El anunciado incremento de la ayuda oficial al desarrollo y las promesas de los ricos países acreedores de condonar las deudas de las naciones más pobres continúan siendo sólo la quimera del cumplimiento de un propósito de buena voluntad.
La mayoría de los países en desarrollo, muy en especial los africanos, siguen con graves distorsiones económicas y serios problemas estructurales. A pesar de los esfuerzos para promover un crecimiento mundial equitativo y equilibrado, el hambre y la pobreza permanecen y parecen perpetuarse.
Estas podrían ser las conclusiones centrales de la intervención del primer ministro de Angola, Fernando da Piedade Dias dos Santos, en la cumbre afro-china celebrada el sábado pasado en Beijing.
En este contexto, Dias dos Santos defendió la necesidad de elaborar estrategias concretas coordinadas y políticas colectivas firmes, a nivel nacional y mundial, con el propósito de promover y fortalecer la cooperación Sur-Sur, tanto regional como internacional, para minimizar algunos efectos negativos de la globalización en curso.
Los angoleños pretenden demostrar que del dicho al hecho hay poco trecho: la empresa petrolera estatal brasileña Petrobras firmó en la víspera de la cumbre afro-china un acuerdo de de cooperación con la Sociedad Nacional de Combustibles de Angola (Sonangol), sin dar detalles del monto monetario del protocolo.
El acuerdo contiene cuatro contratos de explotación y producción conjunta de crudo y gas en el mismo número de bloques de exploración.
Petrobras perforará dos pozos exploratorios en el llamado "Bloco (bloque) 6/06", en la cuenca angoleña del río Cuanza, con un área de 4.930 kilómetros cuadrados, como compañía operadora con 40 por ciento de los derechos.
El "Bloco 8/6", de 4.611 kilómetros cuadrados, ubicado en las aguas de la cuenca del río Congo (ex Zaire), una de las regiones petrolíferas más ricas de Angola, los capitales brasileños cuentan con 30 por ciento de participación, en un contrato que prevé la perforación de siete pozos exploratorios. El "Bloco 26", situado en aguas profundas de la bahía de Benguela, Petrobras controlará 80 por ciento de los derechos de este bloque de 4.838 kilómetros cuadrados. El cuarto convenio, que corresponde al "Bloco 15/06", contempla una participación minoritaria de cinco por ciento para la empresa del gigante sudamericano.
Pero Brasil no limita su participación en el sector petrolero. Pocos días antes, el 30 de octubre, la empresa Copasa, dedicada al abastecimiento de agua potable y tratamiento de desagües de Minas Gerais, anunció que va a proporcionar tecnología a la Empresa Pública de Aguas de Angola (EPAL).
El protocolo entre las dos empresas estatales, firmado por el Secretario de Gestión del sudoriental estado brasileño de Minas Gerais, Antonio Augusto Anastasia, y por el presidente de EPAL, Antonio Rodrigues, compromete a esta firma a la transferencia de tecnología a su similar angoleña.
Contempla las áreas de ingeniería, obras y operación de sistemas de abastecimiento de agua, elaboración conjunta de proyectos de desarrollo en los sectores administrativos, de transporte, recursos humanos, planificación, comercial, financiero, informática y ambiente.
Tras la firma del acuerdo, Rodrigues opinó que "la cooperación de Brasil y de Copasa es el mejor camino para resolver rápidamente los graves problemas de salubridad de Luanda", la capital de Angola seriamente afectada por brotes de cólera, alimentados por el uso de aguas servidas por parte de la población más pobre.
El presidente de Copasa, Marcio Nunes, anunció en la oportunidad la visita al gobierno de Minais Gerais que realizará a fines de este mes el ministro de Energía y Aguas de Angola, Botelho de Vasconcelos, para "abrir nuevas perspectivas de negocios" entre este país africano de 11,2 millones de habitantes y ese estado brasileño, con una población de 18 millones.
Angola es también uno de los principales objetivos estratégicos de China en África, un continente donde Beijing está apostando fuerte, aumentando 400 por ciento el volumen de sus transacciones comerciales en los últimos seis años al llegar hoy a 40.000 millones de dólares.
Los jefes de Estado o de gobierno y representantes de 40 países que asistieron a la cumbre sobre comercio y desarrollo del pasado fin de semana en Beijing escucharon las garantías dadas por los dirigentes chinos: mientras el resto del mundo promete hacer, nosotros haremos.
Angola encabeza la lista de las prioridades de China en el continente africano, desplazando a Sudáfrica para el segundo lugar. Es la insaciable sed de la industria china por petróleo.
