La Unión Europea (UE), cada día más vieja y con menos contribuyentes a la seguridad social, vislumbra en los jóvenes inmigrantes del Sur la solución para completar las cotizaciones necesarias para cubrir la carga de pensiones de sus ancianos.
Muchos estudios han anunciado la inminencia de una crisis del sistema de seguridad social, la cual podría ser evitada gracias a los miles de inmigrantes del Sur del mundo, que contribuyen con su trabajo al bienestar de las sociedades del hemisferio Norte.
Esta es una de las conclusiones de consenso de la XI Conferencia Internacional de Migraciones, que reúne esta semana en Lisboa a 700 destacados investigadores, activistas de la sociedad civil, y dirigentes políticos de los cinco continentes, cuyo común denominador es la defensa de la inmigración "humanista y responsable".
La organización del encuentro, cuyos debates finalizaron este miércoles, pero concluirá formalmente este viernes, está a cargo del Grupo Metrópolis Portugal y del Alto Comisionado para la Inmigración y las Minorías Étnicas de Portugal, y es patrocinado por la Fundación Luso-Americana para el Desarrollo (FLAD).
Según el informe económico y social de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre migraciones internacionales, divulgado a fines de 2004, "los inmigrantes dan una contribución sustancial para aliviar la carga fiscal de las generaciones futuras en países de Europa con baja fertilidad".
[related_articles]
Un caso demostrativo lo constituye España, país con 42 millones de habitantes en el que, según la profesora Rosa Aparicio Gómez, de la Universidad Pontificia de Comillas, en el periodo de 1996 a 1998 el Estado registró un saldo positivo anual de entre 1.152 y 1.408 millones de dólares, gracias a los inmigrantes.
Un estudio divulgado el año pasado por el investigador André Corrêa d'Almeida, del Observatorio de la Inmigración, revela que en Portugal, con un cuarto de la población de su vecino ibérico, el fisco recaudó entre los trabajadores inmigrantes 413,5 millones de dólares en 2001.
España y Portugal son solo ejemplos de una realidad que se repite en otros países, como Alemania, Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y los escandinavos, principales destinos de los trabajadores del hemisferio Sur.
Estos datos echan por tierra los argumentos que respaldan normas cada día más restrictivas por parte de los países europeos para conceder visas y refugio, e incluso para levantar muros.
En su segmento académico, el debate fue abierto el martes por Jorge Gaspar, investigador del Centro de Estudios Geográficos (CEG) de la Universidad de Lisboa, mientras que las palabras inaugurales estuvieron a cargo del primer ministro y líder socialista portugués José Sócrates.
Gaspar, haciendo referencia al aspecto urbano, apuntó que los inmigrantes juegan también un papel decisivo en el ámbito cultural, porque "revitalizan" zonas de los centros de muchas ciudades que estaban en decadencia, y recordó que en los últimos años, "se verificó una 'metropolización' de las migraciones".
Por su parte, Sócrates defendió una política única de inmigración en la UE que contemple la cooperación fronteriza, la armonización de las reglas de ingreso y un apoyo común a los países de origen de los trabajadores extranjeros.
Auque sin criticar a sus pares europeos que sustentan una política de "muros altos" para atajar los flujos migratorios, Sócrates recordó que hoy Portugal es uno de los más abiertos del bloque y que como primer ministro, fue uno de los ocho jefes de Estado y de Gobierno de la cuenca del Mediterráneo que la semana pasada reclamaron a la Presidencia de la UE una mayor atención a la inmigración.
Tras citar cambios adoptados este año en su país, como la flexibilización de la ley de nacionalidad y visas a trabajadores extranjeros, Sócrates opinó que "no puede existir una política inteligente sobre el fenómeno migratorio sin una verdadera cooperación internacional".
Añadió que estas políticas deben ser "humanistas y responsables en relación a los inmigrantes", recordando que "los trabajadores extranjeros han contribuido a elevar el crecimiento económico y a garantizar el futuro del sistema de seguridad social", palabras que fueron largamente ovacionadas.
La sustentabilidad de la seguridad social europea será tarea conjunta y nada fácil, porque según estudios divulgados esta semana por Eurostat, el sistema estadístico de la UE, dentro de cuatro décadas, tres de cada 10 ciudadanos van a tener más de 65 años. Dentro de 44 años, la población de la UE con más de 65 años podrá llegar a los 130 millones, un envejecimiento notable comparado con los actuales 75 millones por encima de esa edad y con los 66 millones registrados en 1995, antes de la ampliación del bloque a 25 miembros.
Los más ancianos son los italianos, seguidos por españoles, alemanes, griegos y portugueses, indican las estadísticas. Las mujeres son más longevas que los hombres, y entre ellas las que viven más son las finlandesas, húngaras y portuguesas.
Ante esta situación, la inmigración aparece como tabla de salvación para dos o tres generaciones de europeos que, de otra manera, no tendrían ninguna posibilidad de ofrecer un ocaso de vida digno a sus padres y abuelos.
