El cine argentino descubre en sendos documentales dos caras de la controversia con su vecino Uruguay por la instalación en ese país de una fábrica de celulosa al costado de un río limítrofe, que amenaza la convivencia de dos pueblos hermanados por su historia y cultura.
Miguel Mirra apoya su trabajo en los activistas de la oriental ciudad argentina de Gualguaychú que resisten la radicación del otro lado del río Uruguay de una planta de la empresa finlandesa Botnia por su potencial efecto contaminante, mientras que su colega, Eduardo Montes Bradley, enfoca una ácida crítica a esa movilización de tal fuste que su filme no se estrenará en Argentina.
Este mes, Mirra, coordinador del Movimiento de Documentalistas Argentinos y director del Festival Internacional Tres Continentes del Documental, sí presentó en Argentina "Qué viva Gualeguaychú", una película que desde el título reivindica la resistencia de los vecinos de esta localidad de la provincia de Entre Ríos ubicada a unos 22 kilómetros de la industria que rechaza.
La primera exhibición fue, precisamente, en Gualeguaychú y luego en una sala de Buenos Aires, pero hasta el momento no hubo estreno comercial. Los activistas adoran la película, que narra en forma detallada y por momentos emotiva la historia de su lucha.
La cámara de Mirra, también director del filme "Tierra y asfalto", recoge en el documental testimonios de ambientalistas y de vecinos de la zona tanto de Argentina como de Uruguay contrarios a la instalación de la planta de pasta para fabricar papel y acompaña las multitudinarias marchas de protesta realizadas en los últimos años.
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Fuentes cercanas a la producción señalaron a IPS que no es intención del director polemizar con otros realizadores. "Cada uno tiene derecho a dar su visión sobre el tema, a nosotros no nos interesa una confrontación que favorezca la difusión de la otra película", sostuvo la persona consultada que no quiso revelar su nombre.
En tanto, Montes Bradley, también argentino y director de múltiples largometrajes documentales y de ficción, anunció que el 12 de enero y sólo en Uruguay se concretará el estreno de su película "No a los papelones", una versión muy crítica y polémica del movimiento de Gualeguaychú.
El prelanzamiento en Internet ya generó adhesiones y rechazos. Los activistas de Gualeguaychú criticaron al cineasta que, dijeron, busca publicidad para sí mismo. Algunos medios de comunicación en línea con ese cuestionamiento proponen al público votar a favor o en contra de un largometraje documental que ni siquiera aún han visto.
En diálogo con IPS, Montes Bradley sostuvo que el eje de su obra es "la falsedad ideológica" y la "fragilidad y frivolidad de los argumentos" de quienes se consideran afectados por la posible contaminación de la fábrica aún en construcción. Empero, la película extiende su crítica a los argentinos en general.
"Lo mismo que está sucediendo ahora con mi película, de la que todos opinan y a la que todos critican sin haber visto más que unos pocos minutos en Internet, lo mismo pasa con las plantas. Todavía no están operando pero todos aseguran que van a contaminar", explicó el también director de "Cortázar: apuntes para un documental", una película sobre el notable escritor argentino.
Al comentario de IPS de que la resistencia de los activistas de Gualeguaychú es en prevención a una eventual contaminación del río, Montes Bradley responde que ese argumento fue también el que guió la "limpieza étnica" que quiso barrer con diversas minorías a lo largo de la historia.
Asegura, además, que su filme "no es sobre la contaminación", un conflicto al que le dedica, dice, apenas siete minutos de los 75 que dura la película. "La idea del documental es mostrar el papel pintado que es Gualeguaychú, lo falsos y lo frágiles que son sus argumentos".
En los cortes de la película que difundió a través del sitio en la red "YouTube", su realizador aparece en cámara decididamente desafiante. "Gualeguaychú es una bosta", sentencia durante su recorrida por la ciudad. Mientras muestra una chimenea humeante, indica que en la ciudad símbolo de la lucha contra la polución hay 23 empresas que contaminan.
"¿Alguien se quejó de eso? No, de eso ni una palabra", relata en su film. "Estoy harto de la imbecilidad, para los argentinos, el culpable siempre es el otro: el uruguayo que contamina, el brasileño que nos quiere robar las Cataratas (del Iguazú), el chileno que nos quiere sacar la cordillera (de los Andes)", reseña.
Respecto del conflicto surgido por la modalidad de protesta de bloquear la ruta de acceso al cercano puente que une a ambos países, el director de "No a los papelones" señala que "desde hace dos años un puñado de idiotas decidió cortar la frontera en base a vaya a saber qué estímulo paranoico pseudoambientalista".
También sostiene que Fray Bentos, la ciudad uruguaya próxima a la planta de Botnia, es "una joyita". "La gente es apacible y respetuosa, se callan, no se defienden de los embates" del lado argentino, concluye luego de mostrar que en esa localidad no hay pintadas contra las plantas de celulosa.