Emigrar es una palabra escrita con mayúsculas en la historia de Cabo Verde desde sus propios inicios hace más de cinco siglos, cuando este archipiélago africano entonces deshabitado fue descubierto por navegantes lusitanos en 1460, en los albores de la expansión oceánica portuguesa.
El pequeño Estado africano de 4.033 kilómetros cuadrados y 476.000 habitantes esparcidos en 10 islas ubicadas a 640 kilómetros de la costa de Senegal, independiente de Lisboa desde 1975, presenta la particularidad de tener más nacionales residiendo en el extranjero que en su propio territorio.
Los emigrantes de uno de los países más mestizos del planeta, en su gran mayoría descendientes de esclavas africanas y de sus señores portugueses, hasta hace dos décadas eran casi todos hombres. Sin embargo, poco a poco el flujo migratorio está adquiriendo rostro de mujer.
Así lo destaco a IPS la economista italiana Marzia Grassi, investigadora del Instituto de Ciencias Sociales (ISC), cuya tesis de doctorado en la Universidad de Lisboa fue el fruto de largos años de investigación y análisis sobre el África lusófona en general y de Cabo Verde en particular, un espacio que en Europa es mayoritariamente ocupado por académicos portugueses.
Responsable de varios artículos publicados en revistas portuguesas e internacionales especializadas en desarrollo africano, la experta coordina en el ISC los proyectos "Cabo Verde por el Mundo", sobre economía informal e identidades en la diáspora caboverdiana y "Angola en Movimiento", en cooperación con la Fundación para la Ciencia y Tecnología de Lisboa.
Grassi, autora del libro "Género y Migraciones Caboverdianas" en conjunto con la investigadora Iolanda Évora, del Centro de Estudios Sobre África (CESA), puso especial hincapié en que esta emigración "tiene características peculiares que son más perceptibles cuando se considera su historia y sus condiciones naturales adversas"
La bitácora de 547 años de estas islas "flageladas por el viento del Oriente", afirmó citando al poeta caboverdiano Ovídio Martins, "es de abandonos y reasentamientos, de sequías frecuentes durante las cuales los esclavos eran vendidos de prisa y los trabajadores libres obligados a emigrar a otras colonias portuguesas.
El hecho nuevo es que desde hace dos décadas "la mujer caboverdiana, tradicionalmente importante en la economía y comercio del archipiélago, tiene un peso cada vez mayor en la emigración, donde ya se aventura sola", expresó Grassi, que se confesó interesada en mostrar el lado "humano" del proceso.
Describió la obra en conjunto con Évora como "un conjunto de estudios del caso, que hablan sobretodo de las personas, incluyen amenazas y problemas, pero que también describe oportunidades para el desarrollo, explica lo que llevan consigo las mujeres cuando emigran, cosas tales como la música o la cultura en general".
Los números de la emigración indican que poco más de medio millón de caboverdianos trabajan en otros países, destacándose como los principales Estados Unidos, con 250.000, Portugal, con 106.000, en Holanda 37.500, en Angola 35.000 y en Senegal 22.500 emigrados, repartiéndose los restantes 50.000 en especial en España, Brasil, Canadá Italia y Alemania.
Este flujo ha sido tradicionalmente masculino, pero desde hace 20 años se registra una progresiva "feminización, a la vez que en muchos de los hombres emigrantes se está verificando un retroceso en forma acentuada", apunta la economista.
En el caso de Portugal, "las estadísticas oficiales indican que, en 1986, las mujeres eran cerca de 35 por ciento de la comunidad inmigrante caboverdiana y 20 años después son 43 por ciento", un cambio radical frente al antecedente de que "históricamente, los hombres emigraban y enviaban remesas de dinero, pero hoy la mujer también emigra", sostuvo.
Para comprender el fenómeno de la vasta emigración de los habitantes de Cabo Verde, Grassi estima que es imprescindible hacer un recuento histórico del archipiélago, estratégica plataforma de ligazón entre Portugal, Brasil y las demás colonias africanas.
