para África en una asociación con la UE en "Ciencia, Sociedad de Información y Espacio", uno de los capítulos contemplados en la cumbre, "en circunstancias que le falta lo principal, que es formar técnicos capacitados para las más elementales actividades económicas, científicas y periodísticas, antes siquiera de pensar en el espacio sideral".
"Europa importa todo como materia prima y exporta casi todo como producto acabado", lo cual explica que "algunos de los más importantes países africanos, tales como Senegal, Nigeria y Sudáfrica, decidiesen no firmar los APE", sentenció.
Para Teresa de Sousa, analista internacional del diario Público, de Lisboa, "ayudar a África a democratizarse y a desarrollarse es una necesidad de seguridad europea". Recordó que por los 14 kilómetros que separan a ambos continentes (en el estrecho de Gibraltar) "pasa la frontera más desigual de la humanidad, entre el bloque de los países más ricos del mundo y el continente donde se sitúan muchos de los más pobres".
Según De Sousa, "para poder entender la importancia de la cumbre UE-África, es necesario también comprender que la Unión (europea) no es solo la suma de sus partes". "Si Europa, si quiere ser un actor global, debe mantener su influencia estratégica, política y económica en un continente del cual está unido por casi cinco siglos de historia y que resurge hoy en la escena internacional como un nuevo actor capaz de jugar también sus triunfos", acotó.
La analista deplora que "después de años de fracaso político, en que predominaban todavía las diferentes visiones de las antiguas potencias coloniales (Francia, Gran Bretaña, Bélgica y Portugal), que se ocupaban de las respetivas zonas de influencia", la UE comprendió que "ayudar a África a desarrollarse era una necesidad de seguridad europea".
De Sousa se muestra convencida que cumbres como las del pasado fin de semana "no pueden ser evaluadas por sus resultados concretos, sino que funcionan como señales de cambio: en Lisboa hubo una mudanza de agenda, de discurso y de empeño político, lo que no es todo, pero es bastante".
Para Costa Almeida, el cambio de actitud se debe a que, ante la presencia creciente de las llamadas "potencias emergentes (China, India y Brasil), "Europa enfrenta el desafío de transformar su poder económico y su visión del mundo en una capacidad de acción externa eficaz".
La UE, "según Durão Barroso, no es proteccionista, importa más productos agrícolas de África que otros países industrializados, lo que es verdad, pero él no debe olvidar que Europa condiciona las exportaciones africanas" y es este bloque el que "determina los precios a pagarles", al contrario de lo que sería de esperar "de un intercambio comercial libre y justo", lamenta el politólogo.
Costa Almeida recuerda que la llamada Declaración de Lisboa emanada de la cumbre "preconiza la unidad de África, la interdependencia de África y de Europa, el respeto por los derechos humanos, los principios democráticos y el Estado de derecho, así como el derecho al desarrollo".
No obstante la noble de esos postulados, seguidamente se pregunta: "¿Cuáles principios democráticos? ¿Los euroliberales de un hombre, un voto?.
"Seria lo ideal, pero ¿Cómo se puede exigir a un pueblo y a un Estado, en su mayoría una amalgama de pueblos, naciones y familias distribuidas por diversos países, que no logran formar su unidad, que viven casi de la subsistencia alimenticia y económica, que piense en principios que Europa sólo consiguió en los últimos 50 años, después de innumerables y devastadoras guerras?", se interroga el analista.
La Declaración de Lisboa contempla ocho asociaciones estratégicas entres los dos continentes: paz y seguridad, gobernación democrática y derechos humanos, integración comercial y regional, Objetivos (de desarrollo) del Milenio, energía, cambios climáticos, migraciones, movilidad y empleo y ciencia, información y espacio.
Este año, la ayuda de la UE al desarrollo de África alcanzó los 29.500 millones de dólares, 25 por ciento de los cuales provenientes de la Comisión y 75 por ciento directamente de los países miembros, a través de programas específicos.
La UE se comprometió ahora a incrementar esa ayuda anual, hasta 2010, a 49.000 millones de dólares.
En lo referente a las intenciones reveladas por la Declaración de Lisboa, Costa Almeida reconoce que "Europa y África pueden haber firmado algunos documentos importantes que podrán regular sus relaciones", pero se interroga si "la voluntad de las personas será suficiente para implementar un tercio de esos documentos".
"¿China va a permitir que algunos de los avances que realizó en África sean así puestos en causa?", se interroga y a renglón seguido sugiere la respuesta: "es evidente que no, y ese es el gran error de la cumbre de Lisboa". "Europeos y africanos sólo pensaron en realizar una reunión entre ellos, olvidando que hay otros actores en escena", apuntó.
Costa Almeida concluye lanzando un desafío: ¿Es que hay alguna persona que realmente crea que Estados Unidos, Rusia o China nada harán para contrarrestar esta cumbre? Ahora, ellos tienen la palabra".