Fuerzas del gobierno de Sri Lanka y de los insurgentes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil se preparan para un gran enfrentamiento armado en el norte de este país insular.
La retórica de paz quedó por el camino en las últimas tres semanas de este mes. Más de 50 combatientes murieron en la franja que divide las áreas controladas por cada bando.
La población civil ha quedado otra vez prisionera de los enfrentamientos y, al igual que en las últimas dos décadas de combates, y sin escape posible.
Al menos un millón de personas de unos cinco municipios del norte del país carecen de suministros de productos de primera necesidad, padecen el aumento de precios y nuevas medidas de seguridad.
Agencias humanitarias y autoridades de los municipios de Jaffna, Mullaithivu, Mannar, Kilinochchi y Vavuniya advirtieron que una nueva escalada de violencia agravaría la ya precaria situación.
"La brutalidad del conflicto es espeluznante. Se viola en forma flagrante el derecho internacional humanitario en un clima de total impunidad", declaró Louis Michel, comisario de Desarrollo y Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE).
"Miles de civiles son víctimas del conflicto con pocas posibilidades de escapar de la violencia y las masacres", señaló Michel, poco después de que la Comisión anunciara la asignación de 21 millones de dólares para aliviar la crisis humanitaria.
Cuatro millones de dólares de esa cifra se reservan para paliar la falta de alimentos.
Casi 3.500 personas murieron y 300.000 debieron dejar sus hogares desde agosto del año pasado cuando se reanudaron los enfrentamientos, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCAH), de las Naciones Unidas.
La ironía de este conflicto es que los combates se reanudaron mientras regía el alto al fuego más largo de la historia de este país.
Colombo y los Tigres tamiles firmaron una tregua en febrero de 2002. El cese del fuego se mantuvo hasta diciembre de 2005, cuando se reanudaron los combates.
La septentrional península de Jaffna, bastión cultural y político de la minoría tamil, quedó aislada hace un año del resto de la isla. El gobierno bloqueó entonces la única vía terrestre, la carretera A9, tras un ataque de los Tigres tamiles en agosto pasado.
Poco después se mejoró el suministro, pero el precio de alimentos y combustible es superior al del resto del país.
El gobierno despacha provisiones en barco y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fleta unas pocas dotaciones por avión.
Colombo impuso severas medidas de seguridad desde que hace poco el ejército interceptó varios camiones cargados de explosivos que iban rumbo al sur.
Ahora ningún vehículo de los municipios de Mannar, Kilinochchi, Mullaithivu y Vavuniya puede circular en esa dirección. Deben aprovisionarse en la ciudad de Madavachchiya, donde hay un nuevo puesto de control en el que se descargan los suministros, se revisan los camiones y luego se vuelven a cargar.
"Los comerciantes deben hacer frente a los costos adicionales de la carga y la descarga y garantizar la seguridad de los productos en los camiones estacionados", señaló un funcionario de la gubernamental Secretaría de Paz.
"También hay escasez de combustible y materiales para la construcción", indicó Nagalingam Vedanayagam, representante del gobierno para Kilinochchi.
Kilinochchi y Mullaithivu están ahora bajo control de los Tigres.
Las zonas que dominan los insurgentes dependen de la apertura de los puestos de control.
El Comité Internacional de la Cruz Roja retiró su personal de esos lugares en junio a causa de los combates que estallaron en las cercanías. Ahora volvieron, pero los cruces sólo abren tres días a la semana.
El funcionamiento limitado implica menor circulación de camiones, según Vedanayagam, quien señaló que la cantidad de vehículos de Kilinochchi y Mullaithivu disminuyó de 15 a seis en ese periodo.
Las restricciones, los controles y los combates causaron el aumento de precios. La gasolina cuesta unos cinco dólares el litro, cinco veces más que el valor de mercado mientras el costo del gasóleo se multiplicó por cuatro desde fines de junio.
La situación no es peor gracias a la producción y la fabricación local.
Pero si prosigue la escalada de enfrenamientos en las posiciones de vanguardia, la noroccidental isla de Mannar corre el riesgo de quedar aislada, alertó Vedanayagam.
Al igual que la península de Jaffna, Mannar depende de una única vía de comunicación para aprovisionarse.
Los camiones demoran hasta tres veces más en llegar a la isla desde que las nuevas medidas de seguridad fueron implementadas, según varios residentes.
A diferencia de Jaffna, Mannar no tiene aeropuerto ni un gran puerto, depende de la vía terrestre para abastecerse.
Los suministros se demoraron por los combates y ataques cerca o en la carretera principal.
La misión de paz de los países nórdicos clasificó a la ruta que lleva a Mannar de vía peligrosa desde que estalló la actual ola de violencia la segunda semana de este mes.
El grupo supervisa la tregua de cinco años que ahora sólo existe en los papeles.
Después de eso, un explosivo a control remoto estalló cuando pasaba un convoy del ejército. Murieron 12 solados y hubo 14 heridos, de los cuales ocho eran civiles.
Nada indica que los combates vayan a terminarse en un breve lapso.
La Secretaría de Paz estudia formas alternativas para revisar la carga de los camiones en los puestos de control y hacer más eficiente y expeditiva la inspección de vehículos. Eso sugiere que las medidas de seguridad seguirán vigentes hasta que disminuyan los ataques en el sur.
De hecho, los bandos enfrentados se desafían, no se acercan.
El ejército no tiene otra opción más que aplastar a los Tigres si continúan los ataques, declaró la semana pasada su portavoz, Prasad Samarasinghe.
Por su parte, los insurgentes desafían a las autoridades.
"Estamos listos, ¡qué vengan!", replicó Rasiah Illanthariyan, portavoz militar de los Tigres.