La policía, los políticos y la prensa de Estados Unidos exageran, a través de relatos sensacionalistas, el vínculo entre pandillas de jóvenes centroamericanos y el narcotráfico, el crimen organizado internacional y el terrorismo, según expertos.
Investigadores del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) estudiaron durante un año las llamadas "maras", pandillas de jóvenes centroamericanos que se originaron en las comunidades de inmigrantes de la sudoccidental ciudad estadounidense de Los Angeles.
La intención del informe es arrojar luz sobre un problema internacional que amenaza la seguridad pública en América Central, donde, según diversos cálculos, operan unos 100.000 mareros.
La actividad de las maras también concita mucha atención en Estados Unidos, en especial en Los Ángeles y Washington. El Buró Federal de Investigaciones (FBI, policía federal) estima que estas organizaciones cuentan con entre 8.000 y 10.000 miembros en este país.
Los mareros, conocidos por los tatuajes que les adornan todo el cuerpo, han sido caracterizados como una organización criminal internacional responsable de tráfico de personas, de armas y de drogas.
Pero el estudio concluye que, en vez de experimentados delincuentes internacionales, los mareros tienden a ser jóvenes de familias desesperadamente pobres y que necesitan protección.
El informe, titulado "Pandillas trasnacionales de jóvenes en América Central, México y Estados Unidos", revela, además, diferencias entra la situación de los seis países analizados.
Por otra parte, los programas de prevención "específicos de la comunidad", como los aplicados en Nicaragua y en la ciudad de Washington, han sido los más efectivos, según los autores del estudio.
En cambio, las políticas de "tolerancia cero" o de "mano dura" contra las pandillas, como las empleadas en El Salvador, o las deportaciones de Estados Unidos, llevaron a las pandillas a tornarse "más organizadas y menos visibles", sin reducir la amenaza a la seguridad pública, agregaron.
Los mareros "se están convirtiendo en lo que inicialmente alegaron ser, esto es, más violentos y más organizados", dijo Jeanette Aguilar, investigadora de la salvadoreña Universidad de América Central, en la conferencia de prensa en la que se presentó el informe.
Las conexiones trasnacionales entre las maras de América Central, de México y de Estados Unidos no son tan centralizadas como aseguran los medios de comunicación y las policías, según la investigación.
Ochenta y seis por ciento de los mareros de El Salvador aseguraron no tener contacto con pandilleros radicados fuera del país, señala el informe.
Si bien las maras constituyen una grave amenaza a la seguridad pública en El Salvador, Guatemala y Honduras, el estudio indicó que sus actividades en México son relativamente limitadas, en comparación con las pandillas callejeras indígenas y el crimen organizado.
En Estados Unidos, es habitual en los medios el retrato de los mareros como "delincuentes experimentados y asesinos brutales", aparejado con la concepción popular de que integran una vasta red trasnacional.
Esa imagen fue alimentada tanto por la prédica contra los inmigrantes como el discurso gubernamental en materia de seguridad nacional, según Connie McGuire, coordinadora de investigación para el Proyecto de Pandillas Juveniles de América Central en la no gubernamental Oficina de Washington para América Latina (WOLA).
Geoff Thale, director de programa para Cuba y América Central de WOLA, consideró que cunde "la tentación" de percibir las maras como "una amenaza posterior al 11 de septiembre" de 2001, fecha de los atentados terroristas que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y en Washington.
"El problema debe ser desmitificado", opinó.
Las maras se originaron en Los Ángeles, dentro de las colonias de refugiados de la guerra civil salvadoreña (1979-1992).
Al encontrarse en el hostil territorio de las pandillas de chicanos (descendientes de mexicanos) y negros, los jóvenes salvadoreños formaron las suyas propias, como la Mara Salvatrucha (MS-13).
Al regresar a El Salvador luego de la guerra civil, los miembros de las maras tuvieron una poderosa influencia en la escena pandillera en América Central.
Tras las deportaciones masivas de mareros desde Estados Unidos a fines de los años 90, la mayoría de las pandillas de jóvenes en Guatemala y Honduras estaban afiliadas o bien a la MS-13 o bien a Barrio 18, otro grupo originario de Los Ángeles.
Para el año 2000, ambas —aunque la segunda en menor grado— tenían cierta presencia en Washington.
En años recientes, las actividades de las pandillas callejeras de América Central vinculadas con las de Los Ángeles se volvieron una preocupación creciente dentro de Estados Unidos, y comenzaron esfuerzos para tratar con las pandillas mediante la cooperación internacional.
Representantes estadounidenses en la Cumbre Internacional de Jefes de Policía sobre Pandillas Trasnacionales, realizada en Los Ángeles, aseguraron la semana pasada que estas pandillas se habían expandido a 40 estados y siete países.
"Los Ángeles es el territorio cero para la actividad de las pandillas modernas", dijo a la prensa J. Stephen Tidwell, alto funcionario del FBI en Los Ángeles. "Están más dispersas y son más peligrosas que nunca."
Mientras, funcionarios de la policía centroamericana se quejan de que las deportaciones masivas de mareros por parte de Estados Unidos los han sobrecargado de tareas y superpoblado las prisiones en El Salvador, Guatemala y Honduras.
"No puedo culpar a Estados Unidos por deportarlos. Pero necesitamos buscar nuevos mecanismos para que tengamos más control sobre estos muchachos", dijo Rodrigo Ávila Avilés, jefe de policía de El Salvador, según la cadena británica BBC.
En una reunión con delegados de El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice en San Salvador, el fiscal general de Estados Unidos, Alberto Gonzales, anunció la creación de una unidad trasnacional antipandillas entrenada por el FBI.
Pero Thale dijo a IPS que "el problemas de las pandillas no se soluciona encerrando a todo el mundo". También enfatizó la importancia de los programas de prevención de la violencia, que en su opinión aparecen solamente como algo tardío en el plan de Gonzales.
De hecho, "encerrar a todo el mundo" tuvo consecuencias alarmantes.
Hace tres años, los gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras comenzaron a implementar severas políticas de tolerancia cero que, en la práctica, constituyeron una guerra abierta a los jóvenes acusados de pertenecer a las maras.
Solamente en El Salvador, los registros policiales muestran que 60.000 jóvenes fueron encarcelados desde el comienzo de estas políticas.
Pero estos programas fortalecieron la organización de las pandillas en las cárceles. Ahora, los robos, secuestros y extorsiones masivas son dirigidos desde dentro de las prisiones, según un informe difundido el año pasado por la Coalición Interamericana para la Prevención de la Violencia.
En algunos El Salvador, Guatemala y Honduras, los homicidios aumentaron 40 por ciento desde la creación de estas políticas, según Aguilar. ***** +SEGURIDAD-AMÉRICA CENTRAL: La mano dura no paga (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=39177) +MÉXICO: Pandillas extienden raíces de violencia (https://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=35668) +AMERICA CENTRAL: Exterminio de jóvenes pandilleros (http://www.ipsterraviva.net/la/archivo/2004/011004_1.asp) +Oficina de Washington para América Latina, en inglés (http://wola.org/) +Instituto Tecnológico Autónomo de México (http://www.itam.mx/es/index.php) +Coalición Interamericana para la Prevención de la Violencia (http://www.iacpv.org/index.cfm?page=fuse.homepage&lang=esp) (FIN/IPS/traen-js-mj/gg/ks/na la ip hd/07)