Un cementerio se sitúa al pie del cerro de oro y plata del norteño pueblo peruano de Algamarca, dato simbólico de la minería informal de la zona basada en insumos peligrosos como el cianuro y el mercurio.
A dos horas de automóvil de Algamarca viven los agricultores de Chuquibamba, un distrito para el cual es vital el agua que riega sus tierras cultivadas de páprika y palta, que se exportan a Europa, Estados Unidos y México.
Los dos poblados de la provincia de Cajabamba, en la norteña región de Cajamarca, están divididos entre el oro y el agua.
"Ellos dicen que no contaminan, pero ese cianuro que utilizan en las partes altas del cerro termina en los ríos por las lluvias", dice a IPS Victoria Verástico, campesina de Chuquibamba.
"Cavamos 50 metros abajo para echar el relave del cianuro y ahí pierde su efecto venenoso. El agua que utilizamos no se bota, con la misma agua se trabaja", responde el minero algamarquino Juan Uriol.
[related_articles]
El enfrentamiento entre estos pueblos ha llegado a la violencia. El 16 de enero, miembros de las rondas campesinas (comités de autodefensa de Chuquibamba) y del Frente de Defensa del Medio Ambiente, marcharon hacia el cerro y destruyeron pozas artesanales donde se procesan los minerales, capturaron a siete mineros y los entregaron a la policía.
EL FEUDO DE LAS POZAS
En el cerro hay unos 3.000 trabajadores, con claras jerarquías. Según el jefe de seguridad de los mineros, Juan Álvarez, existen 270 pozas con igual número de propietarios o capataces.
Cada poza es una suerte de feudo con entre dos y 30 peones. IPS constató que la mayoría no usan máscaras para protegerse del polvo ni de los vapores del mercurio, y que casi todos trabajan sin vestimenta adecuada.
El capachero carga los bloques de roca extraídos de las vetas. El chancador golpea con una comba las piedras para que luego el cernidor cuele el mineral trozado sobre una manta con cal y cemento. Hasta este eslabón de la producción, los peones ganan entre seis y ocho dólares.
El mineral cernido va a las pozas donde se le mezcla agua, cianuro, bórax y ácido nítrico.
La mayoría de las pozas apenas están recubiertas por plásticos, otras están construidas con adobe y cemento y funcionan con motor de gasolina. El mercurio se introduce luego, para precipitar las pepitas de oro.
Quien remueve la mezcla es el peón mejor pagado, porque está más expuesto a la contaminación: 12 dólares por una jornada de ocho horas.
La mayoría de los peones realizan doble turno para superar el umbral de los 200 soles semanales (63 dólares), sobre todo los jóvenes que vienen de otros pueblos. Hay menores de edad trabajando, aunque los dirigentes mineros lo nieguen.
Según la dirección regional de Salud de Cajamarca, 60 por ciento de estudiantes de Algamarca de los últimos grados de primaria y de secundaria dejaron la escuela para trabajar en la minería.
SUEÑOS DE CAPATAZ
Walter Yauri tiene 20 años y está de paso. Apenas lleva una semana de capachero y ha reunido 75 dólares en seis días de doble turno. "Es un sacrificio, pero solo es un por un tiempo. Quiero aprender para hacer lo mismo en mi pueblo", cuenta en voz baja como si se tratara de un gran secreto.
Nació en Santiago de Chuco, en la sierra de la vecina región La Libertad. Ansía regresar para convertirse en dueño de su propia poza, porque le han contado que allí también hay oro.
"Dicen que los capataces ganan más que un congresista, como 15 mil soles (4.700 dólares). Eso sí que es bueno, ¿no?", comenta mientras se dirige a Cajabamba a comprar unas mantas para el frío.
En Algamarca viven apenas 200 familias. Desde que, dos años atrás, encontraron vetas de oro y plata en el cerro, dejaron la agricultura sólo para consumo cotidiano.
