AMBIENTE-BRASIL: Agricultura ante acuciante escasez de fosfato

El escaso fosfato, un fertilizante indispensable para la agricultura, preocupa a los expertos en suelos, ante los voraces planes de Brasil y muchos otros países en la carrera por los biocombustibles.

El mundo puede afrontar en pocas décadas una escasez tan grave como la del petróleo, la del fosfato. Crédito: Photo Stock (Por copia en alta resolución ver http://www.photostock.com.mx)
El mundo puede afrontar en pocas décadas una escasez tan grave como la del petróleo, la del fosfato. Crédito: Photo Stock (Por copia en alta resolución ver http://www.photostock.com.mx)
Sal del ácido fosfórico, el fosfato es un compuesto químico integrado por fósforo y oxígeno.

El fósforo es un mineral "finito e insustituible", cuyas reservas conocidas y de explotación económicamente viable pueden agotarse en un plazo de 60 a 100 años si se mantiene el actual ritmo de crecimiento de su consumo mundial, dijo a Tierramérica Euripedes Malavolta, veterano agrónomo e investigador del Centro de Energía Nuclear en la Agricultura de la Universidad de São Paulo.

"Sin fósforo no habrá agricultura, ni biocombustibles, ni vida; se acabará la humanidad", enfatizó. Otros minerales, como nitrógeno, potasio, cobalto, magnesio y molibdeno, también son indispensables, pero tienen fuentes menos limitadas y, fuera de los dos primeros, son de bajo consumo.

"El fosfato corre el riesgo de agotarse antes que el petróleo", corroboró José Oswaldo Siqueira, profesor de microbiología del suelo en la Universidad Federal de Lavras, en un encuentro sobre bioenergía realizado el 26 de septiembre en São Paulo.

Una fuerte expansión de la agricultura con fines energéticos aceleraría ese agotamiento, lo que es un dato a considerar "en una visión estratégica", señaló en diálogo con Tierramérica.

Denominar "renovables" a los biocombustibles —etanol y biodiésel destilados de caña de azúcar, maíz y diversas oleaginosas— no debe hacernos ignorar que algunos factores de producción agrícola, como suelo y nutrientes minerales, no son infinitos, destacó Siqueira, director de Programas Temáticos del estatal Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico. A Australia no le interesa dedicarse a la agroenergía por sus limitaciones hídricas, acotó.

Sin un "poco probable" descubrimiento de nuevos y grandes yacimientos, las reservas actuales de fosfato durarán sólo hasta mediados de este siglo, dijo a Tierramérica Jean Marc von der Weid, coordinador de Políticas Públicas de la no gubernamental Asesoría y Servicios a Proyectos en Agricultura Alternativa, que defiende la agroecología.

Las técnicas agroecológicas reducen mucho la pérdida de fertilizantes, promoviendo la recuperación de lo que queda en los desechos vegetales, sostiene. Además, se puede priorizar especies y variedades más adaptables a suelos pobres en fósforo, acotó..

"Soy una voz clamando en el desierto, como San Juan Bautista", se quejó Malavolta, durante mucho tiempo voz solitaria en Brasil advirtiendo de la importancia de un uso más eficiente del fosfato.

Mejorando la tierra ácida con la cal "se puede usar un tercio del fosfato que venimos empleando", ejemplificó. Y Brasil tiene un suelo muy ácido y pobre en fósforo, observó.

La modificación genética para desarrollar variedades que requieran menos fertilizante es otro camino que ya se recorre. "Ninguna magia de la ingeniería genética producirá una especie que no necesite fosfato", pero sí que lo consuma en menor cantidad, aclaró.

El problema en Brasil es que no se emplean tecnologías disponibles para utilizar mejor el fertilizante, como análisis de suelo y de las plantas, y se termina por aplicar más de lo necesario, desperdiciando un bien que "es imposible hacer durar indefinidamente", lamentó Malavolta.

El exceso de fosfato en la siembra hace que sólo 30 por ciento sea absorbido por las plantas y reduce la productividad, señaló Siqueira. La mayor parte queda en el suelo. Otra parte, con la erosión, contamina aguas y hace proliferar vegetaciones acuáticas, perjudiciales para la salud humana.

La absorción de 30 por ciento ocurre en la primera siembra, pero las siguientes pueden aprovechar buena parte del fosfato retenido en el suelo. Pero, por desconocimiento, los agricultores vuelven a aplicar fosfato cada año, generando desperdicio y daños al cultivo, explicó Malavolta.

La siembra directa, que deja en la tierra los residuos de la cosecha, fertilizando y reteniendo humedad en el suelo, es otra forma de reaprovechar el fósforo, apuntó.

Reciclar basura y aguas servidas para recuperar el fosfato es otra medida clave para prolongar las existencias, coinciden Malavolta y Von der Weid. En los desechos se pierde muchos nutrientes, incluso porque una persona adulta no los necesita en la misma cantidad que un niño.

Otra complicación mencionada por Malavolta es la concentración de los yacimientos en los países del norte de África, especialmente en Marruecos, que posee cerca de 42 por ciento de las reservas mundiales, incluyendo a Sahara Occidental, un territorio que lucha por su independencia. China, con 26 por ciento, y Estados Unidos, con ocho por ciento, son otros privilegiados, pero también consumen mucho y no pueden exportar tanto como Marruecos.

Si los países árabes pierden la fuerza que ejercen en el mercado del petróleo, la tendrán por el fosfato, que también se hará escaso y caro, prevé el experto. No sorprendería que surgiera una organización de países exportadores de fosfato, bromeó.

Brasil, con sólo 0,4 por ciento de las reservas mundiales, depende de las importaciones. Sus mayores proveedores son Estados Unidos, Rusia y Marruecos.

* Corresponsal de IPS.

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