La paz en la occidental región sudanesa de Darfur parece más distante que nunca, a pesar de que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se involucrará personalmente la semana próxima viajando a Jartum.
La visita coincide con una intensificación de los esfuerzos internacionales por resolver el sangriento conflicto, que ya lleva cuatro años.
Mientras Ban prepara su primer viaje a Sudán, del 3 al 6 de septiembre, el ánimo en Jartum sigue siendo desafiante, de acuerdo con las más recientes declaraciones oficiales. Hay pocas señales de disposición del gobierno sudanés a cooperar con la comunidad internacional.
Ban se manifestó "profundamente preocupado" por el asesinato de varios cientos de personas a comienzos de este mes. Los incidentes violentos incluyeron un ataque contra una estación policial y ataques aéreos contra aldeas del sur de Darfur.
En respuesta a esas declaraciones del martes, el régimen sudanés aseguró que Ban se basaba sobre "artículos noticiosos fabricados". El gobierno sudanés rechazó categóricamente informes sobre operaciones militares continuadas en Darfur.
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"Estas acusaciones son falsas y están fundamentadas sobre información inventada de organizaciones y agencias con una agenda política. El gobierno no tuvo ninguna actividad militar recientemente y el ejército sudanés no actúa en Darfur", aseguró a la prensa el portavoz de la cancillería Alí al-Sadek.
Inicialmente, el gobierno sudanés se negó a aceptar el despliegue de cascos azules en la región resuelto por el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), pero terminó accediendo a raíz de la presión internacional a la creación de una "fuerza híbrida".
El contingente reunirá a unos 26.000 uniformados de la ONU y de la Unión Africana.
La escalada de la violencia y la actividad de militares sudaneses en Darfur "son hechos establecidos" y "nos atenemos a nuestra información", dijo Yves Sorokobi, portavoz de Ban.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional difundió la semana pasada fotografías que ilustran el continuo despliegue de equipamiento militar del ejército sudanés en Darfur, a pesar del embargo de armas de la ONU y de los acuerdos de paz.
"Un embargo es efectivo solamente si infringirlo tiene consecuencias", dijo Larry Cox, director ejecutivo de la filial estadounidense de Amnistía. "El Consejo de Seguridad debe aplicar este embargo con fuerza y de inmediato."
Los problemas de Darfur, reino independiente anexado por Sudán en 1917, comenzaron en los años 70 como una disputa por las tierras de pastoreo entre nómadas árabes y agricultores indígenas negros, ambos musulmanes.
La crisis derivó en una guerra civil en febrero de 2003, cuando guerrilleros negros respondieron con violencia al hostigamiento de las milicias árabes Janjaweed ("hombres a caballo"), que se presume son apoyadas por Jartum.
Los Janjaweed y el régimen sudanés son acusados de implementar una campaña de limpieza étnica contra tres tribus negras que respaldan a los dos grupos guerrilleros.
La ONU calcula unos 400.000 muertos y 2,5 millones de desplazados como resultado del conflicto, que también dejó a más de 3,5 millones de hombres, mujeres y niños luchando por sobrevivir en medio de la violencia y el hambre.
Informes desde la región sugieren que, además de civiles, muchos trabajadores humanitarios son víctimas de ataques violentos de las milicias desde septiembre de 2006, cuando el Consejo de Seguridad resolvió por primera vez el envío de 20.000 efectivos de la ONU a la región.
"Quiero ver por mí mismo las muy difíciles condiciones" en que operará en Darfur la fuerza de paz, dijo Ban. El objetivo de la visita, agregó, es "poner de relieve el acuerdo de paz y avanzar en varias áreas relacionadas con Darfur: la fuerza híbrida, el proceso político, el acceso humanitario y el desarrollo de fuentes de agua".
En medio de renovados llamados a un rápido despliegue de tropas, organizaciones de la sociedad civil involucradas con la situación de Darfur aplaudieron la próxima visita de Ban a Sudán, aunque pocos creen que un diálogo con el régimen de Omar al-Bashir dé frutos.
La visita constituye una presión al gobierno, dijo a IPS Marie Clark Brill, de la organización estadounidense Africa Action, pero "ahora es tiempo de implementar recursos financieros y logísticos", agregó.
Africa Action reclama el inmediato despliegue de tropas internacionales en Darfur. "La operación de mantenimiento de la paz debió implementarse mucho antes", opinó Brill, quien duda de las promesas de cooperación con la comunidad mundial formuladas por Sudán.
"Los acuerdos alcanzados hasta ahora son tan frágiles como prometedores. Mantener la atención en Darfur es la mejor manera de hacer que el gobierno de Sudán cumpla las promesas que hizo", dijo a IPS Scott Paul, de la organización estadounidense Citizens for Global Solutions.
En Estados Unidos, muchas organizaciones creen, además, que China debería jugar un rol crítico a la hora de poner fin a la carnicería en Darfur. Pero el país asiático se ha mantenido al margen.
China compra 70 por ciento del petróleo de Sudán y tiene al menos 3.000 millones de dólares invertidos en el sector energético del país africano. Exportó al menos 24 millones de dólares en armas y municiones a Sudán, así como casi 57 millones de dólares en repuestos y equipamiento para aviones.
En los últimos años, desde la ONU surgieron amenazas de sanciones económicas contra Sudán, pero tanto China como Rusia rechazaron esa posibilidad en el Consejo de Seguridad, órgano en el que ambos países tienen derecho a veto.
Sin embargo, a comienzos de agosto, China y Rusia se sumaron a la propuesta de la ONU y otros países de enviar una fuerza de 26.000 efectivos a Darfur.
Observadores atribuyeron el aval chino, al menos en parte, a la presión ejercida por activistas que apuntaron en sus campañas a la imagen del país asiático en vísperas de los Juegos Olímpicos del año próximo.
Funcionarios de la ONU opinan que el despliegue de la fuerza de paz insumirá todavía varios meses. Mientras la población de Darfur espera la llegada de las tropas, es probable que aldeanos y trabajadores humanitarios sufran ataques armados de las milicias.