El oscuro corredor de ingreso y una planta baja llena de escombros que huelen a excrementos ocultan el pasado de un concurrido hotel, al lado de dos estaciones ferroviarias en el céntrico barrio de la Luz, en esta meridional ciudad brasileña.
Este edificio estuvo deshabitado 13 años, explicó a IPS Silmara Congo, quien vive en el quinto piso del ex hotel Santos Dumont con sus cuatro hijos, madre y marido. Se mudaron el 25 de marzo, cuando el Movimiento Sin Techo del Centro (MSTC) "ocupó" este inmueble de siete pisos con 33 habitaciones cada uno para albergar a unas 150 familias.
El MSTC ya lo había hecho tres años atrás, pero el propietario logró entonces recuperar la posesión del inmueble.
Ahora su actitud fue distinta, pues ni siquiera requirió el reintegro judicial, probablemente porque ya no le interesa mantener una propiedad deteriorada que acumuló una abultada deuda en impuestos municipales, según Congo, una de las coordinadoras locales del MSTC.
La esperanza de permanecer en el ex hotel hizo esta vez que todos sus ocupantes hayan comenzado a adaptar las habitaciones a sus necesidades, incrementando con ello los escombros que constituyen "el principal problema a resolver", observó. Su propia familia abrió dos hueco en paredes para colocar puertas y formar así un apartamento, con cocina y dormitorios.
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A las familias con seis o más integrantes, como la suya, les tocaron tres habitaciones. Los solteros o parejas sin hijos quedaron con una sola y los demás con dos. El movimiento es organizado, tiene responsables y turnos de limpieza en cada piso. En los comienzos, una cocina colectiva alimentaba a todos.
Con el esposo frecuentemente desempleado y sus hijos, que ahora van de los seis a 18 años, la familia de Congo vive en viviendas ocupadas o precarias desde hace 10 años.
La llamada "beca-alquiler", un plan de asistencia de la alcaldía que paga directamente a los propietarios de viviendas los arriendos de familias sin recursos, le permitió en los últimos años a Congo acceder a un apartamento, pero esa ayuda terminó justo en la víspera de alojarse en el ex hotel.
En los barrios céntricos de Sao Paulo hay 400.000 unidades habitacionales sin uso, más de la mitad del déficit estimado por el Ministerio de las Ciudades del gobierno central en la región metropolitana de la capital de este estado de igual nombre y que tiene 39 municipios y 19 millones de habitantes.
Es una medida de las injusticias y desequilibrios sociales que sufre Brasil, con buena parte de la población sin ingresos suficientes para alquilar o comprar su vivienda.
Esta situación no difiere de otras partes del país. En Río de Janeiro, 18 por ciento de los apartamentos y casas están desocupadas y en todo Brasil hay casi cinco millones en esa condición, mientras subsiste un déficit de más de siete millones de viviendas, según Raquel Rolnik, secretaria de Programas Urbanos del Ministerio de las Ciudades.
Esta paradójica realidad, agravada por la expansión centrífuga de las grandes metrópolis, con los pobres empujados a la periferia y parte de los ricos buscando calidad de vida en las afueras, alimentó la multiplicación de los movimientos de personas "sin techo" desde la década pasada, especialmente en Sao Paulo.
La nueva Constitución brasileña, aprobada en 1988, ofreció argumentos centrales para sus reclamos, al reconocer explícitamente variados derechos, como el de la vivienda, y condicionar la legitimidad de la propiedad al cumplimiento de su "función social". Un edificio desocupado y la tierra improductiva se hicieron así más susceptibles a una expropiación por interés social.
La principal forma de lucha del MSTC y otros grupos similares desde hace muchos años es la toma sorpresiva y masiva de inmuebles sin uso. Sus activistas rechazan el término "invasión", ya que se trata de reclamar un derecho y negociar la adquisición en términos factibles.
"Ya ocupamos más de 30 edificios" desde que el MSTC nació en 1997, pues es "la única acción que resulta", justificó Ivaneti de Araujo, la coordinadora general del grupo que, según ella, cuenta con 3.500 familias activas y el doble de inscritas.
Son personas que "viven de favor" en casas de parientes o amigos, en condiciones precarias o con la inminencia de ser desalojadas por insolvencia.
"Neti", como es conocida esta altiva mulata de 34 años, se destacó inicialmente en el movimiento gracias a su experiencia de vida en las calles.
En la primera ocupación en que participó, que fue a fines de 1998 y se trató de un hospital abandonado, al agotarse los alimentos en la "cocina comunitaria", ella se encargó de pedirlos en la calle y tiendas, ya que los demás no lograban hacerlo "por vergüenza", contó a IPS.
