Los indios y pakistaníes radicados en Australia a raíz de la violencia desatada tras la división de las dos potencias surasiáticas siguen, 60 años después de que se independizaron de Gran Bretaña, sin encontrarle sentido a esa tragedia.
"Hubo incendios, asesinatos e histeria colectiva. De repente, se perdió todo rastro de humanidad. La gente ya no fue la misma", recordó Nusrat Soofi, que tenía 15 años cuando abandonó su hogar en Kolkata (ex Calcuta) hacia Chittagong, en Pakistán Occidental (la actual Bangladesh).
Pero su historia no termina allí.
La sangrienta guerra civil de Pakistán, que terminó con la creación de Bangladesh en 1971, obligó otra vez a su familia a desplazarse a la ahora oriental ciudad pakistaní de Lahore, donde ella había nacido.
"Muchas veces se me confunde mi identidad, me siento partida. Fue un capítulo desafortunado de la historia de la humanidad", se lamentó Soofi, que vivió en Irán hasta que emigró a Australia en 1977.
Pese a los sufrimientos por los que pasó, esta mujer rescata que haber residido en distintos países le permitió "empaparse de los beneficios de estudiar y conocer otras culturas y lenguas".
Parte de la angustia de aquella separación impuesta fue registrada por la cineasta Anita Barar el documental "Crossing de Line" ("Cruzando la línea), filmado en Sydney.
El filme narra en 75 minutos la historia de 15 familias que cruzaron la frontera en medio del derramamiento de sangre y del caos que se vivía para empezar una nueva vida.
La división por motivos religiosos del territorio indio, entonces colonia británica, afectó principalmente a las provincias de Punjab y Bengala y desató el desplazamiento masivo de unos 14 millones de hindúes y musulmanes.
Pakistán, de mayoría musulmana, declaró su independencia el 14 de agosto de 1947. Al día siguiente lo hizo India, de predominio hindú.
La falta de capacidad de los entonces flamantes dos países para evitar la limpieza étnica que se sucedió terminó en un estallido de violencia que dejó un millón de muertos.
La mayoría de los sobrevivientes pasaron meses en campamentos de refugiados casi sin servicios. Los desplazados perdieron sus hogares, parientes y amigos en su éxodo a través de las peligrosas y nuevas fronteras.
Los padres de Barar emigraron de Nueva Delhi a Dadu, pequeña ciudad en la meridional provincia pakistaní de Sindh.
Amigos pakistaníes de su padre le habían asegurado que la situación se calmaría, pero un fatídico día de noviembre de 1947, su familia no tuvo otra alternativa que tomar un tren a India con una mochila de ropa por todo equipaje.
La mayoría de los ancianos indios y pakistaníes en Australia, que en 1947 tenían entre 10 y 36 años, anhelan volver a ver la casa de su infancia y su adolescencia.
"Mi padre cerró la casa y le dio las llaves a un vecino. Hasta su muerte en 1989, siempre soñó con volver a lo que seguía llamado 'nuestra casa de Dadu'. Espero algún día poder cumplir su deseo", señaló Barar, quien se mudó de Nueva Delhi a Sydney junto a su esposo y su hija.
"Las conversaciones diarias de mis padres siempre comenzaban por 'antes de la división'. A diferencia de mis cuatro hermanos, yo nací en Shahjahanpur, en India, y siempre me causó mucha curiosidad saber cómo sería la vida antes", recordó la directora de "Crossing de Line".
"Utilicé el documental para que la gente de ambos países lo usen como plataforma desde la cual compartir experiencias sobre cómo una línea trazada por diferencias religiosas de una mayoría cambió sus vidas para siempre", explicó.
Sollozos contenidos pudieron escucharse en un teatro al borde del río, en el occidental barrio de Parramatta de Sydney, mientras se proyectaba la película. Aquellos espectadores que sufrieron la violencia vieron emerger en la pantalla sus recuerdos enterrados.
"Éramos todos amigos, pero después de marzo de 1947 nos invadió una sensación de malestar y desconfianza", recordó Gurcharan Singh Sidhu, entonces residente del albergue estudiantil de la Universidad de Agricultura de Layalpur, hoy en territorio pakistaní.
"Fue pura locura. Ahora nos damos cuenta de que fue un grave error. Debimos mantenernos fieles a nuestros fuertes lazos humanos y no caer en trampas políticas y religiosas", opinó.
El documental narra historias de ancianos indios y pakistaníes hoy radicados en Australia y que se vieron obligados a cruzar la frontera contra su voluntad. También relata cómo hindúes y musulmanes arriesgaron la vida para proteger a seres queridos de la otra comunidad.
Brahm Prakash Sharma tenía 12 años cuando su familia se vio obligada a huir a Lahore en aquellos conflictivos meses de 1947. Los recuerdos de aquel funesto día son aún intensos.
"Mi padre acababa de regresar del trabajo y estaba descansando. Pocos minutos después, una multitud armada con palos y espadas se congregó frente a nuestra casa y prendió fuego al portón", dijo.
"Luego, varios disparos penetraron en nuestro salón. Junto con otros vecinos, saltamos por los techos y escapamos de la muchedumbre furiosa", afirmó.
Sharma todavía recuerda a un joven musulmán llamado Fazlu que puso vigas para que pudieran cruzar un sendero ancho que separaba las casas. "Fue nuestro ángel guardián. Todavía recuerdo su rostro. Le debemos la vida", señaló.
Sharma llegó a Australia en 1998 para reunirse con su hijo y su hija.
La emigración siempre supone problemas y nunca es fácil, ya sea compulsiva, como durante la división de India y Pakistán, o voluntaria.
"Fue difícil establecerme en un nuevo país como Australia siendo adulta. Tenía 45 cuando llegué aquí", relató Nusrat.
A miles de kilómetros de distancia de Asia meridional, los protagonistas involuntarios de esta trágica historia están deseosos de reunirse con personas del otro lado de la frontera y recordar juntos lo sucedido.
Sus similitudes culturales, culinarias y de lengua facilitaron el acercamiento. Cada uno siguió su propio camino, pero se siguen preguntando por qué sucedió todo aquello.
Barar documentó en formato digital los talleres que organizó para que los involucrados compartieran sus experiencias, con el fin de comprender el impacto a largo plazo de los desplazados y desarraigados.
El proyecto contó con apoyo de la organización Intercambio Cultural e Información, con sede en esta ciudad, y con financiación del gobierno australiano a través del Consejo de Australia.
Barar admitió que la realización del documental le dio un sentido de pertenencia.
"Llegaba a la casa de nuestros ancianos con una cámara y equipos de luz y sonido, pero me fui llena de amor, afectos y bendiciones. Nació un vínculo. Pasé a ser como una hija. Todos querían que el proyecto viera la luz", señaló.
"Nunca es fácil hablar de experiencias traumáticas, pero ellos me abrieron su corazón. Fue como un viaje con varias escalas", concluyó Barar.
El documental en hindi, urdu y punyabí, subtitulado en inglés, consta de entrevistas intercaladas con imágenes de archivo y fotografías de la colección de su padre.