De acuerdo con las últimas estimaciones de la ONU, el número de personas que han dejado su país de origen rumbo a otro se duplicó entre 1960 y 2005, calculándose en la actualidad en 191 millones los "inmigrantes internacionales".
Europa continental alberga entre seis y ocho millones de inmigrantes indocumentados, en Estados Unidos hay unos 11 millones en situación irregular, y en todo el mundo la cifra se calcula entre 30 y 40 millones de personas, sostuvo Demetrios Papademetriou, presidente del Migration Policy Institute, con sede en Washington.
El investigador portugués Gaspar dijo que a partir de las últimas dos décadas del siglo pasado, además de su gran dimensión, los flujos migratorios sufrieron profundas alteraciones. Antes, se trataba generalmente de un proceso de transformación de población rural en urbana, tanto a nivel doméstico como internacional.
En la actualidad, "los movimientos migratorios internacionales son sobre todo entre ciudades", explicó el investigador del CEG, quien calificó este fenómeno como "una ventaja a nivel de integración".
Gaspar recordó que en América, Europa y África, "las metrópolis son hoy cada vez más parecidas entre sí, en sus infraestructuras, servicios y en las relaciones sociales", por lo que "cuando aterrizan en el viejo continente, los inmigrantes reconocen cosas tan simples como los transportes o las marcas de ropa, todas cosas familiares en el mundo globalizado". Los últimos censos realizados en grandes ciudades europeas indican que las migraciones se concentran en las metrópolis. En París, los inmigrantes constituyen 14,5 por ciento de la población, frente a 5,6 en el ámbito nacional, en Ámsterdam, 48 por ciento, frente a 17 por ciento en toda Holanda, en Francfort, 27,8 contra 8,9 por ciento en Alemania.
El motivo, según Gaspar, es siempre el mismo: las ciudades prometen más oportunidades de trabajo y de movilidad social, así como mayor facilidad de encuentro con personas del mismo país.
El investigador defiende la necesidad de "dar alma a los sitios", por lo que las comunidades inmigrantes deben ser estimuladas para desarrollar sus negocios. "El pequeño comercio juega un papel muy importante", así como los lugares de diversión y los centros deportivos, actividades que "más aproximan globalmente a las personas".
"Los inmigrantes de Angola o de Brasil que hoy recibimos en Lisboa, por ejemplo, pasaron primero por ciudades de sus países de origen, tales como Luanda o Belo Horizonte", añadió Gaspar al recordar que "algo bien diferente ocurría en la década de 1960, cuando los portugueses salían de sus aldeas hacia París, que para ellos era otro planeta".
Maria Lucinda Fonseca, directora de Metrópolis Portugal y coordinadora de la comisión organizadora, explicó a IPS que "ésta es la mayor conferencia internacional jamás realizada sobre el tema", y que se justifica porque "el mundo entró en una nueva era en lo que a migraciones se refiere".
Para hacer frente a esta nueva realidad, Fonseca sostiene que "será necesaria una gestión mejor de los flujos migratorios transnacionales y esto depende en gran medida de una cooperación internacional justa y diáfana, un verdadero compromiso multilateral".
La investigadora Beatriz Padilla, del Centro de Investigación y Estudios de Sociología, reconoció a IPS la relevancia del encuentro, "pero solo como foro de discusión académico, político, de las organizaciones no gubernamentales, de la sociedad civil".
Lo que faltó en esta conferencia, sostuvo esta joven socióloga argentina, "fue concertar los aspectos teóricos y prácticos, un real intercambio de experiencias entre representantes de los diferentes países emisores de flujos migratorios".
Por su parte, Rui Marques, máximo responsable del Alto Comisionado para la Inmigración y las Minorías Étnicas de Portugal, consideró la reunión como crucial "para entender que la inmigración es uno de los trazos esenciales de este siglo".
Marques sostiene que existen dos conceptos clave para la integración de los inmigrantes en las sociedades que los reciben: el multiculturalismo y lo intercultural. En otras palabras "debemos aceptar que personas de otras culturas, si les invitamos a nuestra mesa, no estén obligadas a usar cubiertos para comer".
Opinión similar ofreció el ex diplomático estadounidense Charles Buchanan, director de la FLAD y presidente de Metrópolis Portugal, además de reconocido activista ambiental.
"Será siempre necesario seguir mejorando las políticas de migraciones mundiales, mediante análisis, investigaciones y trabajos comparativos, respetando y teniendo en cuenta otras culturas, otros países, otras realidades", apuntó Buchanan.
Para cumplir este cometido, "se necesitan personas visionarias, con las ideas justas para que las cosas avancen, porque en verdad estamos hablando de gente, del llamado factor humano", dijo el ex diplomático, quien, al concluir se confesó "avergonzado" por el muro en la frontera con México que construye su país para evitar la inmigración.