"Antes ganaba como agricultor cinco soles por día (1,5 dólares) y en la mina puedo sacar como 20 soles por turno", afirma el peón Agustín García.
El cerro forma parte de 26 concesiones mineras que se disputan en la justicia desde 2002 una subsidiaria de la canadiense Sulliden Exploration y el grupo Las Algamarcas.
Los mineros de otras comunidades viven en tiendas levantadas sobre el mismo cerro.
NEGOCIO NEGRO
El sábado a mediodía la semana laboral acaba de terminar para la mayoría. Los mineros descienden del cerro y se sientan sobre las piedras de la carretera con sus radios a pilas y sus mochilas. Allí está el cementerio y al frente un mercadillo de comida y licor. Un camión con cajas de cervezas atrae a los jóvenes que empiezan a gastar lo que ganaron.
Al mismo tiempo, vehículos de doble tracción aparecen en las faldas del cerro y en el centro del pueblo para comprar los metales. Los compradores proceden de la ciudad de Cajamarca, de Cajabamba y de Trujillo, capital de La Libertad, según un informe de la Presidencia del Consejo de Ministros al que tuvo acceso IPS.
Es probable que las mismas empresas mineras compren el oro. Pero, "no hay registros de compradores. Tampoco se conoce si la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria o la policía fiscal tienen información sobre la comercialización de oro en Algamarca", dice el documento.
Lo que sí especifica es que los mineros venden unos 125 kilogramos de oro por mes, que cada capataz obtiene 30 gramos por semana, que ya han muerto tres trabajadores por la manipulación de tóxicos y que es probable que las propias empresas en conflicto abastezcan parte de esos insumos químicos.
El comercio se ha triplicado en Algamarca. Al poblado no llega la señal para los teléfonos móviles, pero en la altura del cerro no hay capataz ni peón que no use celular.
"La minería de los informales es temporal. La gente lo sabe, y no se puede negar que hay contaminación aunque paguemos las consecuencias más adelante", dice Robinson Rodríguez, primer regidor de Algamarca y también chofer de los vehículos que cubren el trayecto de la imposible carretera hasta Cajamarca.
LAS RAZONES DEL AGRO
En Chuquibamba viven 1.500 familias. Desde 2002 exporta por año entre 120 y 200 toneladas de páprika a España y a México. Según el agricultor Eloy Ulloa, cada cultivador puede obtener hasta 3.800 dólares por hectárea de páprika.
Este año, por primera vez, han vendido 20 toneladas de palta a Gran Bretaña. Las ventas se realizan a través de la Asociación de Productores del Valle Condebamba, a la que pertenecen 40 agricultores y pronto se incorporarán otros tantos.
Según los pedidos del exterior, los campesinos suman su mejor producción y cumplen la meta de las toneladas requeridas.
Para resolver el conflicto entre ambas comunidades, el gobierno de Cajamarca decidió instalar una mesa de diálogo con representantes de los dos pueblos, del gobierno central y local. En la primera reunión se acordó estudiar las aguas y en la segunda, el 10 de este mes, se divulgaron los primeros resultados. Las recomendaciones de ese ámbito se darán a conocer el 3 de mayo.
De acuerdo con el estudio de la Dirección General de Salud Ambiental, la concentración de arsénico es dos veces más alta que el máximo establecido por la Ley General de Aguas para la Clase III (riego y bebida de animales) en la quebrada de Chupalla, una de las que desemboca en el río de Condebamba, abastecedor de los agricultores chuquibambinos.
El alcalde Walter Marquina dice a IPS que los campesinos volverán a incursionar en el cerro de Algamarca. "Tenemos que salir al frente para defender nuestros cultivos y destruir esas pozas donde echan cianuro", apunta.
Son las cuatro de la tarde al pie del cerro. Los mineros más jóvenes ya están embriagados y brindan con cualquiera que esté cerca. "¿Acaso tú has comprado tu vida?", pregunta uno de ellos y se sienta sobre una piedra, a la entrada del cementerio.