El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) de Brasil protesta a las puertas de São Paulo, prosiguiendo una ofensiva de más de un mes, con invasiones de edificios y áreas urbanas desocupadas en varias capitales estaduales.
En la Gran São Paulo, las acciones del movimiento subieron de tono el 16 de marzo, cuando cerca de 500 familias ocuparon un área de 1,2 millones de metros cuadrados en Itapecerica da Serra, municipio de 160.000 habitantes a 38 kilómetros de la capital paulista, en el sur del país.
Este miércoles, cuando bloquearon tres carreteras de acceso a la mayor ciudad brasileña, ya sumaban 3.000 las familias, unas 12.000 personas, en el campamento de tiendas hechas de bambú y telas plásticas negras.
El MTST y otras organizaciones que luchan por la vivienda, como la Unión Nacional por Vivienda Popular y el Movimiento de los Sin Techo del Centro (de São Paulo), intensificaron sus manifestaciones masivas este mes, con marchas callejeras, actos frente a sedes gubernamentales y ocupación de viejos edificios abandonados.
Se amplió así el "abril rojo" de los movimientos sociales brasileños, un mes tradicionalmente agitado por acciones en torno al Día Internacional de Lucha Campesina, el 17 de abril, y al Día Nacional del Indígena, el 19, y que este año se prolongaron por varias semanas y proseguirán en el caso de los campesinos sin tierra.
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El "mayor movimiento social de Brasil hoy es el de los Sin Tierra" (MST), que lucha por la reforma agraria y se acerca a otros en aspectos comunes, como la denuncia de injusticias sociales y el reclamo de un nuevo proyecto nacional de sociedad, señaló a IPS el politólogo e investigador visitante de la Universidad de Campinas, Breno Bringel.
Además del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) y los Sin Techo, que están "revitalizando las protestas urbanas", están activas las organizaciones indígenas, de los recolectores de materiales reciclables y de los afectados por represas, destacó. Además, están quienes luchan por educación, salud, grupos culturales juveniles, como el hip hop, y el movimiento negro, acotó Bringel.
Los movimientos sociales, que aparecieron como actores políticos en los años de 1970 en Brasil, "articulando la oposición al régimen militar" y nuevas formas de organización popular, ganaron nuevas dimensiones en la década siguiente, pasando a reclamar "ciertos derechos sociales", como los femeninos, ambientales, sexuales o étnicos, recordó.
Pero en la década de 1990, con el avance de las políticas neoliberales, "se redujo la influencia de los movimientos sociales organizados, que perdieron espacio a manos de las organizaciones no gubernamentales", en un "reflujo del cuestionamiento del sistema".
"Las movilizaciones de este abril buscan romper el trípode Estado-mercado-tercer sector, negando las políticas asistencialistas y la filantropía", para volver a las demandas básicas de transformación social, evaluó Bringel, doctorado en teoría de los movimientos sociales.
La creciente relevancia de estos movimientos, que tuvieron un papel importante en las elecciones brasileñas "aglutinando fuerzas de izquierda", contrasta con la crisis del sindicalismo, que tiende a acentuarse ante el aumento del desempleo, del mercado informal y de la "flexibilización y precarización de las relaciones de trabajo", observó.
La contradicción entre capital y trabajo se desplazó hacia afuera de las fábricas, con "trabajadores excluidos o rechazados por el empleo formal", dijo el estudioso.
"Si no se adaptan, los sindicatos de estructura vertical tenderán a agravar su crisis, ante la desconexión con la nueva realidad", vaticinó.
La intensa agitación de este abril responde también a la coyuntura política de Brasil, ya que acaba de completarse, con mucho retardo, el equipo ministerial del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, investido el 1 de enero para un nuevo período de cuatro años, dijo a IPS la historiadora Dulce Pandolfi, directora del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos.
La tendencia es que los movimientos sociales ganen mayor protagonismo, tanto en Brasil como en otros países, por su "actuación más amplia y horizontal", capaz de responder a demandas más difusas como las de la economía informal y las de poblaciones carentes de muchos derechos, por ejemplo las que habitan las "favelas" o tugurios, sostuvo Pandolfi.
Mientras los sindicatos están muy presos de los reclamos "corporativistas" y de cuestiones salariales de quienes están empleados, los "nuevos actores" presentan la "novedosa" organización en redes, horizontal y flexible, más apta para enfrentar relaciones "más complejas" entre las clases, arguyó Pandolfi.
Eso es lo que permite, por ejemplo, una iniciativa naciente en Río de Janeiro por el "derecho a la ciudad", que concita la participación de personas "sin techo", de habitantes de favelas y de otros sectores, los más preocupados por la seguridad pública y espacios de esparcimiento y cultura, ejemplificó.
El MST, que multiplicó sus acciones de ocupación de predios considerados improductivos e incluso un área del ejército, abandonó su actitud de los últimos años de negociar con el gobierno de Lula, al que consideraba un aliado, pasando a acciones de aparente confrontación.
Las decenas de actos de abril no representan un "ascenso de la movilización popular", pero reflejan un "aumento de la indignación" de los activistas, ante el incumplimiento de las promesas de reforma agraria, dijo a IPS Joao Pedro Stédile, uno de los coordinadores nacionales del MST.
El MST ejerce "una especie de pedagogía de masas con sus luchas, mostrando a los sectores desorganizados y despolitizados que sólo luchando se puede mejorar la vida de la población", afirmó Stédile.
De hecho, las propias siglas del MTST y su forma de actuar, con ocupaciones de edificios que luego son abandonados si lo ordena la justicia, se asemejan mucho a las de su congénere rural.