Los partidos pierden peso como vía de representación ciudadana en muchos países, sostienen expertos. Pero en Argentina esa tendencia se agudizó tanto, que en las elecciones del 28 de este mes será difícil reconocer a las dos agrupaciones que reinaron buena parte del siglo XX.
El Partido Justicialista (peronista) y la Unión Cívica Radical (UCR), que se proyectaban con la recuperación democrática en 1983 como los destinados a alternarse en el gobierno, se han fragmentado hasta casi diluirse para dar paso a liderazgos personalistas y candidaturas elegidas entre cuatro paredes por unos pocos.
Un estudio de la consultora dirigida por Jorge Giacobbe indica que 60 por ciento de los consultados se declararon apolíticos o independientes, un dato que contrasta con el escenario de la década del 80, cuando prácticamente 80 por ciento de los ciudadanos de entonces se identificaba con alguno de los dos grandes partidos nacidos en el siglo XX.
"La pérdida de relevancia de los partidos para definir la dinámica política es una tendencia que se observa, con escasas excepciones, en toda América Latina", explicó a IPS la politóloga María Matilde Ollier, de la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín.
"En Argentina, la desestructuración del sistema es aún mas pronunciada que en otros países y llegó incluso antes de que los partidos se consolidaran. La tradición política bipartidista había comenzado a afirmarse en 1983 tras la última dictadura militar iniciada en 1976— pero la tendencia se desvió a mitad de camino", advirtió la experta.
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La crisis se manifiesta claramente en las elecciones nacionales del 28 de este mes. A medida que avanza la campaña, es casi imposible advertir a qué partido pertenece cada postulante. Los sitios de promoción de sus candidaturas en Internet se identifican con sus nombres, no con el de las fuerzas que lideran.
El sector mayoritario del Partido Justicialista postula a la senadora Cristina Fernández para suceder en la presidencia de Argentina a su esposo, el centroizquierdista Néstor Kirchner. Pero su candidato a vicepresidente es el gobernador de la occidental provincia de Mendoza, Julio Cobos, quien pertenece a un grupo disidente de la opositora UCR.
Las encuestas indican que esta fórmula, del llamado Frente para la Victoria, puede ganar en la primera ronda electoral, para lo cual necesita superar 45 por ciento de los sufragios u obtener al menos 40 por ciento más uno y 10 por ciento de distancia del segundo más votado.
Otros dirigentes opuestos a Kirchner desde el mismo partido fundado en la década del 40 por Juan Domingo Perón, tres veces presidente de Argentina, respaldan la candidatura del gobernador de la también occidental provincia de San Luis, el derechista Alberto Rodríguez Saá, reunidos en el Frente Justicialista Unión y Libertad.
El tercer peronista en discordia es el centrista Roberto Lavagna, quien fue ministro de Economía del primer tramo del gobierno de Kirchner iniciado en mayo de 2003. Se postula al frente de la agrupación Una Nación Avanzada, acompañado por Gerardo Morales, otro dirigente surgido de las filas de la UCR.
La grilla de los principales candidatos al gobierno argentino se completa con Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, dos dirigentes que abandonaron tiempo atrás el radicalismo. La primera es candidata por la centroizquierdista Coalición Cívica y el segundo por el centroderechista partido Recrear.
En definitiva, la UCR, fundada en 1891 por Leandro Alem y que gobernó el país varias veces durante el siglo pasado, por primera vez en 90 años no lleva candidato a la presidencia y sus dirigentes reparten su apoyo entre tres postulantes de distinto signo.
Por su parte, el centenario Partido Socialista, que este año ganó por primera vez una elección provincial, en la oriental Santa Fe, no es ajeno a esta crisis de identidad. Dirigentes del sector apuestan a mantenerse independientes, otros se unieron al oficialismo y forman parte del gobierno nacional y un tercer grupo integra la coalición liderada por Carrió.
Según explicó a IPS el analista Rosendo Fraga, "el radicalismo sigue funcionando como partido, pero dejó de ser una fuerza política". La UCR ganó los comicios de 1983 con la candidatura del centrista Raúl Alfonsín (1983-1989) y en 1999 con Fernando De la Rúa, quien llegó encabezando la Alianza, de centroizquierda.
Pero desde entonces sufrió una fuerte pérdida de votos a nivel nacional y sólo conserva influencia en cinco provincias donde tiene gobernadores.
"Con el justicialismo sucede a la inversa", dice Fraga. "Dejó de ser un partido, pero es una poderosa fuerza que domina hasta ahora la política argentina", remarcó. Para este especialista, el sistema tradicional bipartidista está en crisis, y eso explica el triunfo de líderes ajenos a este sistema en comicios provinciales y locales.
El ocaso no es un buen dato para los expertos. La politóloga Ana Maria Mustapic, de la privada Universidad Torcuato Di Tella, sostuvo que el riesgo de la "pulverización" de los partidos es la inestabilidad política que se produce en casos de crisis.
"A Kirchner lo sustenta la opinión pública, que apoya su gestión, pero esa no es una base sólida, porque la opinión pública cambia muy fácilmente de humor", advirtió.
"Si los dos grandes partidos se desintegran y ya no ordenan el espacio político, el principio de representación se banaliza", interpretó.
Los especialistas coinciden en que, a pesar de que están empeñados en una retirada, los partidos son necesarios. "Entre el Estado y la sociedad civil tiene que haber alguna mediación, (por eso) los partidos deberán mejorar sus prácticas, renovarse, pero no pueden desaparecer", alertó Ollier.
El riesgo de su repliegue ya se advierte. La dirigencia actúa de manera imprevisible. "Nadie se imaginaba que Kirchner no se iba a postular para la reelección", recordó esta politóloga. Después de meses de misterio, el presidente anunció este año que la candidata de su sector sería su esposa.
"El caos permite que haya una mayor arbitrariedad y que se imponga la voluntad del más fuerte, el que tiene más recursos, simbólicos y materiales", advirtió. En el actual escenario, ese actor está en el oficialismo, dijo. Pero también la oposición tiene responsabilidad en la crisis política.
Casi ningún candidato fue elegido por procesos de votación interna. "La personalización de la política es muy fuerte, los candidatos se postulan a sí mismos, hablan en nombre propio y buscan la identificación de la gente con sus gestos más que con un proyecto colectivo para el país", criticó.
Carrió, que había creado el partido Afirmación para una República de Iguales hace dos años, renunció a la agrupación y convocó a formar una coalición con ella como candidata a la presidencia. Igual que Kichner, que resolvió lanzar a su esposa, Carrió amagó con unirse a López Murphy en medio de la campaña y luego no lo concretó.
Ahora deja entrever que, si gana, López Murphy podría integrar su gobierno. "Una coalición supone reglas, procesos institucionalizados de toma de decisiones, pero acá lo que hay son figuras que se autoproclaman, son conglomerados personalistas, pero ¿qué pasa con esa agrupación si el que convoca se muere?", se pregunta inquieta Ollier.