En América Latina y el Caribe la migración internacional es una constante histórica del proceso de desarrollo. Desde la colonia hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XX, la región recibió inmigrantes provenientes de distintas latitudes.
La tendencia se ha revertido en los últimos cincuenta años, y hoy predominan los movimientos emigratorios. En la actualidad veinticinco millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera de sus países de origen. Una de las consecuencias más sobresalientes de esta tendencia ha sido el aumento y la magnitud de las remesas.
La CEPAL ha señalado que «las remesas demuestran que las estrategias de los trabajadores migrantes tienen un potencial simbólico y de vinculación y representan un sustrato material de apoyo a la economía de los países, que genera nuevos desafíos a las políticas públicas».
La región de América Latina y el Caribe es una de las principales receptoras de remesas del mundo. Según las estimaciones más recientes del Banco Mundial, en 2004 el flujo mundial de remesas ascendió a 225.800 millones de dólares, de los cuales unos 41.000 millones fueron recibidos por América Latina y el Caribe.
Estados Unidos es el principal país de origen de las remesas recibidas por la región. Según estimaciones de la CEPAL correspondientes al año 2004, las remesas enviadas desde ese país representaron el 73% del total. Sin embargo, en 2001 la participación de Estados Unidos fue levemente superior al 81%, hecho que pone de manifiesto el aumento de las remesas procedentes de otros países, especialmente de los que integran la Unión Europea.
Dentro de la región, los mayores receptores de remesas son México, Brasil y Colombia, que reciben cerca del 60% del total. Sin embargo, en varias economías de Centroamérica y del Caribe estos flujos representan un alto porcentaje del PIB.
Ejemplos claros de esta tendencia son las remesas recibidas por Haití y Nicaragua en 2004, que representaron, respectivamente, el 29,1% y el 17,8% del producto; en Guyana, Jamaica, El Salvador, Honduras, República Dominicana y Guatemala estas fluctúan entre un 10% y un 17%.
Otro indicador que permite apreciar la magnitud de estos envíos es la relación existente entre las remesas y la inversión extranjera directa (IED) o la asistencia oficial para el desarrollo (AOD). En promedio, en 2004 la región recibió remesas por un monto equivalente al 90% de la IED. Cuando se analiza la situación de algunos países, se observa entre otras cosas que en los de Centroamérica y varios del Caribe las remesas duplican con creces el monto de IED, mientras en México, el país con mayor IED de la región, los dos montos son muy similares.
Asimismo, las remesas superan ampliamente a los fondos aportados por la AOD en América Latina y el Caribe, ya que en 2004 fue de alrededor de 7.000 millones de dólares.
Dado lo anterior, el efecto potencial de las remesas como fuente de financiamiento del desarrollo es muy importante, especialmente en lo que se refiere a las estructuras productivas y distributivas de las economías de la región. A continuación se esbozan estos efectos y las condiciones en que pueden potenciarse.
Los ingresos que reciben muchas familias por concepto de remesas ayudan a elevar el consumo y, por lo tanto, a mejorar su situación económica. En los hogares receptores de remesas el efecto es significativo y permite que una proporción importante supere la indigencia y la pobreza.
Según estimaciones de la CEPAL, realizadas sobre la base de encuestas de hogares de 11 países sobre los que se dispone de información, cerca de 2,5 millones de personas salieron de la pobreza gracias a las remesas. Estas cifras son una estimación mínima, ya que en las encuestas de hogares se tiende a subestimar los ingresos percibidos por este concepto.
El efecto en la distribución del ingreso no parece ser relevante, entre otros motivos porque migrar implica ciertos costos que los sectores más pobres no pueden afrontar.
Si bien habitualmente las remesas son destinadas a gastos corrientes de consumo, las últimas estimaciones muestran que tienen importantes efectos positivos en la educación y la salud. Esto significa que las remesas contribuyen a la preservación y acumulación de capital humano, lo que debiera influir positivamente en el crecimiento y la equidad a largo plazo.
Asimismo, las remesas financian gran parte del déficit en cuenta corriente de varios países de la región, pero también pueden acentuarlo mediante la apreciación del tipo de cambio. Evitar una excesiva apreciación del tipo de cambio es relevante desde la óptica del desarrollo productivo, en especial porque no es seguro que el volumen de las remesas se mantenga a largo plazo.
Por otra parte, la apreciación del tipo de cambio no sería tan grave en la medida en que las remesas aceleren el aumento de la productividad. Sin embargo, los antecedentes disponibles en la región muestran que la inversión productiva de los hogares receptores es poco común, por lo que este efecto solo se produciría a largo plazo como consecuencia del desarrollo del capital humano mencionada previamente. Esto lleva a explorar el papel que podrían desempeñar estos recursos financieros a mediano y corto plazo.
En este sentido y desde una perspectiva de desarrollo territorial, la aplicación de un sistema de incentivos que estimule inversiones productivas financiadas por donaciones de los migrantes organizados destinadas a su comunidad de origen puede formar parte de una política que eleve la productividad a corto plazo.
Estas inversiones podrían ser muy variadas y centrarse, entre otras actividades, en la construcción de obras de infraestructura, el perfeccionamiento de los servicios financieros y de telecomunicaciones y el fomento de las micro, pequeñas y medianas empresas.
Todas las actividades de esta índole que se realicen en un marco de asociatividad pueden potenciar el desarrollo local, fomentado el crecimiento, la competitividad y la equidad mediante el incremento de la productividad a plazos más cortos.
En el plano de la evidencia empírica, un ejemplo concreto de sistemas de incentivos orientados a la financiación de inversiones territoriales mediante remesas es el programa «3×1», originalmente desarrollado en el estado mexicano de Zacatecas. Este programa se basa en el principio de que por cada dólar aportado por la comunidad zacatecana, «los tres distintos niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) contribuyen con otro dólar para inversiones comunitarias y de infraestructura».
Es importante destacar, entonces, desde esta perspectiva, que el uso productivo de las remesas puede incluir la creación de alianzas entre diversos actores comunitarios y los migrantes para la promoción del desarrollo productivo local, lo que constituye un campo de interés para las políticas públicas.
Este sistema de incentivos también debe ir acompañado de políticas que reduzcan los costos de transacción del envío y la recepción de remesas. La reducción de los costos de envío de los emigrantes, mediante su canalización a través de entidades financieras en un ambiente competitivo y conforme a acuerdos suscritos con los gobiernos de los países receptores, fortalecerá el ahorro y posiblemente ampliará los créditos a las microempresas.
De este modo, las remesas de los migrantes podrán ejercer un efecto positivo en la productividad a corto y mediano plazo, junto con potenciar los efectos en la acumulación de capital humano a largo plazo.
* José Luis Machinea es secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Artículo del libro «Migraciones, un desafío global», de Editorial Comunica, publicado el 2 de noviembre.