Destaca que Cabo Verde fue "conocido" por el capitán portugués Diogo Gomes en 1460 y dos años más tarde, el archipiélago comienza a ser poblado cuando Antonio de Noli llega a la isla de Santiago acompañado por algunos de sus familiares y por portugueses de las regiones meridionales de Alentejo y de Algarbe.
"La intención de los portugueses era proceder a asentar colonos blancos, tal como en (los archipiélagos atlánticos de) Azores y de Madeira, pero los rigores del clima y la falta de cereales, base de la alimentación de los europeos en esa época, lo impidieron", explicó.
Poblar Cabo Verde fue posible merced a una autorización del rey Don Afonso V a los señores portugueses para practicar el tráfico de esclavos y a un decreto de concesión estipulando que su hermano, el infante Don Fernando, tenía jurisdicción especial "sobre todos los moros, blancos o negros, libres o esclavos, que fuesen cristianos".
El edito real también atribuía a los habitantes de Cabo Verde "el derecho perpetuo de hacer comercio y tráfico de esclavos en todas las regiones del golfo de Guinea" (actuales Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún, Guinea Ecuatorial y Gabón), lo que se tradujo en que el archipiélago fue poblado por esclavos y africanos libres que acompañaban a los comerciantes, mercenarios y capitanes de los navíos.
De esta manera, explicó la investigadora, "todas las etnias existentes en el golfo de Guinea participaron, en proporciones diversas, en la formación del pueblo caboverdiano", pero su gran mestizaje "resultó esencialmente de las relaciones señor blanco/esclava o de los miembros del clero con sus concubinas africanas".
Los grandes flujos existen hace poco más de un siglo, cuando Lisboa autorizó a los habitantes del archipiélago a dejar libremente las islas y miles de jóvenes comenzaron a emigrar en especial hacia Estados Unidos, Portugal u Holanda, para cumplir el sueño de la esperanza de una vida mejor.
Cien años más tarde y después de poco más de tres décadas de independencia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció el 2 de este mes que Cabo Verde dejará a partir de enero de 2008 el grupo de países menos desarrollados para convertirse en una nación de desarrollo intermedio.
La decisión de ascenderle de división se produjo tras la evaluación realizada en 2004 por el Consejo Económico y Social (Ecosoc) de la ONU, que estimó un ingreso por habitante de 1.500 dólares y un Índice de Desarrollo Humano que le colocan entre los mejores del Sur y un ejemplo para el resto de África.
Cabo Verde ha logrado un ritmo continuo de desarrollo, gracias a una buena gobernación y a un buen desempeño de la democracia, coinciden los analistas lusos.
Según los últimos datos disponibles referentes a los tres primeros trimestres de 2006, la inversión foránea en Cabo Verde se situó en 179,5 millones de dólares en sólo ocho meses de ese año, casi toda la cifra destinada al turismo y para este año se prevé que este rubro se sitúe en 665 millones de dólares.
Los principales destinos de esta abultada suma son las construcciones de aeropuertos internacionales para recibir aviones de gran dimensión en las islas de Santiago y de São Vicente, que reforzarán al de la Isla de Sal, el único con capacidad para operar vuelos procedentes del exterior y del mayor hotel del África occidental, con 850 camas que está a punto de inaugurar en la Isla de Boavista.
Sin embargo, estas alentadoras informaciones, "que muestran avances en términos macroeconómicos, se deben entender como estadísticas, en un país donde 30 por ciento de la población es pobre o muy pobre, por lo que no creo que se detendrá la emigración", apuntó Grassi. Además, emigrar "está en la historia del pueblo de Cabo Verde, una nación que tiene el mundo entero por territorio, algo que tiene repercusiones a todos los niveles de la vida de las personas, en especial en la estructura familiar y en los roles de los géneros".
"Es justamente esto lo que convierte a Cabo Verde en un lugar privilegiado para interpretar el mundo global actual y su multiculturalismo, que tanto asusta a los conservadores nacionalistas bienpensantes de Europa y del mundo", apuntó Grassi.