Su vida de trabajo duro empezó en la agricultura a los ocho años, en el municipio cañero de Guariba, a 330 kilómetros de la ciudad de Sao Paulo. Cortó caña de azúcar y cosechó maní, recuerda. No logró estudiar mas allá del quinto grado de escuela primaria, pues se "dormía en las clases" por cansancio.
Con trabajos mal remunerados en una ciudad vecina y más tarde mudada a Sao Paulo con su esposo y tres hijos, el primero nacido cuando Araujo tenia sólo 15 años de edad, condujeron a la crisis de desempleo que los llevó a vivir en la calle durante varios meses en 1998.
Su vida cambió al incorporarse al MSTC, donde "en asambleas y seminarios aprendió que tenía derechos" y así fue capacitándose para dirigir reuniones y hacer discursos públicos.
Ahora también ella vive en el ex hotel Santos Dumont y depende de una solución oficial para esa ocupación de edificio, para lo cual exige un acuerdo entre la alcaldía y el propietario, además de una fuente de financiación para que todos los vecinos puedan adquirir el inmueble a precios accesibles.
Los dirigentes de los movimientos de personas sin techo no reciben ninguna remuneración, entre otras cosas porque sus afiliados no pueden contribuir, ya que ni siquiera pueden pagar el alquiler de una casucha.
"Las mujeres son más corajudas", aseguró Neti Araujo a IPS, para explicar el protagonismo femenino en su movimiento. "Ellas sienten más necesidad de un hogar donde cobijar a los suyos", mientras "los hombres se sienten culpables por no poder proveer lo necesario para la familia y así se hunden ante la primera dificultad. Muchos caen en el alcoholismo", señaló.
Algunos jefes de familia suelen confesar el "deseo de morir porque no son capaces de robar y hasta matar para evitar el hambre de sus hijos", reveló la dirigente.
"El futuro es de mucha lucha y pocas conquistas, pero vale la pena, pues si uno no lucha está muerto", concluyó Neti sobre las perspectivas de su movimiento, que coleccionó tanto éxitos como fracasos en sus numerosas ocupaciones de edificios "sin función social".
Transformar "la población excluida en agente de su propia historia", "construir un movimiento social fuerte que ataque las causas de la miseria" y tener "como horizonte la construcción de una sociedad socialista, fraterna e igualitaria", son los principios del MSTC, que se unió a otros 11 grupos para formar el Frente de Lucha por Morada (vivienda) en la Gran Sao Paulo.
También socialista se declara la Unión Nacional por la Morada Popular (UNMP), nacida en Sao Paulo hace 20 años, como una red que actúa en 18 de los 26 estados brasileños y ya obtuvo vivienda para unas 50.000 familias, casi dos tercios en ciudades paulistas, según José de Abraao, su coordinador estadual.
"Defendemos el socialismo, basado en la autogestión", dijo a IPS, tras explicar que su movimiento articula cerca de 50 grupos sólo en el estado de Sao Paulo. Además de ocupaciones y soluciones locales, la UNMP propone programas a los gobiernos, legislaciones y alternativas de financiación de la vivienda popular.
Por ejemplo, discute con el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva un programa para destinar a los sin techo 1.100 inmuebles desocupados a cargo del Instituto Nacional de Seguridad Social. Uno de ellos fue ocupado hace 15 años en Sao Paulo por el movimiento, pero sólo ahora obtuvo autorización para convertir sus oficinas en apartamentos.
La Unión cuenta con equipos de arquitectos e ingenieros que orientan construcciones por "mutirao" (trabajo colectivo de ayuda mutua a alguien necesitado de la comunidad), creó centrales de compra para negociar productos de calidad a precios más bajos con los proveedores, en contrapartida a sus adquisiciones en gran escala.
Abraao destacó que la UNMP educa a sus participantes para la autogestión, buscando evitar el deterioro posterior del edificio. Sus proyectos buscan atender todos los derechos esenciales de la comunidad asistida, como educación, salud y seguridad.
Se trata de "una escuela de ciudadanos", definió, tras poner como ejemplo su caso personal, "de transformación por el conocimiento adquirido en el movimiento", que le permite hoy dialogar en pie de igualdad con el poder público.
Este líder vecinal decidió adherir al movimiento hace 16 años, al darse cuenta de la "injusticia social" que priva a muchos de una vivienda digna.
Así se juntó a otros vecinos y con el apoyo de la UNMP obtuvo una "casa propia", superando "la humillación" de deber meses de arriendo. Fue cuando se convirtió en militante de la causa de los sin techo en las horas libres de su trabajo de cortador de telas en una fábrica de confección de ropa.