Si Estados Unidos continúa vinculando sus últimos avances en su conflicto con Irán a sus demostraciones de fuerza en Medio Oriente y a las sanciones contra el régimen islámico, los hechos podrían desmentirlo dentro de muy poco tiempo.
En los últimos meses, el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, sufrió varias derrotas políticas internas. La principal fue el triunfo en las elecciones municipales de los candidatos aliados con el ex presidente conservador y centrista Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, rival del actual mandatario.
Este resultado se suma a las críticas que su régimen ha recibido por su política económica y por su fracaso en el intento de eludir las sanciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Estas eventualidades dejaron en Washington la impresión de que sus gestiones para obstaculizar el flujo del financiamiento internacional a Teherán dieron rápido fruto.
El gobierno de George W. Bush esgrime estos supuestos éxitos para convencer a sus aliados europeos de que la presión funciona y que, si ellos se le unen, Irán finalmente se pondrá de rodillas.
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Este argumento fue reiterado hoy, cuando representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad —China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia—, a los que se sumó Alemania, se reunieron para endurecer su respuesta a la negativa de Irán a suspender sus actividades de enriquecimiento de uranio, como le solicitó la ONU.
Pero la lectura que Washington hace de los sucesos en Irán está muy distorsionada. No existe, al parecer, relación significativa alguna entre las sanciones financieras unilaterales impuestas hace poco por Estados Unidos y la caída de popularidad que sufre Ahmadinejad.
El gobierno de Bush parece confundir el efecto de sus sanciones con el de la incompetente política económica de su par iraní.
Analistas dentro de Irán atribuyen la caída de la popularidad de Ahmadinejad al incumplimiento de sus promesas económicas populistas, que crearon grandes expectativas en la población, más que a su política nuclear o a las sanciones estadounidenses.
La clave del creciente malestar de la población parece ser la creciente inflación, causada más por la enorme cantidad de dinero que fluye hacia la economía iraní que por una supuesta iliquidez, la cual sería una consecuencia lógica de las sanciones financieras.
De todos modos, Washington tiene razón cuando señala que se han profundizado las divisiones del gobierno respecto de la política nuclear. Pero esto se debe al shock psicológico por el ultimátum del Consejo de Seguridad de diciembre, no a las consecuencias económicas concretas de las sanciones estadounidenses.
Al parecer, Irán pensaba que podría seguir evitando las sanciones a lo largo de 2006 para afrontar en 2007 un Consejo de Seguridad más benévolo hacia sus intereses, con el ingreso al órgano, por ejemplo, de Sudáfrica.
El problema para Estados Unidos y sus aliados es que Irán se recupere del shock psicológico. Como consecuencia, la ventaja que se atribuye Washington sobre su adversario podría ser apenas transitoria.
Si el gobierno de Bush realmente procura negociar con el de Ahmadinejad, debería actuar en ese sentido más temprano que tarde. No lo ayuda su política de tomar diplomáticos iraníes en Iraq como prisioneros y liberarlos luego y el afianzamiento de su poder militar en el Golfo Pérsico o Arábigo.
Más aun: cualquier dificultad económica que sufra Irán como consecuencia de las sanciones podrían volverse contra Estados Unidos, e incluso contra su política en Iraq.
Por otra parte, la Casa Blanca está sola en sus convicciones centrales.
El gobierno de Irán concuerda con el Congreso legislativo estadounidense y con los aliados europeos de Washington en su pronóstico de que la derrota en Iraq no podrá revertirse con un aumento de su presencia militar en ese país, con su negativa a negociar con Teherán y con sus presiones a Arabia Saudita para que cese su apoyo a la insurgencia sunita.
El Departamento de Estado (cancillería estadounidense) promueve al mismo tiempo un aumento de las tropas en territorio iraquí y una reducción del esmirriado vínculo diplomático con Irán.
La idea de someter a Irán a sanciones aun más estrictas también es atractiva para legisladores del opositor Partido Demócrata de tendencia belicista, que sienten la necesidad política de diferenciarse del gobierno de Bush sin cejar en su hostilidad.
Pero a medida que avance el año, la paciencia del público estadounidense se irá agotando. La oposición de la ciudadanía y de los legisladores a la política iraquí de Bush sobrepasará nuevas marcas y la Casa Blanca se verá presionada para mostrar resultados positivos o cambiar significamente su estrategia en Medio Oriente.
Será entonces que cualquier lectura equivocada de la situación política interna de Teherán sería devastadora para los planes de Washington.
Si no hay avances en el conflicto nuclear, Irán estará en una posición más fuerte para lograr aliados en Occidente, incluso si Estados Unidos logra aprobar sanciones más duras. +++++ * Trita Parsi es autor de "Treacherous Triangle — The Secret Dealings of Iran, Israel and the United States" ("Triángulo traicionero: Las relaciones secretas de Irán, Israel y Estados Unidos"). 2007). Además, preside el Consejo Nacional Iraní-Estadounidense (http://www.niacouncil.org/). ***** +Como hongos – Cobertura especial de IPS Noticias (https://www.ipsnoticias.net/_focus/nuclear/index.asp) +Iraq sin aliento – Cobertura especial de IPS Noticias (https://www.ipsnoticias.net/iraq/index.asp) +Medio Oriente, las rutas de la paz – Cobertura especial de IPS Noticias (https://www.ipsnoticias.net/_focus/moriente_iraq/index.asp) (FIN/IPS/traen-mj/tp/ks/mm ik nu ip/06)