Las cifras oficiales divulgadas tanto en Beijing como en Luanda, revelan que entre enero y septiembre, el volumen comercial de China con Angola alcanzó 9.390 millones de dólares, mientras que en el mismo período con Sudáfrica llegó a 7.040 millones de dólares.
En el ámbito energético, en el primer semestre de este ano, Angola se convirtió en el país que más vendió crudo a China, contabilizando una exportación de 94 millones de barriles, los que representaron 18,2 por ciento del total de las importaciones petrolíferas del gigante asiático en ese período.
En 2005, Angola ya había desplazado a Arabia Saudita como el primer proveedor de petróleo de China. En el contexto continental, los analistas económicos comienzan a vaticinar que en breve Angola podrá superar a Nigeria como principal exportador africano de crudo.
China, en su búsqueda global de materias primas para alimentar su enorme economía en expansión, no esconde su atracción por las abundantes fuentes minerales de África, comenzando por establecer una base sólida en Angola. A cambio, ofrecen líneas de crédito y programas para infraestructuras.
En el sector petrolífero, la Corporación Petroquímica de China (Sinopec) se mostró dispuesta a convertirse en el principal socio de Sonangol en la construcción de una nueva refinería en Lobito, costa central del país, una inversión estimada en unos 3.000 millones de dólares
Abril de 2004, con la concesión de un crédito de 2.000 millones de dólares para la reconstrucción del país devastado por tres décadas de guerra civil, marcó el inicio de la vertiginosa evolución de las relaciones económicas y comerciales entre Beijing y Luanda, que ha convertido a Angola en el mayor polo de interés africano para China.
Poco después de la firma del protocolo, comenzaron a llegar a Angola los primeros chinos. Trajeron las maquinarias, equipos y parte de los materiales para llevar a cabo las obras. Pasados dos años, un gran número de empresas de ese país asiático, muchas en sociedad con angoleños, han proliferado por todo esta nación africana, restaurando sus infraestructuras.
El cada vez mayor número de chinos en el país, determinó al Banco de Fomento Angola, integralmente controlado desde Lisboa por el Banco Portugués de Inversiones, a firmar un acuerdo con el Banco de China destinado a facilitar las transferencias de dinero de los ciudadanos chinos que trabajan en Angola.
El aeropuerto de Luanda, las ferrovías y carreteras principales, escuelas, puentes, edificios estatales, centros deportivos y viviendas, marcan la presencia de China, que ya anunció la concesión de otro crédito de 2.000 millones de dólares a Angola, que registra un crecimiento para 2006 calculado en cerca de 25 por ciento.
Según declaraciones de portavoces de Luanda y Beijing, la cooperación entre los dos países podrá extenderse a los transportes, agricultura y pesca, así como a la cultura y los deportes.
Sin embargo, estos ríos de dinero circulante en Angola no han llegado hasta ahora a la mayoría de su población, donde cunde el escepticismo. Desde sus primeros contactos con las potencias coloniales europeas, África ha acumulado una vasta experiencia como víctima del pillaje de su fuerza de trabajo y sus recursos naturales.
En este sentido, proyectos como el de la cooperación en el ámbito del agua y salubridad de los desagües, podrá no tener la dimensión financiera de la explotación y exportaciones de petróleo, pero para las familias más vulnerables es de importancia vital, en el más estricto sentido de la palabra.
En la propia Luanda, la mayor parte de las familias deambula por las calles de la ciudad capital de uno de los países potencialmente más ricos del mundo en una penosa búsqueda de alimentos y agua potable.
Según Allan Cain, responsable del Programa de Pobreza Urbana de Luanda, "algunas de las familias más pobres viven con siete u ocho litros de agua por día", una cantidad muy inferior de todo padrón internacional.
Las principales personas afectadas "son las mujeres, que deben caminar durante varias horas, todos los días, para conseguir agua", añade el activista de la Red de Desarrollo, fundada en 1989 con el apoyo de la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (CIDA).
En los suburbios de Luanda, miles de personas expulsadas de sus casas para dejar terreno libre a la construcción de complejos habitacionales, para los sectores más pudientes, viven en refugios precarios construidos con chapas de zinc, cartón y trapos, expuestas al viento y la lluvia.
Concebida por los portugueses para 400.000 personas, la Luanda de hoy, de cuatro millones de habitantes, es una vasta mezcla de mansiones coloniales, gigantescas construcciones de edificios y enormes e insalubres barrios de hojalata y cartón, donde el cólera encuentra un óptimo caldo de cultivo.
* Aportes de Manuel Calçada (Portugal)
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