AGRICULTURA-ARGENTINA: Internet y bicicletas para buscar mercados

A sólo 45 kilómetros de Buenos Aires, unas 20 familias pusieron en marcha un establecimiento rural que logró vender sus alimentos en la capital argentina a través de una pequeña red de consumidores que valoran la producción orgánica, en armonía con el ambiente y el trabajo sin patrones.

Las familias pertenecen a la Cooperativa de Trabajadores Rurales de San Vicente, una de las 12 organizaciones de campesinos, indígenas, desempleados y estudiantes de Argentina que confluyen en la Red Tacurú, una iniciativa para la comercialización de sus productos que procura, además, generar conciencia social entre los consumidores.

Esta red de productores y consumidores ha abierto un mercado alternativo en la capital del país que sólo existe gracias a su creativa forma de organización.

"Somos cerca de 100 personas que obtenemos nuestro sustento del trabajo en la cooperativa", explica a IPS Carolina Maritorena, una de las encargadas de montar en bicicleta y salir a buscar clientes por San Vicente, localidad situada al sur de Buenos Aires, en la provincia homónima, donde la cooperativa tiene dos hectáreas de tierra para trabajar.

Con asistencia financiera del Ministerio de Desarrollo Social, los socios convirtieron un baldío alambrado con un rancho, en una finca con huerta, invernadero, gallinero con 140 ponedoras, bombas de riego, hornos de barro y envasadora, para producir huevos, leche, queso, dulces, panificados y variedad de verduras orgánicas.
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"Vendemos puerta a puerta, explicándole a la gente que somos una cooperativa que genera trabajo digno, que no utilizamos agroquímicos y que respetamos el ambiente, y aun cuando el precio no siempre les conviene, muchos se inclinan por apoyar este proyecto", comenta Maritorena.

Desde hace algún tiempo, los alimentos de la cooperativa llegan a Buenos Aires a través de la Red Tacurú, que promovió la organización de 15 "núcleos de consumo" en distintos barrios de la capital. "Venimos cada 15 días, nos encontramos con otras organizaciones y preparamos las cajas con los pedidos para repartir", describe.

El reparto se hace en una camioneta que paga la red. La distribución genera alrededor de 500 dólares cada dos semanas, que se reparten en forma proporcional a lo que cada uno venda entre los miembros del sistema Tacurú, que en idioma guaraní significa hormiguero grande y muy resistente construido con el trabajo comunitario.

Estas organizaciones venden gran parte de su producción por otras vías, en general locales, pero casi todas logran entrar de forma incipiente al mercado de Buenos Aires gracias a su asociación en la red.

Para Ana González, encargada de las "finanzas" de este gran hormiguero, la idea es "generar un espacio para comercializar los productos de las organizaciones sociales en Buenos Aires", pero admite que esa producción supera las posibilidades de Tacurú que, por el momento, está integrada por voluntarios.

"Es una experiencia piloto, un modelo de comercialización alternativa que tiene límites, pero también tiene potencial", dice a IPS. "Sabemos que organizar a los consumidores en un núcleo es más complejo que cruzarse al supermercado, pero la propuesta es crear conciencia sobre un nuevo modo de consumir", subraya.

Estos productores no tienen un mercado propio pero difunden su oferta en Internet y venden en pequeños puestos en ferias de la ciudad. Allí converge lo elaborado por cooperativas de campesinos e indígenas de las provincias de Córdoba, Misiones, Santiago del Estero y de colectivos de desempleados de la capital.

Estudiantes de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que eligen cursar parte de su carrera junto a comunidades campesinas del interior, son los "representantes comerciales" en Buenos Aires de la producción del Mocase (Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero).

El estudiante José Bourbotte, que estuvo en esa provincia del norte del país, comenta a IPS que los campesinos santiagueños, con dificultades de acceso a la tierra por el avance de la gran producción agropecuaria, son mayoría en ese distrito y viven en condiciones marginales. Pero tienen un saber tradicional que se busca rescatar.

"Ellos hacen escabeche de cabrito, dulces de sandía, zapallo en almíbar, miel de monte. Las mujeres hilan a mano la lana de oveja y la tiñen con fibras naturales", apunta Bourbotte, a cargo del puesto del Mocase en una feria semanal que funciona en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Un producto "estrella" de la red Tacurú es la yerba mate Titrayjú (Tierra, Trabajo y Justicia) que se elabora en la provincia de Misiones, noreste de Argentina. Allí, cerca de 50 pequeños agricultores, algunos dueños de sus tierras y otros con tenencia precaria, cultivan esta planta arbórea y elaboran con ella la materia prima para la tradicional infusión del mate, directamente para el mercado alternativo en Buenos Aires.

"La yerba ya es un producto emblemático del movimiento campesino de Misiones que sirve para reivindicar una nueva forma de trabajo rural para distintos productos, y una nueva forma de consumo, más responsable", explica a IPS Miguel Rodríguez, coordinador en Buenos Aires de las ventas de 36 cooperativas rurales del interior.

Las hojas de yerba (Ilex paraguariensis) molidas y secas se colocan en una calabacilla y se remojan con agua caliente para preparar la infusión que se bebe con una bombilla.

"Nuestra propuesta es hacerle ver a los consumidores que cuando uno compra en el mercado tradicional no sabe qué hay detrás de ese producto: si la producción contamina el ambiente, si los trabajadores son explotados, si hay problemas con la tenencia de la tierra", menciona. "Con esta yerba la gente aprendió a consumir diferente", remarca.

En diálogo telefónico con IPS, Eugenio Casalaba, yerbatero de Misiones y miembro de la cooperativa que produce la yerba Titrayjú, explica que cada asociado tiene un máximo de cinco hectáreas, donde, además de yerba, produce otros alimentos consumo familiar.

Para evitar la explotación de su trabajo decidieron asociarse, realizar las tareas de secado, buscar directamente al consumidor responsable en su provincia o en Buenos Aires y fijar precios justos, incluso si les queda poco o ningún margen de ganancia.

"Tratamos de llegar a Buenos Aires con un producto testigo para mostrar que el productor puede recibir un precio justo y el consumidor, yerba de calidad", dice. En Misiones, un organismo del Estado fija un precio mínimo para la hoja verde, materia prima de la yerba, pero los grandes empresarios elaboradores no lo respetan.

"Si el precio fijado para la hoja verde es de 48 centavos de peso (15 centavos de dólar), ellos pagan 30 (menos de 1 centavo de dólar)" al pequeño agricultor, según Cabalaba. Para ampliar la producción del movimiento incorporaron más cooperativas que crearán una nueva marca de yerba y otros productos de la región, como tabaco y té.

Para ellos, la red Tacurú es apenas una de las formas de llegada al consumidor, pues tienen acceso al mercado por distintas vías.

"Apoyamos las más diversas formas de construcción de mercados alternativos en las distintas organizaciones comunitarias para el comercio justo en Buenos Aires. Pero la idea no es sólo vender, sino generar un proyecto social diferente", sintetiza Rodríguez.

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