La principal organización campesina de Brasil, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), afirmó que la reforma agraria se encuentra estancada en este país.
El MST advirtió, asimismo, sobre la "euforia" por la producción de biocombustibles a partir de materias primas agrícolas. Es, afirman, una variante del agronegocio que sólo genera más concentración en la propiedad de la tierra e impulsa su encarecimiento.
Joao Pedro Stedile, miembro de la dirección nacional del MST, le dijo a IPS que están en juego dos modelos.
Uno, indicó, es "el de la clase dominante, de los grandes capitalistas que construyeron una alianza. La integran, por un lado, las empresas transnacionales y, por el otro, los grandes hacendados brasileños".
El MST defiende otro modelo, "volcado a las necesidades del pueblo, basado en el asentamiento de los campesinos en el medio rural, en el desarrollo de los policultivos y la producción prioritaria de alimentos, sin uso de agrotóxicos", afirmó Stedile.
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La "alianza" entre las grandes empresas y los latifundistas, agregó, se basa en la producción en grandes extensiones, con uso de agrotóxicos que degradan el ambiente y dirigida fundamentalmente a los mercados externos.
El MST se propone impulsar el modelo alternativo, al que se oponen "la sociedad brasileña y todo el mundo", dijo Stedile. El Quinto Congreso Nacional de la organización, que con la asistencia de 18.000 delegados comenzó a deliberar en Brasilia el lunes pasado y continuará hasta el viernes 15, es el escenario del debate.
Stedile indicó que en la óptica del MST, que tradicionalmente utiliza el método de ocupación ilegal de tierras como medio de presión al gobierno para que acelere la reforma agraria, existe una preocupación adicional respecto del modelo de tenencia de la tierra.
Al MST le preocupa el auge de los biocombustibles y el impacto que el "agronegocio" tiene sobre la distribución de la tierra.
"Para hacer la reforma agraria es necesario democratizar el acceso a la propiedad, dividir los latifundios y estimular el policultivo en el mercado interno", afirmó. Pero el modelo del "agronegocio necesita una mayor producción en (gran) escala y concentra la propiedad de la tierra".
Stedile indicó que la producción de etanol, un biocombustible obtenido a partir de la caña de azúcar, entre otros cultivos, fomenta la concentración y encarece la tierra.
"Lo que nos llama la atención y nos preocupa es que vemos una ofensiva de capitalistas estadounidenses. En función de la producción de etanol están haciendo fuertes inversiones para comprar tierras y plantas de etanol en Brasil", dijo.
El activista se refería a la adquisición de 13 usinas para la producción de ese combustible, en las que el capital mayoritario procedió de Estados Unidos.
El caso emblemático, agregó Stedile, fue la compra por parte de la multinacional Cargill de la mayor usina de etanol en Riberao Preto, en el estado de Sao Pablo, que cuenta con 356.000 hectáreas dedicadas al cultivo de caña de azúcar.
El financista húngaro-estadounidense George Soros, quien se jactó de forzar a Gran Bretaña a devaluar la libra esterlina con sus maniobras especulativas en los mercados de divisas, invertirá 900 millones de dólares en la construcción de tres usinas de etanol en Mato Grosso del Sur y otros 1.000 millones, a través de un fondo de inversión, en adquisición de tierras.
"Esto es patético", evaluó Stedile.
El aumento en el precio de la tierra como consecuencia del auge de los biocombustibles fue confirmado por un estudio del Instituto FNP, organización sin fines de lucro dedicada a analizar las variables económicas agrarias patrocinada, entre otras instituciones, por la consultora privada AgraFNP.
El informe, coordinado por la ingeniera agrónoma Jacqueline Dettman, resalta que en estados como Sao Pablo los cañaverales avanzan sobre otros cultivos como los naranjales o las pasturas para ganado, lo que, a su vez, disparó un aumento en el precio de la tierra de 70 por ciento en el último año.
En áreas del nordeste de Brasil, aptas para el cultivo de caña de azúcar, el precio de la tierra alcanzó un récord histórico, con aumentos de hasta 84 por ciento, indica el estudio.
El ministro de Desarrollo Agrario de Brasil, Guilherme Cassel, reconoció en diálogo con IPS que "tiene que haber algún tipo de regulación para garantizar que la producción de etanol no se base en la ampliación del latifundio y en la devastación del ambiente".
Cassel indicó que esta producción no debe obstaculizar el desarrollo de la agricultura familiar ni la reforma agraria.
"Creo que la producción de biocombustibles y la de alimentos son compatibles si son planificadas y reguladas", indicó, "por ejemplo evitando la compra de tierras por inversionistas extranjeros, lo que inclusive es un problema de soberanía nacional", agregó.
Sin embargo, Cassel dijo tener "un pequeño desacuerdo y un acuerdo de fondo" con la posición del MST, según la cual en Brasil se ha impuesto el agronegocio por sobre un modelo agrícola social.
"En Brasil tenemos dos modelos, uno de agronegocio, empresarial patronal, asentado en grandes extensiones de tierra y basado en el monocultivo, y el modelo de agricultura familiar, de los asentamientos de la reforma agraria, basado en la diversificación y la protección del ambiente", explicó.
Cassel destacó que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva "apoyó los dos modelos y los dos respondieron con mucha efectividad".
"Brasil actualmente ya no tiene que comprometerse con el monocultivo para generar excedentes monetarios. Al mismo tiempo, apoyamos la reforma agraria y la agricultura familiar", agregó.
En los últimos cuatro años el gobierno aumentó el crédito para la agricultura familiar de unos 1.145 millones de dólares a cerca de 6.250 millones.
Cassel dijo coincidir con el MST en que entre los dos modelos "el mejor para el medio rural brasileño es uno con pequeñas propiedades de tierra, con mucha gente trabajando, creando mucho empleo y mucha renta, con un producto diversificado y con protección del ambiente".
Esta visión, admitió, se opone al modelo "que ya concentró tierras, causó desempleo, exclusión de la gente del campo, deforestación, trabajo esclavo y violencia".
El gobierno, agregó, está dando prioridad a la producción de biodiesel, un combustible que se obtiene a partir de aceites vegetales, como un motor de desarrollo para el campo.
Es, afirmó Cassel, una "política revolucionaria" que benefició a 200.000 agricultores pobres en el nordeste, según datos del gobierno.
En lo que no hay acuerdo entre el ministro y Stedile es sobre los avances de la reforma agraria. Para el dirigente del MST "está prácticamente estancada" desde el gobierno de Fernando Enrique Cardoso (1995-2003).
Stedile argumentó que 65 por ciento de los asentamientos se realizaron en áreas públicas de la región amazónica y que por lo tanto "no deben ser llamados asentamientos sino proyectos de colonización".
El restante 35 por ciento, según el MST, son asentamientos en los que no hay una verdadera política de reforma agraria, en el sentido de "tomar medidas para distribuir la propiedad de la tierra o democratizarla".
"Decimos que esas políticas de asentamiento no constituyen una reforma agraria sino que son medidas de contención social para revolver problemas coyunturales" y que forman parte de un "proyecto económico neoliberal" que dejo atrás uno de "desarrollo nacional e industrial".
"No estoy de acuerdo con el balance de Stedile", refutó Cassel. "El gobierno brasileño puede decir con todas las letras que nunca se asentó tanta gente en tan poco tiempo en este país."
Según el ministro, en los últimos cuatro años fueron asentadas 371.000 familias en el campo, a las que se destinaron 32 millones de hectáreas, una superficie "superior a Bélgica, Dinamarca, Holanda y Suiza juntas", subrayó.