Serbia muestra hoy tendencias contradictorias. Las estadísticas oficiales sugieren que se trata de una nación «perezosa», mientras que quienes buscan nuevas oportunidades ofrecen la imagen opuesta.
Siete años después del comienzo de la transición hacia una economía de mercado, los últimos datos revelan que existe un "ejército" de más de 870.000 desocupados en este país de 7,5 millones de habitantes.
Los datos generaron airadas críticas a los responsables de la economía, pero los sociólogos adoptan un enfoque diferente. Afirman que esta nación se ha vuelto "perezosa" y que muchos prefieren quedarse en casa antes que trabajar por un modesto salario.
"Hay varias razones para explicar el fenómeno" del desempleo, dijo a IPS el sociólogo Srecko Mihailovic. "Estábamos acostumbrados a vivir bajo un régimen que prometía la atención de las necesidades de todas las personas y ahora estamos en la dura senda del capitalismo. Es difícil cambiar los hábitos de la gente de la noche a la mañana", señaló.
Esos hábitos eran algo común en todo el territorio de la ex Yugoslavia, que se desintegró como consecuencia de las guerras civiles de la década de 1990. Bajo el viejo sistema socialista, la pérdida de empleos era algo desconocido.
En Serbia, el régimen del fallecido Slobodan Milosevic, acusado de crímenes de guerra, logró mantener la ilusión del pleno empleo a través de la entrega a trabajadores desocupados de generosas canastas de alimentos durante el período de estrictas sanciones internacionales entre 1992 y 2000.
Los salarios cayeron a apenas 20 ó 30 dólares por mes, pagados con recursos del presupuesto estatal. Muchos trabajadores en la zona central de Serbia se volvieron agricultores, la mayoría en tierras vecinas a las aldeas.
El nombre del juego fue "simplemente sobrevivir" hasta que Milosevic fue desplazado del poder en 2000 y el nuevo gobierno se volcó hacia una economía de mercado.
Con el auspicio de organismos financieros internacionales, Belgrado introdujo programas de entrenamiento para una fuerza laboral excedente. La mayoría de las fábricas con capacidad productiva ociosa fueron cerradas o privatizadas.
Mientras tanto, el salario promedio de quienes conservaron su empleo o se incorporaron al mercado de trabajo trepó a casi 450 dólares. Pero esta cifra sigue sin resultar atractiva para muchos.
"No hay garantía de conservar el trabajo y para los que recién contratados el sueldo es de apenas 200 dólares", dijo a IPS el titular del Servicio Nacional de Empleo, Dragan Djukic.
"Por lo tanto, la gente prefiere permanecer oficialmente desempleada, recibir un cheque por una pequeña suma y hacer algo en la economía informal de tanto en tanto", agregó.
Djukic indicó que se han adoptado medidas para revertir esta tendencia. Quienes rechacen tres ofertas de empleo perderán la cobertura de salud y otros beneficios.
Los problemas aumentan especialmente en la época de la cosecha. La zona central de Serbia es conocida por su producción de diferentes tipos de bayas, que exporta a todo el mundo.
"Pero no hay aldeanos dispuestos a venir a recoger frambuesas, aunque la paga es de 20 dólares diarios más comida y alojamiento", dijo a IPS Mile Vasiljevic, quien vive en la ciudad de Valjevo. "Por eso tenemos trabajadores de Bosnia y Rumania: 20 dólares no es poca cosa para ellos", agregó.
Cada vez más personas se trasladan en la búsqueda de empleo y los jóvenes serbios se encuentran en primera fila en este aspecto.
Miles de jóvenes serbios de Bosnia-Herzegovina o de la segunda ciudad más importante del país, Novi Sad, pasan los veranos trabajando como camareros en Montenegro, donde los balnearios en la costa del mar Adriático están experimentando una explosión turística sin precedentes.
"Yo no coincido con la idea de que los serbios son perezosos", declaró a IPS Dragan Stamenkovic, un estudiante de 22 años. El joven se encuentra pasando el verano, por cuarto año consecutivo, en el popular balneario montenegrino de Budva.
"Todo se resume a una evaluación de posibilidades: cuál es el mejor lugar para ganar algo. Una vez que obtenga mi graduación no me voy a quedar sentado esperando que un trabajo me caiga del cielo. Ya aprendí cómo buscarlo", agregó.
Lo mismo ocurre con jóvenes croatas y musulmanes de Bosnia, quienes ponen proa hacia las playas del Adriático en Croacia o Eslovenia, donde pueden ganar hasta 1.000 dólares mensuales. Una estadía de varios meses en la costa les proporciona el dinero necesario para solventar el siguiente año de estudios.
Asimismo, resurgió la tendencia migratoria de la fuerza laboral en los Balcanes, que había resultado brutalmente suprimida por el conflicto armado en la década de 1990.
Antes de las guerras, era común que mineros bosnios buscaran trabajos en Eslovenia, cirujanos serbios en Bosnia, o que personas de origen albanés se trasladaran por todo el territorio yugoslavo en la búsqueda de buenos salarios. Después del conflicto, el libre movimiento entre las repúblicas desapareció por completo.
El cambio comenzó luego del retorno de la normalidad a la región. Tras una pausa de más de 15 años, ahora aparecen en la prensa serbia avisos de oferta de empleo para que carniceros, peluqueros, panaderos y cocineros se trasladen a Eslovenia, la única de las repúblicas de la ex Yugoslavia que se incorporó a la Unión Europea.
Esa pequeña nación de dos millones de habitantes ofrece salarios que triplican a los pagados en Serbia.
Eslovenia también necesita médicos y enfermeras calificadas y muchos serbios están listos para armar sus valijas y partir. Un oculista o un dentista pueden obtener un salario inicial de 2.600 dólares mensuales, frente a los 700 que recibirían en Serbia.
"Este es un salto de calidad, un retorno a la normalidad", dijo a IPS un médico de Belgrado, Jovan Radjenovic, quien con su mujer, pediatra, se mudarán en septiembre a Liubliana, la capital de Eslovenia.
"Veinte años atrás la movilidad laboral en búsqueda de un mejor salario era algo normal. Las guerras lo arruinaron todo. Ahora", concluyó Radjenovic, "es tiempo de comenzar de nuevo, en un renovado viejo estilo".